Al tratar de la felicidad, es preciso
establecer, desde el principio, la diferencia entre placer y felicidad, que
suelen confundirse, lo cual es motivo de serias frustraciones, como dice Platón, que la búsqueda permanente de la felicidad es sinónimo de frustración, y
por lo tanto de infelicidad, es decir, todo lo contrario a lo que se busca. Podemos decir
que todo el mundo va en busca del placer y la felicidad, como una tendencia de
nuestra naturaleza, desea disfrutar y ser feliz, creyendo que es más o menos lo
mismo. Sin embargo, no es así. El diccionario define la felicidad como goce completo del espíritu, y el placer
como sensación agradable; marca,
pues, una diferencia esencial entre ambos vocablos.
Conviene comenzar diciendo que todo
lo que se refiere al ámbito del placer
está relacionado con el cuerpo y lo material, mientras lo que atañe a la felicidad está en relación con el
espíritu y el alma. Entramos, pues, en el mundo de la dualidad, dos mundos muy
distintos, pero complementarios, se necesitan uno a otro; por tanto, hay que
evitar toda polarización en uno cualquiera de estos dos mundos rechazando el
otro, porque ambos son necesarios para que el hombre mantenga el control y el
equilibrio de sí mismo. De ahí la
importancia de conocer las emociones y los sentimientos de uno y otro, esas dos
naturalezas de que está hecho todo ser humano, pues el cuerpo tiene sus propias
emociones y sentimientos, y el alma también posee los suyos. No olvidemos que
somos ambas cosas, alma y cuerpo, espíritu y materia.
De forma que, si nos identificamos
exclusivamente con nuestro cuerpo físico y por ello buscamos satisfacerle sólo
a él, lo que realmente hacemos es ir en busca del placer, no de la felicidad. Y
no hemos de olvidar que el placer está siempre unido a factores externos, a los
sentidos y los instintos, la comida y el sexo, etc. En cambio, la felicidad,
como dice el psicólogo Martin Seligman, de la universidad de Pensylvania*, no
está relacionada con factores externos, sino con cosas como el compromiso o la
vida con significado, con sentido. Dice, asimismo, que la búsqueda de placer no
tiene casi ninguna relación con la cantidad de satisfacción en la vida, y que
los factores para una felicidad duradera son la emoción positiva, el estar
agradecidos y la vida con significado. Pone el siguiente ejemplo: si tomas un
dulce, te masturbas, etc., el placer dura un momento; en cambio la felicidad de
un acto filantrópico dura todo el día y aún más.
Es interesante escuchar el programa
“Aprendiendo a ser felices”, del que extraemos algunas ideas interesantes sobre
la felicidad. Dice Seligman que, en el mundo occidental, hemos gastado la
riqueza en objetos materiales que nos hacían felices, como el lavavajillas o
los helados de vainilla, pero que no proporcionan una felicidad duradera. Sin
embargo lo que la ciencia nos está diciendo, en los últimos diez años, es que
se puede cambiar el compromiso y el significado, el sentido de la vida y la
relación con las personas, “compartiendo algo que es mayor de lo que uno es”. Si
invertimos nuestra riqueza y nuestro tiempo en algo que tenga más significado y
compromiso, todo el tono de la felicidad en el planeta puede cambiar. Se puede
cambiar la vida a los cincuenta años ayudando a otras personas. Sabemos que, en
lo que nos hemos gastado la riqueza, durante los últimos sesenta años, que son
objetos materiales (TV, coches, etc.), no funciona, la gente se ha deprimido
aún más. Pero el excedente que tenemos podemos utilizarlo para construir una
vida más feliz, en el compromiso con otras personas, en el trabajo y en el
sentido de la vida.
Quizás podamos extraer algunas
conclusiones de lo expuesto. El placer no incluye la felicidad, en cambio, la
felicidad sí incluye el placer, por el principio de que lo inferior no incluye
a lo superior, pero lo superior incluye a lo inferior. La felicidad afecta a
todo el ser, en cuerpo y alma, por eso vamos en busca de ella, aún sin saberlo
y, sobre todo, pensando en el disfrute y el placer de lo material, pero la
felicidad no se alcanza fácilmente. El placer, en cambio, sólo afecta al
cuerpo, deja al alma insatisfecha. Alguien ha dicho que el aburrimiento se encuentra al final de todos los placeres; por el
contrario, la felicidad se halla al término de todos los sacrificios. No hemos
de olvidar que la felicidad no consiste en hacer lo que uno quiere (lo que a
uno le da gana, lo que le da placer), sino en querer lo que uno hace. Esto está
relacionado con lo que decía el filósofo griego, Epicteto: No hagas que tu felicidad dependa de lo que no depende de ti.
