Dogma o tolerancia
Giner tenía muy claro que debía excluirse «la enseñanza confesional
o dogmática», según su propia expresión, no solo de las escuelas del Estado,
sino también de las privadas. Desde esta perspectiva, su insistencia en la
neutralidad de la educación se enriquece con una nueva dimensión, relacionada
con la vida en común. Formar individuos capaces de emanciparse de la tutela
sectaria de los dogmas es la condición previa para una convivencia en
libertad. Y es que no puede haber tolerancia sin respeto a las opiniones
ajenas, por más que puedan chocar frontalmente con nuestras convicciones más
íntimas y arraigadas. Pero esa disposición no es innata, sino que solo puede
ser aprendida en el transcurso de un desarrollo educativo correctamente orientado.
La tolerancia era para Giner un valor, un valor inmanente al hombre. Giner
dice en sus Estudios sobre la educación: «si hay una
educación religiosa que deba darse es la de la tolerancia positiva, no
escéptica e indiferente, de las simpatías hacia todos los cultos y
creencias».
Alzar la bandera del laicismo frente al dominio de lo
eclesiástico-clerical, reivindicar la libre discusión frente al dogmatismo
tomista o desarrollar la educación activa e integral frente a la enseñanza
memorística, probablemente, era la actitud más progresista que esta sociedad
era capaz de generar.
La Institución se propone como escuela neutral, es decir, como una
escuela que promueve un sentido religioso general de la vida con
independencia de las formas de manifestación concreta y ritual de ese sentido
y sin adelantar, en ningún caso, verdadera confesión alguna. Y ello obedece,
entre otras cosas, a la decisión de mantener a la escuela apartada de las
pasiones y enfrentamientos que dividen a los hombres que determinan tantas
veces, según ellos por falta de educación, la aparición de un ciego instinto
de exterminio por parte de aquellos que se creen en posesión de la verdad.
Para ellos, la escuela tiene que crear por encima de eso un profundo
sentimiento de solidaridad humana en la pluralidad, una convicción que haga a
todo individuo algo sagrado en cuanto ser humano, y más cercano que distante
de nosotros en cuanto miembro de otra confesión u otro partido. Sólo así, en
opinión de estos educadores, no se lesionan los elementos centrales del
humanismo integral que se encuentran como un germen en la personalidad del
niño.
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lunes, 24 de febrero de 2014
¿Dogma o tolerancia en la escuela? (Institución Libre de Enseñanza)
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