El ser humano no es una simple figura de
carne y hueso que subsiste en un mundo sólido, predeterminado e inmutable
regido únicamente por la materia.
La mecánica cuántica, es decir, la ciencia
que estudia el microcosmos subatómico ha revelado que el tiempo y el espacio no
existen objetivamente como creemos, por el contrario estos conceptos son
ilusiones de percepción creadas por la mente humana.
Si nuestro cuerpo físico, junto con el
mundo material, ocupan un punto especifico en la línea espacio-tiempo,
significa que toda la materia (incluyéndonos) no es tan real como parece.
A nivel subatómico la realidad física está
constituida, en un 99,99 % de vacío, es decir que el mundo exterior percibido
por los cinco sentidos es más una ilusión óptica que algo concreto. De acuerdo
con la mecánica cuántica, los objetos en sí no existen, solamente un super
campo de energía manifestándose en infinitas posibilidades.
Todo lo que existe es, en esencia, pura
energía, desde una planta, una roca, un sol, hasta las emociones y pensamientos
humanos. El cosmos es en sí un mar indefinido de energía que adopta múltiples
formas de acuerdo al modo en que fluye.
Tomemos como ejemplo el agua: puede
mostrarse como hielo, lluvia o vapor, sin embargo, en esencia, sigue siendo
agua.
El observador y lo observado no están
separados son de hecho una misma cosa; todos estamos conectados a través de una
red invisible de energía conocida por la ciencia cuántica como campo unificado.
Esta energía que impregna cada cosa
existente en el cosmos, no es como la que comúnmente describe la ciencia, es de
hecho una supra-energía metafísica de carácter espiritual.
Dicha esencia creadora llamada
"Tao", en medio oriente, es el principio que organiza el universo a
través de la relación existente entre vibración y materia.
Mientras que la vibración es la fuerza
creadora masculina o "yang", la materia es la fuerza receptora
femenina o "ying"; estos dos principios se mezclan para dar vida al
universo entero.
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