Pero el ser humano no debería ir en
busca del placer, ni siquiera de la
felicidad, directamente, pues, como dijo el Maestro hindú, Krishnamurti, la felicidad no es en sí misma un fin; es,
como la virtud, un derivado de la libertad. El hombre debe ir en busca de
la consciencia. Dice Jung que los errores del hombre están en la inconsciencia. Hemos de entender esto en
el sentido de que adquirir consciencia es adquirir conocimiento y sabiduría a
la vez, es decir, conocimiento intelectual y conocimiento de nuestro ser
interior (de lo que realmente somos y no de lo que creemos que somos). En una
palabra, adquirir consciencia es despertar, el no permanecer dormidos. De ahí
que la inconsciencia esté ligada a la ignorancia, de la que provienen la
mayoría de los errores que comete el ser humano. Nos referimos aquí,
esencialmente, a la ignorancia de lo que realmente somos, de forma que podemos
tener grandes conocimientos intelectuales, pero ignorar lo que somos.
¿Y qué tiene que ver todo esto con la
felicidad? Pues mucho. El hombre sólo puede ser feliz alcanzando el verdadero
conocimiento de sí mismo; por lo que ser
consciente (es decir, alcanzar el conocimiento de uno mismo) es sinónimo de
ser feliz. ¿Y cuántos seres humanos
llegan a conseguirlo? Pocos, por eso el mundo es tan infeliz. Sólo los llamados
grandes hombres, los grandes benefactores de la humanidad, alcanzan esa cota, y, en general, aquellos que se
entregan, en cuerpo y alma, a servir a los demás, también se van acercando a la
felicidad, aquellos que -como recuerda Martin Seligman- buscan el compromiso con otras personas y el
sentido de la vida.
El experto internacional en el
desarrollo de la creatividad, Ken Robinson, habla del coeficiente de felicidad, como la capacidad de una persona para
contribuir a que los demás se sientan a gusto. De ahí el aforismo no sé bien qué es la felicidad, pero sé que
no es nada si no se comparte. Esta idea de la necesidad de compartir la
felicidad está presente en la pluma de muchos autores. Uno de ellos dice que tenemos solamente la felicidad que hemos
dado. En la misma línea escribió el genio de Pascal: La felicidad es un artículo maravilloso, cuanto más das, más te queda, y
el pensador francés, Auguste Comte: Vivir
para los demás no es sólo la ley del deber, es también la ley de la felicidad.
Se dice de la felicidad que no es una
estación de llegada, sino una manera de viajar. Esa manera de viajar ha de ser
la educación para ser feliz, que debe
estar presente en todas las aulas, tanto de Primaria como de Secundaria, en la
enseñanza formal como no formal, lo que exige al educador una gran preparación
y sobre todo una entrega al servicio de sus alumnos, una cualidad esencial de
todo educador.
Julio Ferreras
Julio Ferreras
* Véase el programa de Redes 363 “Aprendiendo a ser felices”,
en este blog (“Educar para la felicidad”)
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La educación por la música: "Adagio " de Albinoni. Bella y famosa pieza musical, con una historia muy particular. El manuscrito, con los primeros compases de la obra, fue encontrado en la Biblioteca de Dresden, durante el bombardeo de la segunda guerra mundial. Pertenecían, sin duda, al compositor Tomaso Albinoni, pero la composición definitiva estuvo a cargo de Remo Giazotto, biógrafo de Albinoni
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La educación por la música: "Adagio " de Albinoni. Bella y famosa pieza musical, con una historia muy particular. El manuscrito, con los primeros compases de la obra, fue encontrado en la Biblioteca de Dresden, durante el bombardeo de la segunda guerra mundial. Pertenecían, sin duda, al compositor Tomaso Albinoni, pero la composición definitiva estuvo a cargo de Remo Giazotto, biógrafo de Albinoni
Interesantísima entrada; muchas gracias, Julio.
ResponderEliminarEn este momento no sé qué José Luis eres, de los que conozco, pero... muchas gracias.
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