Silvia
Patrono-¿Por qué dejaste el camino de la enseñanza oficial? Por enseñanza
oficial me refiero a la educación en una escuela media tradicional.
Carlos González- Todo en mi entorno y en mi interior indicaba que había terminado una etapa en mi vida. El ambiente era asfixiante para mí, pues me veía obligado a hacer cosas en contra de mi sentir, entrando en contradicción con lo que yo estaba tratando de comunicar a mis alumnos. El no ser un ejemplo de lo que trataba de enseñar me convertía en un falso maestro. Me marché para poder desplegar libremente mi autenticidad, por respeto a mi propio ser. A esto debo añadir que me sentía “embarazado” de nuevas ideas, necesitaba darlas a la luz. Siempre he sido un amante de la divulgación, la vida me daba una oportunidad para poder ejercerla como profesional.
S.P.-¿Qué significa ser un divulgador del Nuevo Paradigma Científico?
C.G.-Occidente, fascinado por la materia, creó la Física para investigarla. El método científico catapultó los logros, permitiendo un desarrollo tecnológico como nuestra historia conocida no ha registrado jamás. Cuando la Física traspasó los límites del átomo, la materia desapareció ante sus ojos, por lo menos, la idea que se tenía de ella. El materialismo, que hasta entonces había sido el espacio creador de todas nuestras ciencias experimentales, fue trascendido, y por primera vez el investigador se encontró fuera del espacio seguro de los estamentos que le habían cobijado hasta entonces. Esto hizo que muchos de los físicos fundadores de la Cuántica llegaran a tener crisis existenciales. Poco a poco, se fue descubriendo que el observador no se podía separar de lo observado; que había algo sutil que los conectaba. Se desveló la existencia de un mundo más allá de nuestros sentidos físicos: el universo de la conciencia. Ésta era la creadora de todo lo visible. La Ciencia de la Conciencia había nacido. Los conocimientos que abarca constituyen los Nuevos Paradigmas. Esta nueva ciencia, que englobaría también todas las anteriores, trae consigo un gran regalo: nos convierte a todos en científicos, por el simple hecho de que el laboratorio para investigar nos acompaña siempre a todos los humanos: es nuestra propia conciencia. Imaginemos por un momento el potencial inmenso que poseería una sociedad donde todo el mundo fuese un investigador, y además en la que todos los conocimientos estuviesen integrados en el marco de la conciencia. Cosas como la competitividad carecerían de todo sentido, estaríamos ante una humanidad capaz de realizar todos los sueños que se propusiera. Divulgar estas posibilidades constituye una parte fundamental de mis sueños, y fue el impulsor que me llevó a encerrarme durante nueve meses, toda una gestación, para escribir “Veintitrés maestros, de corazón”
Carlos González- Todo en mi entorno y en mi interior indicaba que había terminado una etapa en mi vida. El ambiente era asfixiante para mí, pues me veía obligado a hacer cosas en contra de mi sentir, entrando en contradicción con lo que yo estaba tratando de comunicar a mis alumnos. El no ser un ejemplo de lo que trataba de enseñar me convertía en un falso maestro. Me marché para poder desplegar libremente mi autenticidad, por respeto a mi propio ser. A esto debo añadir que me sentía “embarazado” de nuevas ideas, necesitaba darlas a la luz. Siempre he sido un amante de la divulgación, la vida me daba una oportunidad para poder ejercerla como profesional.
S.P.-¿Qué significa ser un divulgador del Nuevo Paradigma Científico?
C.G.-Occidente, fascinado por la materia, creó la Física para investigarla. El método científico catapultó los logros, permitiendo un desarrollo tecnológico como nuestra historia conocida no ha registrado jamás. Cuando la Física traspasó los límites del átomo, la materia desapareció ante sus ojos, por lo menos, la idea que se tenía de ella. El materialismo, que hasta entonces había sido el espacio creador de todas nuestras ciencias experimentales, fue trascendido, y por primera vez el investigador se encontró fuera del espacio seguro de los estamentos que le habían cobijado hasta entonces. Esto hizo que muchos de los físicos fundadores de la Cuántica llegaran a tener crisis existenciales. Poco a poco, se fue descubriendo que el observador no se podía separar de lo observado; que había algo sutil que los conectaba. Se desveló la existencia de un mundo más allá de nuestros sentidos físicos: el universo de la conciencia. Ésta era la creadora de todo lo visible. La Ciencia de la Conciencia había nacido. Los conocimientos que abarca constituyen los Nuevos Paradigmas. Esta nueva ciencia, que englobaría también todas las anteriores, trae consigo un gran regalo: nos convierte a todos en científicos, por el simple hecho de que el laboratorio para investigar nos acompaña siempre a todos los humanos: es nuestra propia conciencia. Imaginemos por un momento el potencial inmenso que poseería una sociedad donde todo el mundo fuese un investigador, y además en la que todos los conocimientos estuviesen integrados en el marco de la conciencia. Cosas como la competitividad carecerían de todo sentido, estaríamos ante una humanidad capaz de realizar todos los sueños que se propusiera. Divulgar estas posibilidades constituye una parte fundamental de mis sueños, y fue el impulsor que me llevó a encerrarme durante nueve meses, toda una gestación, para escribir “Veintitrés maestros, de corazón”
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