domingo, 30 de septiembre de 2012

Ortega y Gasset como educador

JOSÉ ORTEGA Y GASSET (1883-1955)
Juan Escámez Sánchez

 Ortega y Gasset, como  pedagogo y educador, ya defendía -según Escámez- la necesidad de “educar a los niños no como adultos sino como niños; no desde un ideal de hombre ejemplar, sino desde una pauta de puerilidad”. Ortega -dice Escámez- critica que juzguemos a los niños desde nuestras categorías de adultos, suponiendo que están sumergidos en el mismo medio vital que nosotros. Esta idea está muy presente en las escuelas de educación más avanzadas en la actualidad, y en este blog defendemos que, en la Nueva Educación, es el educador el que ha de acercarse al niño, no el niño al educador. 

1.-El problema de España es un problema educativo
… Sobre la sistematicidad de la filosofía de Ortega, en dispersión temática y cualidades literarias, ya se han pronunciado personas competentes en los diversos campos del saber. En este perfil nos circunscribiremos al tratamiento de aquellas cuestiones que nos conduzcan a la comprensión de un aspecto orteguiano, a mi juicio importante y poco tratado; me refiero a la dimensión de Ortega como educador. Aunque él consideraba su vocación el cultivo del pensamiento, que para él no podía ser más que filosófico, la gran pasión de Ortega fue la educación del pueblo español. Como ha demostrado Cerezo, el motor del pensamiento de Ortega no es otro que su meditación continuada e intensa sobre el problema de España, por lo que su evolución intelectual no puede aislarse de tal preocupación. Desde esa clave es necesario interpretar sus actividades políticas, culturales y filosóficas. Tales actividades son proyectos de reforma sociopolítica del país, aunque orientados a distintos niveles y ámbitos de la realidad social. Ortega era, ante todo y sobre todo, un pedagogo de ámbito nacional, que buscaba la reforma y transformación de España; a ese fin todos los medios podían y debían ser usados: periódicos, revistas, libros, cátedra, política, etc. La transformación del país es concebida por el joven Ortega como el proceso mediante el cual España se incorpora a la cultura europea. Así queda marcada la que él considera su vocación pública como intelectual, su destino de educador, casi de reformador social: empeñarse en poner a España a la altura cultural de Europa. La diversidad de planteamientos que, sobre la cultura, desarrolla Ortega, en conexión con el problema de España, nos servirá de guía para interpretar la evolución de su pensamiento, en el aspecto filosófico a la vez que en el pedagógico. ¿En qué forma desarrolló Ortega su función de educador? Como él repite constantemente, al hilo de las circunstancias.

… A la educación impartida por los jesuitas reprocha su estilo y contenido negativista, su intolerancia y, sobre todo, sus limitados conocimientos y su incompetencia intelectual. Asimismo, las experiencias universitarias de Ortega en Madrid fueron decepcionantes, y a las enseñanzas recibidas las califica como expresión de lo chabacano. Con fundamento o sin él, el panorama que Ortega describe sobre la educación recibida es negativo. Además de las circunstancias familiares y escolares, no puede comprenderse la función educadora de Ortega sin considerar la especial situación anímica de la sociedad española en esos momentos, ya que se siente a sí mismo como parte de una generación, “que nació a la atención reflexiva en la terrible fecha de 1898, y desde entonces no ha presenciado en torno suyo, no ya un día de gloria ni de plenitud, pero ni siquiera una hora de suficiencia”.

