UN GRAN PACTO SOCIAL POR LA
EDUCACIÓN
El
revuelo levantado con motivo del resultado, hecho público por la consejería de
educación de Madrid, acerca de unas pruebas para maestros de Primaria, pone
-una vez más- el dedo en la llaga sobre la urgente necesidad de alcanzar un
gran pacto social por la educación, integrado por todas las fuerzas políticas y
sociales del país, como el único medio posible para acabar con la improvisación
y el abuso en materia educativa, tanto de las comunidades autónomas como de los
gobiernos unicolores de turno. En ese pacto se contemplaría, entre otras
medidas, la creación de un organismo o institución integrado por las
personalidades más sobresalientes del país, en el mundo de la educación, sin
distinción de color político. Ese organismo sería el responsable de elaborar
las directrices de un nuevo sistema educativo, vigente para varias
legislaturas, independientemente del color político que gobierne; y los
políticos deberían ceñirse a la labor de gestión y de control, no de dirección.
¿Hay otro medio de intentar, seria y responsablemente, solucionar la grave
crisis educativa que sufre España? Parece que no. Así lo demuestran los países que
han alcanzado ese gran pacto social, porque consideran la educación como uno de
los bienes más importantes, junto a la salud.
Pienso,
evidentemente, al escribir esto, si nuestro país está preparado para este gran
pacto. Y la respuesta, tristemente, es: NO; no hay más que ver, entre otras
cosas, por dónde camina el Sr. Wert (camina sin “ver” realmente la solución a
la crisis; disculpen el juego de palabras, creo que justificado). Pues bien,
atengámonos a las consecuencias. Con los actuales decretos educativos de
recortes, unilaterales y autoritarios, y la ley que prepara el Sr. Wert, la
grave crisis se agudizará aún más, lo que no hará sino agravar la deplorable
situación económica y social que sufre nuestro país.
Descendiendo
al terreno concreto del resultado de esas pruebas, sería oportuno hacer algunas
consideraciones. En primer lugar, la evidencia de la grave crisis educativa
nacional e internacional, que exige una total transformación del sistema
educativo convencional, como señalan los más grandes expertos educativos
mundiales: R. Gerver, M. Prensky, Ken Robinson, R. Schank, H. Gardner, etc., y
en España, J. A. Marina, entre otros. En segundo lugar, es preciso señalar la
incompetencia y la mediocridad de tantos políticos, responsables de educación
en nuestro país, que en algunos casos llega a la irresponsabilidad, como en las
Comunidades de Madrid y Valencia. La razón es muy simple: son los educadores los
que deben dirigir la educación, no los políticos.
En
tercer lugar, y no menos importante, ¿qué demuestran, en el fondo, esas pruebas
y, sobre todo, el hacerlas públicas de esa manera? Creo que indican muchas
cosas: Una gran crisis de la educación en nuestro país, pues esa falta de
conocimientos que se achaca a los opositores, es debida al deterioro de la
educación, en sus primeras fases. Una ignorancia social acerca de la verdadera
formación del educador, que no consiste, esencialmente, en saber por dónde pasa
el río Ebro, ni en captar a los que poseen la mayor cantidad de conocimientos
generales (eso son restos de inmadurez e infantilismo, de jugar a pillar); la
formación del educador consiste en algo más profundo y profesional, como el
necesario conocimiento del mundo del niño y del adolescente, que exige serios
estudios de psicología infantil y educativa, de pedagogía y didáctica, de las
modernas técnicas educativas, y un largo etcétera, así como un código de
conducta o código ético específico del educador, un control y un equilibrio
mental y emocional, unos principios y valores humanísticos. En suma, la
formación del educador es mucho más profunda y compleja de lo que consideran las
actuales autoridades educativas y la propia sociedad.
Esas
pruebas indican, ante todo, una falta de respeto a los educadores y una grave
desconsideración social de esa noble y denostada profesión. Sólo se exige la
nota mínima para acceder a las facultades de educación y de letras, que están
centradas casi únicamente en la pura y simple adquisición de conocimientos, la
mayoría al margen de las necesidades del educador. Y lo que es más
sorprendente, ¿por qué los futuros educadores están dispersos por las
facultades de educación, de letras y ciencias?
¿No deberían formarse todos en la facultad de educación, como los
médicos se forman en la facultad de medicina? ¿No es la demostración del caos
educativo?
A
muchas de estas facultades no suelen acceder los estudiantes mejor preparados,
como en Finlandia, por ejemplo, sino generalmente aquellos que no han podido
acceder a otras facultades o escuelas superiores, de mayor prestigio social y
para las que se requiere las máximas calificaciones. De ello se extrae, según
las estadísticas, en España y muchos países europeos, un promedio de
estudiantes de baja autoestima, en educación, de graves consecuencias en este
campo.
De
esta evidente falta de formación educativa, ¿hasta qué punto son responsables
los actuales maestros y profesores? Sería injusto achacarles a ellos esta
situación. Toda la sociedad es responsable, y muy en especial aquellos
políticos que tienen, injustamente, en sus manos prácticamente todo el poder en
educación. Ellos son los que “ordenan y mandan”, sin ser los profesionales de
la educación, sólo sus gestores. La mayor responsabilidad, hoy, de los
profesores, a nivel nacional, debería ser oponerse -unidos- a esos desajustes y
despropósitos de los políticos, como están haciendo los profesionales de la
medicina, precisamente (¡qué casualidad!) en la Comunidad de Madrid. ¿Qué pretenden
los políticos de esta comunidad, que no cesan en su campaña de descrédito de la
educación y la salud públicas? Es la mejor forma de arruinar un país; ¿no han
dado ya demasiados pasos en ese sentido?
Julio
Ferreras, educador, excatedrático de IES
(Publicado en Diario de León, 13-04-2013)
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