En estos momentos de grave situación
social, en que muchos ciudadanos han perdido su trabajo y apenas disponen de medios
para sobrevivir, es especialmente necesaria la solidaridad social, las ayudas a
los más necesitados. Esa es la verdadera
prueba de que un pueblo es avanzado, y no sólo la renta per cápita. Si un pueblo no desarrolla el sentido de
responsabilidad y la solidaridad, no se pude decir que evoluciona y progresa, porque
donde domina el egoísmo y la insolidaridad, no hay avance real de una sociedad,
sino desequilibrios sociales e injusticias, que son la simiente de los
enfrentamientos y la parálisis social.
En este sentido, la existencia de los
bancos de alimentos y de las personas que los sostienen y trabajan en ellos, es
una demostración de la solidaridad humana. ¿Qué menos hemos de hacer que dar de comer al hambriento? Es uno de
los más elementales principios de cualquier cultura y religión humanitarias, y
de toda sociedad que se precie de democrática.
Hay 54 bancos en España; funcionan como una empresa, hay
jubilados que trabajan desinteresadamente y otros voluntarios. Para participar se
puede asistir a las colectas de las grandes superficies.
Educar a los niños y los adolescentes
en la solidaridad es educarles para una sociedad justa y avanzada en el orden
social. La solidaridad, como las otras virtudes y cualidades, debe aprenderse
en esas etapas, cuando la naturaleza está mejor predispuesta para ello, debido
a la necesidad que tienen de ella el niño y el adolescente, a causa de sus
diversas limitaciones como seres aún dependientes, por lo que no han arraigado en
ellos, a no ser débilmente, ni el egoísmo ni los vicios propios de la edad
adulta.
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