En el proceso para alcanzar esa transformación cultural es donde Ortega sitúa a la educación. Destaca que lo que los latinos llamaban eductio o educatio era la acción de sacar una cosa de otra, o la acción de convertir una cosa menos buena en otra mejor. Aunque no se detiene en precisiones terminológicas, nos aporta un concepto de educación que parece tener su raíz en educatio y que en nuestros días es básicamente aceptado; entiende por educación el conjunto de actos humanos que tienden a transformar la realidad dada en el sentido de un ideal. Establecido el significado del concepto de educación, Ortega se plantea determinar las funciones de la pedagogía, como ciencia de la educación, y claramente le atribuye dos: la primera es la determinación científica del ideal, del fin de la educación; y la segunda función, que es esencial, consiste en hallar los medios intelectuales, morales y estéticos mediante los cuales se logre polarizar al educando en dirección de aquel ideal. Puesto que por la educación tenemos que transformar al hombre real, al que “es”, en el sentido del ideal, el que “debe ser”, la primera tarea consiste en responder a la siguiente pregunta: ¿cuál es el ideal de hombre que constituye el fin de la educación y que exige el empleo de determinados medios? Ese es el interrogante central de su conferencia. El hombre, responde, no es un mero organismo biológico; lo biológico es sólo un pretexto para que exista el hombre. El hombre es tal en cuanto productor de hechos según formas ideales; en cuanto productor de la matemática, del arte, de la moral, del derecho; el hombre es tal en cuanto productor de cultura. En su búsqueda de determinar el fin de la educación, del ideal-hombre, Ortega afirma, además, que el verdadero hombre no es el ser individual, aislado de los demás. Distingue en cada hombre un “yo” empírico con sus caprichos, amores, odios y apetitos propios, singulares; y un “yo” que piensa la verdad común a todos, la bondad general, la universal belleza, es decir, distingue un “yo” empírico de un “yo” creador de cultura que es un yo genérico. Ciencia, moral, arte, etc., son los hechos específicamente humanos y, por lo tanto, se es verdaderamente humano en cuanto se participa en la ciencia, en la moral y en el arte de una comunidad. El ideal de hombre, meta de la educación, es el hombre productor de cultura, y productor de cultura con los demás. Si así es el ideal de hombre, la educación tiene que dirigirse no al yo empírico, en donde radica lo singular, sino al yo genérico que siente, piensa y quiere según aquellas formas ideales. Como consecuencia de todo lo anterior, la educación tiene que ser el proceso por el que lo biológico o natural del hombre se conforme al reino de las formas ideales, y así actúe de acuerdo a la normatividad derivada de ellas. En esta primera etapa, ante el binomio cultura-vida, el pensamiento educativo de Ortega, influido por sus docentes neokantianos, se inclina claramente de parte de la cultura. Sin embargo, nuestro pensador tiene una fuerte personalidad intelectual y unos intereses sociopolíticos que difícilmente se compatibilizan con el formalismo de sus maestros de Marburgo, por lo que, a mi juicio, ofrece ciertas peculiaridades dignas de consideración. La primera es la visión histórica que aporta del hombre junto a su conceptualización como ser social. En efecto, cuando está exponiendo la característica social del hombre para señalar que, en la relación educativa, el pedagogo se halla frente a un tejido social, no frente a un individuo, nos dice: “en el presente se condensa el pasado íntegro; nada de lo que fue se ha perdido; si las venas de los que murieron están vacías, es porque su sangre ha venido a fluir por el cauce joven de nuestras venas”.

Ortega no sólo realiza una sugerente exposición de dos funciones básicas de esa vida primigenia, el deseo y los sentimientos, sino que también procura señalar procedimientos para la educación de esa vida esencial. Así, para potenciar su impulso vital, el niño ha de ser envuelto en una atmósfera de sentimientos audaces y magnánimos, ambiciosos y entusiastas. Un medio pedagógico de importancia es presentarle, más que hechos, mitos; el mito, según Ortega, suscita en nosotros las corrientes inducidas de los sentimientos que nutren el pulso vital, mantienen a flote nuestro afán de vivir y aumentan la tensión de los más profundos resortes biológicos. Otro procedimiento al que presta especial atención es al de educar a los niños no como adultos sino como niños; no desde un ideal de hombre ejemplar, sino desde una pauta de puerilidad. Ortega critica que juzguemos a los niños desde nuestras categorías de adultos, suponiendo que están sumergidos en el mismo medio vital que nosotros. El niño tiene su propio medio vital de intereses, no utilitarios, que han de ser desarrollados y, precisamente de ese desarrollo dependen, con frecuencia, las direcciones vitales más ricas de la vida de adulto. Así “el canto del poeta y la palabra del sabio, la ambición del político y el gesto del guerrero son siempre ecos adultos de un incorregible niño prisionero”. Los objetos que para el niño vitalmente existen, que le ocupan y preocupan, que fijan su atención, que disparan sus afanes, sus pasiones y sus movimientos, no son los objetos reales cualesquiera, sino los deseables, que pueden ser reales o no, pero que al niño le interesan en cuanto deseables; por eso le atraen los cuentos, las leyendas en las que purifica los aspectos de la realidad para convertirla en un paisaje según sus deseos.

