Objetivos de la Nueva Educación[1]
(Julio Ferreras)
Las declaraciones, convenciones y pactos internacionales sobre educación expresan su objetivo más o menos en estos términos: “La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales”. Así reza el art. 26.2 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y también el 27.2 de la Constitución Española.
“El desarrollo de la personalidad” es, pues, un objetivo primordial de la educación. Así, Jung dice: “La educación de la personalidad se ha convertido hoy en un ideal educativo opuesto a ese hombre estándar, colectivo o normal que exige el carácter de masa”. Este objetivo va unido a este otro: la formación del carácter, pues la personalidad y el carácter definen a los seres humanos. Son objetivos de toda educación señalados frecuentemente por los autores. Nos recuerdan la importancia del carácter, estos dichos: “preocúpate más de tu carácter que de tu fama, pues tu carácter es lo que tú eres de verdad, mientras que tu reputación es sólo lo que otros piensan que eres”, y “el que siembra un carácter recoge un destino”.
Este desarrollo de la personalidad y del carácter forma parte del desarrollo integral del ser humano, del que hablan casi todas las leyes de educación sin ponerlo en práctica. Para ello, es preciso “encaminar al individuo hacia su propio conocimiento y a su despertar interno”, uno de los objetivos fundamentales de la Nueva Educación, lo cual demanda una mayor atención de todas sus naturalezas: física, instintiva, emocional, mental y espiritual. Sin este conocimiento, el ser humano no puede realizarse ni como ser individual ni como ser social. Por eso, dedicamos un capítulo del libro al conocimiento del hombre. El educador, escritor y conferenciante británico, Ken Robinson, habla de tres objetivos en la educación, y afirma: “El tercer gran objetivo es personal… una de las cosas que esperamos de la educación es que nos ayude a convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos; que nos ayude a descubrir nuestros talentos, nuestras destrezas. Y creo que la educación ha fracasado estrepitosamente en ese sentido, puesto que muchos acaban sus estudios sin descubrir lo que se les da bien, sin averiguar jamás sus talentos”.
“Lograr un mayor desarrollo de la mente humana” es también otro objetivo esencial de la Nueva Educación, derivado del anterior. Es preciso desarrollar todas las facultades mentales, no sólo la razón, sino también el discernimiento, la imaginación, la creatividad, la intuición, e incluso la conciencia. El hombre es un ser mental, y la mente es el mayor poder del universo. La mente humana es la gran desconocida; por eso, se dice que sólo hacemos de ella un uso aproximado del diez por ciento de sus posibilidades. El futuro de la humanidad está en el uso que haga de la mente y del nivel de evolución de su conciencia.
La Declaración de Chicago sobre Educación habla, en su principio VIII, de la educación global, de que cada uno de nosotros es un ciudadano del mundo, y dice que uno de los objetivos de la educación global es abrir las mentes. Para Krishnamurti, uno de los más grandes educadores del siglo XX, la verdadera educación exige “generar un cambio en la mente”, y habla de la necesidad de desarrollar una mente científica que se interesa por los hechos y una mente religiosa que no pertenece a ninguna secta, a ningún grupo, religión o iglesia organizada.
Un objetivo básico de la Nueva Educación es “hacer hombres libres y responsables”, guiar al ser humano hacia su propia independencia, un objetivo tan difícil y doloroso como el anterior, debido a las múltiples ataduras y miedos de todo tipo que envuelven al ser humano. Pero en eso consiste la verdadera educación, en liberarle de esas ataduras, de toda traba mental y social, de todos los miedos, y hacerle responsable de su propia vida y de la del planeta. Por eso, para el educador y pedagogo, P. Freire, alfabetizar era sinónimo de concienciar, liberar al analfabeto de su conciencia oprimida y del miedo. Toda educación es para Freire implícitamente liberadora.
Es preciso implantar un sistema educativo que desarrolle, desde el principio, la responsabilidad personal de los estudiantes, ofreciéndoles las oportunidades de expresarse por sí mismos, y no darles un currículo como un sistema cerrado, sino totalmente abierto en el que ellos puedan participar. Einstein señala como una de las metas del ser humano “alcanzar el desarrollo libre y responsable del individuo, de modo que sea capaz de poner sus energías libre y alegremente al servicio de toda la humanidad”.
“Dar a conocer a los niños y adolescentes la existencia de la dualidad”, un hecho esencial de la naturaleza y de la vida bastante desconocido, es también uno de los objetivos de la Nueva Educación. Ayudarles a integrar, a nivel de la personalidad, los diferentes pares de opuestos: la salud y la enfermedad, la verdad y el error, el bienestar y el dolor, el éxito y el fracaso, el bien y el mal. Aceptar estos hechos y comprenderlos, tal y como son en la vida y la naturaleza, y saber que podemos aprender tanto de uno como de otro, esta educación lleva al niño a vivir en el equilibrio, la equidad, la tolerancia y el respeto, y en una convivencia pacífica.
“Educar para participar y colaborar, no para competir y rivalizar”. Esa es la diferencia entre la Nueva Educación y la educación convencional. Competir sin el expreso deseo de ganar y obtener beneficios a toda costa y sin escrúpulos, aceptando unas reglas de juego limpias e iguales para todos, puede ser bueno e incluso conveniente; pero, en el fondo, esta forma de competir probablemente se acerque más a la participación y la colaboración. De todas formas, la dura y salvaje competencia, inhumana y cruel, a la que asistimos hoy en casi todos los ámbitos de la sociedad, es una de las causas de la mayoría de enfrentamientos, conflictos y frustraciones que padece la humanidad, originados principalmente por la conciencia de separatividad y de enemistad en que viven los pueblos. La Nueva Educación trata de educar para la participación y la colaboración, en un clima de solidaridad y fraternidad, con una conciencia de unidad en un mundo cada vez más interdependiente e interrelacionado. Esto exige un trabajo en equipo, que ha de suplir al actual aislamiento de los alumnos en el aula.
La verdadera educación pretende ayudar al niño a “encontrar su proyecto personal de vida”, a desarrollar todas sus capacidades y potencialidades, es decir, a su propia autorrealización. Si la educación no logra despertar en el niño y el adolescente lo que hay en su interior y a realizarse como ser humano, esa educación ha fracasado. La educación convencional ha tratado de crear ciudadanos iguales y autómatas, que respondan fácilmente a los requerimientos de los poderes dogmáticos dominantes. En cambio, la Nueva Educación intenta que cada persona se encuentre a sí misma, que desarrolle su propia individualidad y su independencia, lo cual es compatible con el sentimiento de unidad y de fraternidad. El psicólogo A. Maslow afirma: “La mejor cultura es la que satisface todas las necesidades básicas humanas y permite la autorrealización… Lo mismo puede decirse de la educación. En la medida en que promueva el desarrollo hacia la autorrealización, se tratará de una buena educación” .
Otros objetivos de la Nueva Educación son el desarrollo de la voluntad y de la creatividad en el niño, inculcarle el amor y el respeto a la naturaleza, a la vida y a la verdad, la alegría de vivir, la participación activa y responsable en todas las manifestaciones ciudadanas, desde la familia al colegio, el trabajo y la sociedad. Asimismo, es importante introducir en el adolescente la necesidad del pensamiento crítico que, si no aparece a esta edad, quedará frustrado.
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