“Educar es convertir a alguien en
persona”
(Enrique Rojas, Catedrático de
Psiquiatría y Psicología Médica y director del Instituto Español de
Investigaciones Psiquiátricas de Madrid)
—Tres consejos para la educación:
no te rindas, es el título de su conferencia del próximo lunes. ¿Cuáles son?
—Cómo educar los sentimientos, la inteligencia y
la voluntad. Educar los sentimientos es conseguir que una persona tenga una
afectividad estable; aprender que el amor es el primer argumento de la vida y
que no hay felicidad sin amor y no hay amor sin renuncia. En cuanto a la
educación de la inteligencia, es enseñar a la gente la importancia de la
lectura, del desarrollo de los instrumentos de la razón y de la lógica de saber
distinguir lo que es accesorio de lo fundamental.
—¿Y la educación de la voluntad?
—Es la joya de la corona de la conducta.
Significa enseñar a que las personas no se abandonen, sino que trabajen su
proyecto con laboriosidad.
—¿Piensa que estos conceptos están
dentro de la sociedad?
—Educar es convertir a alguien en persona, es
seducir por encantamiento y ejemplaridad; educar es enseñarle al hombre lo que
es la vida. Esta última definición implica dos notas: qué es el hombre y qué es
la vida. El hombre es un ser racional, el único ser vivo capaz de decir no a
los sentimientos. Y la vida es el principal argumento de cada uno de nosotros.
Y la vida tiene en su seno cuatro grandes notas: amor, trabajo, cultura y
amistad.
—En casa siempre me dijeron mis
padres que con educación se va a todas partes...
—¡Qué bonita frase! Es toda una tradición
andaluza y española. La palabra educación tiene dos etimologías muy interesantes:
educare, que en latín significa extraer o sacar fuera, y educere, de latín
moderno, que significa acompañar. Por lo tanto, educar es entusiasmar con los
valores.
—¿Qué entiende la sociedad por
educación?
—De entrada, entiende norma de urbanidad. Es, además,
la ética y la estética. La ética es el arte de usar de forma correcta la
libertad. Y la estética, la capacidad para descubrir la belleza que hay a
nuestro alrededor.
—¿Y cree que en esta sociedad en
que vivimos esa ética y estética están presentes?
—No. El gran escándalo de la sociedad actual es
la perfección de los medios y la confusión de los fines. Nunca el ser humano
había sabido tanto de todo y al mismo tiempo nunca había estado tan perdido.
Eso es un escándalo, porque los jóvenes están perdidos.
—¿Y qué me puede decir de las
crisis conyugales?
—El amor conyugal se ha convertido en un deporte
de alto riesgo, como el parapente, porque tiene un alto porcentaje de artesanía
psicológica y de renuncia. Hay mucha prisa por llegar, pero no sabemos a dónde.
La felicidad es el resultado de un proyecto de vida.
—Pero la felicidad, tal y como se
entiende ahora mismo, es matizable. ¿Con qué piensa que el hombre actual es
feliz?
—El hombre de esta sociedad es feliz con tres
cosas: bienestar, nivel de vida y seguridad.
—¿Y no es la felicidad algo más que
eso?
—La felicidad está por encima de esas tres cosas
que hoy demanda la sociedad. Consiste en hacer algo que merece la pena, algo
grande cada uno según posibilidades y situación.
—Pero todos tendemos a fijarnos en
la persona que tenemos a nuestro lado y, claro, surgen las comparaciones.
—Uno de los errores que cometemos con frecuencia
es mirar la vida ajena. Y esto produce reacciones de envidia, que no es otra
cosa que tristeza ante el bien ajeno.
—¿Y cómo evitaríamos la envidia?
—Mirando más la vida propia que la del otro. Y si
uno siente recelo de que el otro tiene más cosas en positivo, intentar la
emulación.
—Dígame entonces, si es posible,
una definición de la felicidad en pocas palabras.
—La felicidad consiste en tener buena salud y
mala memoria, es decir, capacidad para olvidar las cosas malas del pasado.
—¿Hacia dónde camina esta sociedad
en cuestión de educación?
—Los siglos XV y XVI son los siglos de la poesía;
el XVII, el del teatro; el siglo XVIII es la Ilustración, la entronización de
la razón. El siglo XIX es el del Romanticismo y tiene en la novela sus
principales educadores. El siglo XX es el del Periodismo y el cine. El siglo
XXI, por el momento, es el de las redes sociales. Todo está interconectado.
Todo tiene que ver con todo, lo cual responde a la tesis de McLuhan de que
estamos en un mundo global.
«No
hay crisis de la familia, sino de la persona»
Enrique Rojas presentó, hace un mes, el nuevo
suplemento «ABC familia», algo que considera «un honor», a la par que precisa,
al referirse a ésta, que «no hay una crisis de la familia, sino una crisis de
la persona. En la sociedad actual se han ido creando personas más débiles, más
endebles y menos sólidas. En consecuencia, la familia pierde apoyo porque no
hay solidez en lo fundamental. Ante esto hay que conseguir que el edificio no
se derrumbe, sino que esté con una arquitectura sólida: solidez de los
sentimientos, de la inteligencia y de la voluntad».
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