La innovación pedagógica de Rousseau, Pestalozzi, Fröbel es que frente a la prioridad concedida al saber, o al maestro, la prioridad tiene que estar en el alumno, y en el “alumno medio”. El principio que tiene que regular la enseñanza universitaria, nos dice, es el “principio de economía”. Si la pedagogía, y las actividades docentes, se han constituido en una ocupación, en una profesión, tan requerida, a partir del siglo XVIII, ha sido gracias al gran desarrollo alcanzado por la ciencia, la tecnología y la cultura. Actualmente el hombre tiene, para vivir con firmeza y desahogo, que aprender muchísimas cosas y, a la vez, tiene una capacidad individual limitadísima para aprender. La pedagogía, la acción docente, surgen por la necesidad de seleccionar lo que es básico en el aprendizaje, y de facilitar tal aprendizaje. Hay que partir del estudiante, de sus posibilidades de saber y de lo que él necesita para vivir. Hay que partir del estudiante medio y darle sólo el cuerpo de enseñanzas que se le puedan exigir con absoluto rigor; en otros términos, enseñarle lo que se requiera para vivir a la altura de su tiempo, y que esos contenidos pueda aprenderlos con holgura y plenitud. De acuerdo con lo anterior, Ortega establece los siguientes lemas: “La universidad consiste, primero y por lo pronto, en la enseñanza que debe recibir el hombre medio; hay que hacer del hombre medio, ante todo, un hombre culto, situarlo a la altura de los tiempos...; hay que hacer del hombre medio un buen profesional...; no se ve razón ninguna densa para que el hombre medio necesite ni deba ser un hombre científico”. El lema en el que Ortega centra su exposición es que la universidad debe enseñar cultura. Entiende por cultura el sistema de ideas vivas que cada época posee: “Esas que llamo ideas vivas o de que se vive son, ni más ni menos, el repertorio de nuestras efectivas convicciones sobre lo que es el mundo y son los prójimos, sobre la jerarquía de los valores que tienen las cosas y las acciones: cuáles son estimables, cuáles son menos”. El hombre, cada hombre, no puede vivir sin reaccionar ante su entorno o mundo, forjándose una interpretación intelectual de él y de su posible conducta en él. Esta interpretación es el repertorio de convicciones o ideas, sobre el universo y sobre sí mismo, que tiene que enseñar la universidad.

