martes, 16 de abril de 2013

UN GRAN PACTO SOCIAL POR LA EDUCACIÓN



UN GRAN PACTO SOCIAL POR LA EDUCACIÓN

El revuelo levantado con motivo del resultado, hecho público por la consejería de educación de Madrid, acerca de unas pruebas para maestros de Primaria, pone -una vez más- el dedo en la llaga sobre la urgente necesidad de alcanzar un gran pacto social por la educación, integrado por todas las fuerzas políticas y sociales del país, como el único medio posible para acabar con la improvisación y el abuso en materia educativa, tanto de las comunidades autónomas como de los gobiernos unicolores de turno. En ese pacto se contemplaría, entre otras medidas, la creación de un organismo o institución integrado por las personalidades más sobresalientes del país, en el mundo de la educación, sin distinción de color político. Ese organismo sería el responsable de elaborar las directrices de un nuevo sistema educativo, vigente para varias legislaturas, independientemente del color político que gobierne; y los políticos deberían ceñirse a la labor de gestión y de control, no de dirección. ¿Hay otro medio de intentar, seria y responsablemente, solucionar la grave crisis educativa que sufre España? Parece que no. Así lo demuestran los países que han alcanzado ese gran pacto social, porque consideran la educación como uno de los bienes más importantes, junto a la salud.
Pienso, evidentemente, al escribir esto, si nuestro país está preparado para este gran pacto. Y la respuesta, tristemente, es: NO; no hay más que ver, entre otras cosas, por dónde camina el Sr. Wert (camina sin “ver” realmente la solución a la crisis; disculpen el juego de palabras, creo que justificado). Pues bien, atengámonos a las consecuencias. Con los actuales decretos educativos de recortes, unilaterales y autoritarios, y la ley que prepara el Sr. Wert, la grave crisis se agudizará aún más, lo que no hará sino agravar la deplorable situación económica y social que sufre nuestro país.
Descendiendo al terreno concreto del resultado de esas pruebas, sería oportuno hacer algunas consideraciones. En primer lugar, la evidencia de la grave crisis educativa nacional e internacional, que exige una total transformación del sistema educativo convencional, como señalan los más grandes expertos educativos mundiales: R. Gerver, M. Prensky, Ken Robinson, R. Schank, H. Gardner, etc., y en España, J. A. Marina, entre otros. En segundo lugar, es preciso señalar la incompetencia y la mediocridad de tantos políticos, responsables de educación en nuestro país, que en algunos casos llega a la irresponsabilidad, como en las Comunidades de Madrid y Valencia. La razón es muy simple: son los educadores los que deben dirigir la educación, no los políticos.
En tercer lugar, y no menos importante, ¿qué demuestran, en el fondo, esas pruebas y, sobre todo, el hacerlas públicas de esa manera? Creo que indican muchas cosas: Una gran crisis de la educación en nuestro país, pues esa falta de conocimientos que se achaca a los opositores, es debida al deterioro de la educación, en sus primeras fases. Una ignorancia social acerca de la verdadera formación del educador, que no consiste, esencialmente, en saber por dónde pasa el río Ebro, ni en captar a los que poseen la mayor cantidad de conocimientos generales (eso son restos de inmadurez e infantilismo, de jugar a pillar); la formación del educador consiste en algo más profundo y profesional, como el necesario conocimiento del mundo del niño y del adolescente, que exige serios estudios de psicología infantil y educativa, de pedagogía y didáctica, de las modernas técnicas educativas, y un largo etcétera, así como un código de conducta o código ético específico del educador, un control y un equilibrio mental y emocional, unos principios y valores humanísticos. En suma, la formación del educador es mucho más profunda y compleja de lo que consideran las actuales autoridades educativas y la propia sociedad.
Esas pruebas indican, ante todo, una falta de respeto a los educadores y una grave desconsideración social de esa noble y denostada profesión. Sólo se exige la nota mínima para acceder a las facultades de educación y de letras, que están centradas casi únicamente en la pura y simple adquisición de conocimientos, la mayoría al margen de las necesidades del educador. Y lo que es más sorprendente, ¿por qué los futuros educadores están dispersos por las facultades de educación, de letras y ciencias?  ¿No deberían formarse todos en la facultad de educación, como los médicos se forman en la facultad de medicina? ¿No es la demostración del caos educativo?
A muchas de estas facultades no suelen acceder los estudiantes mejor preparados, como en Finlandia, por ejemplo, sino generalmente aquellos que no han podido acceder a otras facultades o escuelas superiores, de mayor prestigio social y para las que se requiere las máximas calificaciones. De ello se extrae, según las estadísticas, en España y muchos países europeos, un promedio de estudiantes de baja autoestima, en educación, de graves consecuencias en este campo.
De esta evidente falta de formación educativa, ¿hasta qué punto son responsables los actuales maestros y profesores? Sería injusto achacarles a ellos esta situación. Toda la sociedad es responsable, y muy en especial aquellos políticos que tienen, injustamente, en sus manos prácticamente todo el poder en educación. Ellos son los que “ordenan y mandan”, sin ser los profesionales de la educación, sólo sus gestores. La mayor responsabilidad, hoy, de los profesores, a nivel nacional, debería ser oponerse -unidos- a esos desajustes y despropósitos de los políticos, como están haciendo los profesionales de la medicina, precisamente (¡qué casualidad!) en la Comunidad de Madrid. ¿Qué pretenden los políticos de esta comunidad, que no cesan en su campaña de descrédito de la educación y la salud públicas? Es la mejor forma de arruinar un país; ¿no han dado ya demasiados pasos en ese sentido?

Julio Ferreras, educador, excatedrático de IES

(Publicado en Diario de León, 13-04-2013)

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