domingo, 28 de mayo de 2017

Ana María Oliva: "Lo que tu luz dice"


Como profesora y científica, sé que hablar de determinados temas es algo complejo. A pesar de dar clases de Bioelectricidad Bioelectromagnetismo, sé que la mayoría de las personas asocian el aura (nombre tradicional del campo electromagnético de los seres vivos) a algo de ámbito esotérico, nada que ver con la ciencia.
Sin embargo, hace ya muchas décadas que grandes científicos han hecho importantes descubrimientos sobre este tema. Lo que ocurre es que esos descubrimientos están fuera de los temarios clásicos, y muchas personas no se sienten cómodas con ellos.

¿Por qué? Pues muy sencillo.
Porque aceptar determinados postulados, determinadas evidencias, nos hace salir de nuestra zona de confort, nos hace replantearnos nuestra forma de vivir. Creo que es maravilloso tener conciencia de que tenemos un campo electromagnético (y energético) que varía continuamente, adaptándose y respondiendo a los estímulos exteriores e interiores. Y creo que todo el mundo debería saber qué cosas hacen que su campo se fortalezca y cuáles lo debilitan. Sin entrar en batallar contra nadie ni contra nada, el lenguaje de la energía es un lenguaje que no juzga. Solo muestra. Como buscadora, descubrir el mundo de la energía asociada a los seres vivos me abrió un espectro tremendo: por un lado, asoman todas las preguntas de cómo es, cómo medirlo, cómo se ensucia y se limpia, qué muestra, qué información tiene contenida... 

Por otro lado, lo que hasta entonces eran verdades aprendidas, de repente dejan de tener sentido. Mi cuerpo ya no es algo determinado genéticamente, sino que está continuamente regenerándose, y la clave de la regeneración puede estar en el campo energético. Como ser humano, las preguntas que todos nos hacemos de por qué es tan sencillo sufrir y tan difícil mantenerse en paz, todo eso cobra nuevo sentido, y tiene nuevas respuestas. Acceder al campo de energía de la persona es acceder a la información codificada en él, es acceder al alma, e incluso asomarse al espíritu de esa persona. Con la ventaja de que no solo soy yo la que lo puede ver, sino que además lo puedo mostrar para que la otra persona lo vea. Observar mi propio campo energético me ayuda a salir del autoengaño, y a mirar mi realidad como es, no como yo querría que fuera.

También, descubrir los mundos energéticos me permitió a mi misma recuperar el poder sobre mi propia vida, dejar de estar siempre a expensas de lo que los demás pudieran hacer por mi salud, y empezar a responsabilizarme de ello. Pero sobre todo, lo que me ha permitido sin ninguna duda, es ser más feliz. ¿por qué? Porque entiendo que mi cuerpo energético no tiene límite, y por tanto, yo no tengo más límite que el que me imponen mis propias creencias. Y por eso escribí este libro, para poder compartir lo que he aprendido, por si a alguien le sirve para su propio crecimiento.

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