6.-Dimensiones de Ortega como educador
El análisis del pensamiento pedagógico de Ortega patentiza dos motivaciones básicas: la primera, que condiciona y da sentido a su obra entera, es la transformación de la realidad sociocultural española. La llamada “cuestión española” atraerá constantemente su atención y generará en él iniciativas de todo tipo: Liga de Educación Política, Agrupación al Servicio de la República, ininterrumpida intervención en los asuntos públicos mediante conferencias y artículos de prensa, actividad parlamentaria como diputado, etc. La segunda, en conexión con la anterior, es que Ortega considera su vocación ser el reformista, el moldeador de la nueva sociedad y del nuevo hombre español. Como se considera, y en mi opinión justificadamente, un filósofo, su vocación la realiza fundamentalmente en la aportación de ideas impulsoras de tal transformación. Su influjo educativo se desparrama en múltiples direcciones. En el ámbito académico es la personalidad más influyente de la filosofía española de su tiempo. En torno a él, bajo la influencia de su filosofía y personalidad, se constituye la llamada “Escuela de Madrid”. Manuel García Morente, Xavier Zubiri y José Gaos son con Ortega los titulares de las cátedras de filosofía de la Universidad madrileña. Cualquier conocedor de la cultura española sabe la importancia de esos nombres. Si a ellos añadimos los de Luis Recaséns, María Zambrano, Joaquín Xirau y Julián Marías, que por uno u otro motivo están en relación con la Escuela, estaremos de acuerdo en que el pensamiento de Ortega, considerado por todos como el maestro indiscutible, ocupa una posición privilegiada en la filosofía española del siglo XX. El influjo de Ortega no se circunscribe a los profesores y alumnos -en una época de esplendor de la filosofía: la denominada “Escuela de Madrid”- que le tuvieron por maestro; su influjo se extendió a otras personas relevantes de la filosofía y la cultura española de la postguerra como José Luis Aranguren y Pedro Laín Entralgo, entre otros, por lo que puede decirse que su filosofía pertenece a la tradición cultural de nuestro país…
En relación con los programas de reforma educativa orientados a desarrollar la pedagogía como disciplina científica, hay que destacar a otro discípulo de Ortega, al que antes hemos hecho mención, Joaquín Xirau que trabajó en Cataluña. Una discípula, María de Maeztu, sigue los pasos del maestro en Marburgo y estudia Pedagogía Social con Natorp. Viajó por toda Europa para conocer “las escuelas nuevas”, lo que luego le serviría para desarrollar en España un proyecto de reforma de los métodos de enseñanza. En el contexto extrauniversitario, Ortega realiza lo que ha llamado Luzuriaga múltiples “fundaciones”, buscando claramente influir, con nuevas ideas, en la sociedad española. Entre tales fundaciones destaca la Revista de Occidente que puede considerarse la culminación de un proceso durante el que los ensayos y los fracasos han sido una constante. Sus experiencias anteriores, en las actividades culturales y políticas, le hacen concebir la Revista de Occidente como una plataforma de lanzamiento para la transformación cultural de España. Parece ser que fundó esta revista y la editorial del mismo nombre para formar lectores que tuvieran la perspectiva cultural que él tenía, y en definitiva, para crear una atmósfera cultural en la que él mismo pudiera ser leído y discutido. Por último, quisiera poner de relieve el influjo educativo que Ortega tuvo en los países llamados del Cono Sur de Sudamérica (Argentina, Chile y Uruguay), donde encuentra una comunidad de valores y sentires compartidos y donde su influencia se intensificará gracias a la radicación de varios miembros de la “Escuela de Madrid”, exiliados a causa de la guerra civil española. Es, sin embargo, en Puerto Rico donde se percibe una mayor influencia. En su universidad se llevan a la práctica algunos de los planteamientos desarrollados en la obra que hemos comentado, Misión de la universidad, y muchos de los escritos de Ortega han sido allí utilizados como textos de estudio.

Bernabé Tierno



BERNABÉ  TIERNO

Licenciado en filosofía, ciencias de la educación y psicología, se especializó en Psicopedagogía por la Escuela Superior de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid. Diplomado en Psicología de la Escritura por el Instituto Internacional de Investigación Psicológica de Milán, y en Grafopsicología por la Escuela de Medicina Legal de la Universidad Complutense de Madrid. Es miembro de la Sociedad Española de Medicina Legal y Social, de la Sociedad Española de Pedagogía y de la Asociación Colegial de Escritores de España. Desde hace 30 años investiga sobre las causas del Fracaso Escolar y ensaya estrategias para una enseñanza y un aprendizaje más eficaz.
Su convicción acerca de la necesidad de aplicar a la realidad sus aportaciones científicas e investigaciones le ha llevado a estar en numerosos medios de comunicación social. Como conferenciante, recorre toda España impartiendo cursos, conferencias y charlas a padres, institutos y colectivos de profesores. Es autor de numerosas obras donde se divulga la psicología de la educación y en particular la prevención y solución del fracaso escolar; entre ellas: “Saber educar”, “La educación inteligente”, “Todo lo que necesitas saber para educar a tus hijos”, “Cómo estudiar con éxito”,  “Cómo entender y ayudar a tus hijos”, etc.
En sus últimos libros, "Aprendiz de sabio" y "Hoy, aquí y ahora: estás a tiempo de ser feliz", Bernabé Tierno recalca la importancia de vivir el momento presente y saborearlo para ser feliz, e incluso para tener salud. Según él, disfrutar, saborear la vida, etc. son ingredientes básicos para ser feliz, y hasta refuerzan el sistema inmunitario.
Bernabé Tierno expone veinte puntos con base psicopedagógica bien probada, y que se detallan en su libro “La educación inteligente”, como puntos clave o directrices inteligentes:

1. Ama lo que haces y para quien lo haces. Si no amas tu profesión, si no te amas a ti mismo, si no amas al educando, los principios que siguen no tendrán mucho sentido.
2. Pon exquisito cuidado en lo que dices y en cómo lo dices. Nada construye y alienta tanto como una palabra sensata y positiva, pero nada destruye tanto como una palabra ofensiva o descalificadora.
3. Haz uso de la empatía: escucha, dialoga. Dile al educando en sus peores momentos que sabes cómo se siente y que estás a su lado. Mejor todavía si le dices que tú también has pasado por situaciones parecidas.
4. Muestra tu lado más vulnerable, humano y frágil, con limitaciones y defectos. Las personas "pluscuamperfectas" se hacen muy distantes e inimitables.
5. Recuerda que tú no tienes toda la verdad, sólo "tu verdad". Por eso, la intransigencia, la falta de comprensión y de flexibilidad del perfeccionista no puede transmitir seguridad ni madurez psíquica.
6. Espera lo mejor (motivación del éxito). Busca algo bueno en el peor de los educandos y lo encontrarás; acabará por dártelo.
7. Ten fe en la valía, capacidad y buena voluntad del educando. ¿Qué sería de ti con tu edad y experiencia si los demás no te creyeran capaz, no tuvieran fe en ti y en tus posibilidades?
8. Evita los castigos; existen mejores alternativas para modificar conductas negativas.
9. Actúa con firmeza, establece límites, di "¡No!" cuando sea necesario. Hazlo sin herir, pero sin vacilar y apoyándote en tu autoridad moral y en el deseo de aconsejar lo mejor al inmaduro.
10. Permite, sin temor, que el educando sufra las consecuencias de sus omisiones y errores y aprenda de ellos.
11. No hay persona sin voluntad, sin responsabilidad. Recuerda que educar en la responsabilidad es educar en la toma de decisiones.
12. En algún momento el niño debe "dejar el tacatá", como tú tienes que dejar las muletas si te has curado del esguince. Quiero decir que, lo antes posible, hay que dejar de tutelar a los hijos y no decirles en cada momento lo que deben hacer, porque no les dejas crecer mental ni psíquicamente.
13. La educación comienza en la cuna y nunca termina. Esto significa que no podemos descuidarnos, y cada niño necesita que nos adaptemos a su edad cronológica y madurativa.
14. Educar es dar ejemplo de las actitudes y valores que se desean fomentar en el niño, pero no educan menos los ejemplos de los compañeros que los ejemplos de los progenitores, incluido el ejemplo de reconocer los propios errores.
15. Cada hijo y educando necesita "su" tiempo e importancia como individuo, como persona única e irrepetible que es valorada y atendida de manera particular.
16. Hay que diseñar previamente toda intervención educativa; no se puede improvisar sobre la marcha porque cada niño es distinto de los demás, y él mismo es distinto según las circunstancias. Sólo sirve una educación inteligente, pensada.
17. Recordar siempre que los más capacitados no pasamos de simples aprendices como educadores y debemos tener la humildad de saber actualizarnos, seguir aprendiendo y autoevaluarnos con frecuencia para corregir nuestros errores.
18. La educación integral que nos proponemos da prioridad a la formación humana, al desarrollo de las facultades intelectuales y morales, a las costumbres; pero también a la dimensión espiritual, a la sensibilidad.
19. La convivencia, tanto en el hogar como en la escuela, siempre es determinante para el niño. Hay que aunar criterios para que el entorno educativo familiar y el entorno educativo escolar sean lo más propicios posibles para el educando.
20. No perdamos jamás la perspectiva y tengamos presente que el fin de la educación, de toda acción educativa, no es otro que capacitar al ser humano para que dé lo mejor de sí mismo en su propio beneficio y en beneficio de los demás, pero para ser feliz. No educamos con otro fin que enseñar al individuo humano a saber vivir de manera positiva y ser feliz, para que contagie y promueva esa felicidad en sus semejantes. De ahí la importancia de la alegría y el buen humor en el educador. Como bien dice W.M. Godwing, "el verdadero objeto de la educación, como el de cualquier otra disciplina moral, es engendrar felicidad".

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sábado, 29 de septiembre de 2012

La Escuela Krishnamurti




¿Cuál es la educación Krishnamurti?
  
Por el Prof. P. Krishna

(Ex-Rector del Centro de Educación de Rajghat, Fundación Krishnamurti de la India, Varanasi 221001, India) 

Varias personas, tanto en India como en el extranjero, han expresado su interés por iniciar una “Escuela Krishnamurti” en su localidad. En vista de que Krishnaji no especificó ninguna técnica de educación particular, la pregunta surge: “¿Cuáles son los fundamentos de una Escuela Krishnamurti?” No es fácil contestar a esa pregunta y uno necesita indagar más profundamente sobre esto. A través de este artículo quiero compartir algunos pensamientos con aquellos que sientan el interés en la educación. 

Para mí, una escuela Krishnamurti representa un experimento sobre la correcta forma de vivir, sin que nadie le dicte a otro lo que significa eso y sin aceptar ninguna fórmula, ninguna prescripción, ninguna autoridad que deba seguirse sin cuestionamiento. Significa vivir correctamente, no sólo aceptar la pregunta de alguien más y tratar de practicarla o repetirla. A menos que aprendamos a vivir correctamente, no podemos enseñar a los niños a vivir correctamente; por tanto es nuestra primera y más alta responsabilidad averiguar lo que significa vivir correctamente. Uno puede aprender si empieza diciendo: “No lo sé pero voy a averiguarlo”. Entonces uno puede aprender junto con el estudiante –no meramente palabras fáciles como una manera de enseñar. Así que esa es la primera cosa–. No tener nuestra mente llena de conclusiones, de respuestas, de certezas y no apegarse dando importancia excesiva a nuestra propia opinión, a nuestro punto de vista. Para dudar, hay que cuestionar y estar dispuestos a aprender todo el tiempo; nunca estar tan seguros de ni siquiera poder escuchar a otro o considerar un punto de vista diferente. Eso es estar receptivo y no sólo tolerante. 

Nuestra vida tiene cuatro aspectos muy amplios – el físico, el intelectual, el emocional y el espiritual. La correcta forma de vivir demanda la excelencia en todos los aspectos, y un desarrollo saludable de todos ellos. Debemos por tanto crear un ambiente en la escuela que haga posible esto para el niño sin poner énfasis de más en un sólo aspecto. Porque tal educación pretende cubrir todos los aspectos de la vida y no solamente el intelectual, es deseable tener una escuela residencial, en el cual los maestros y los estudiantes vivan y trabajen juntos y tengan una interacción más amplia entre ellos.....



Una escuela Krishnamurti presenta este reto ante nosotros: ¿Podemos vivir en un orden natural, sin miedo, sin compulsión? Eso es el vivir correctamente. ¿Podemos cooperar entre nosotros sin buscar una ventaja personal, sin requerir el acuerdo de opinión y sin formar grupos? ¿Podemos ser amigos sin buscar la lisonja o adulación o la crítica temerosa? ¿Podemos ofrecer lo mejor de nosotros en un juego y estar igualmente felices si nuestro amigo gana? ¿Podemos vivir sin comparación, sin sentimiento de superioridad o inferioridad con respecto de alguien más? ¿Podemos amarnos unos a otros sin depender psicológicamente de unos y otros, utilizando unos y otros? ¿Podemos vivir sin ilusiones, sin mediaciones y accesorios, viendo los hechos como son y haciendo lo correcto sin miedo o favor? 

Ese es el reto que una escuela Krishnamurti nos plantea. Si no podemos vivir así dentro de una pequeña comunidad protegida llamada escuela, ¿cómo podemos esperar que nuestros estudiantes vivan de esa manera en el mundo exterior? ¿Y si no los educamos para vivir de ese modo, entonces qué valor tiene la educación? ¿Acaso queremos darle el significado de educación solamente a cultivar habilidades, usarlas en el mundo exterior para ganar las máximas ventajas materiales, aceptar toda la codicia, violencia y corrupción de la sociedad y contribuir con ella? ¿Es eso toda la educación? Esa es la pregunta que debemos hacernos todos, tanto individualmente como también colectivamente. 

El mayor reto no es el niño, para crear una escuela Krishnamurti, ni las técnicas, ni la sociedad, ni el sistema educacional. Es la falta de entendimiento de nuestros pequeños egos, nuestros propios egos. En este aspecto no somos muy diferentes de los niños, y si uno observa cuidadosamente, encontraría que sus problemas son realmente nuestros problemas. A menos que nosotros los maestros, estemos agudamente conscientes de este hecho, no podremos crear una escuela Krishnamurti, no importa  cuánto pudiéramos luchar con los problemas de disciplina, técnicas educativas, logros, financiamientos y eficiencia. 
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