miércoles, 28 de marzo de 2012

Educar deleitando

Educar deleitando[1]  
(Julio Ferreras)

Dice Platón en la República: “No habrá, pues, que emplear la fuerza para la educación de los niños; muy al contrario, se deberá enseñarles jugando, para llegar también a conocer mejor las inclinaciones naturales de cada niño”. Esta cita de Platón (uno de los primeros pedagogos y educadores de la historia), de hace veinticinco siglos, nos recuerda el principio que defendemos en la Nueva Educación: Educar deleitando, que es la antítesis del principio defendido y practicado por la educación convencional: La letra con sangre entra. Estos dos principios educativos señalan dos visiones del mundo y de la vida completamente diferentes, que constituyen dos pedagogías igualmente diversas.
“Si la educación es un derecho, ¿por qué es tan dura como obligación?”, o “si aprender es interesante, ¿por qué hay tantas horas de aburrimiento?” Estas y otras preguntas semejantes, que encontramos en centros y lugares relacionados con la educación, expresan claramente la pedagogía dominante hoy día en el mundo de la educación convencional. Son la manifestación evidente del principio “la letra con sangre entra”, una pedagogía del absurdo, llena de contradicciones, dogmática y a la vez paternalista; que premia la cantidad y no la calidad, lo externo y aparente, no lo interno y real; en la que la autoridad siempre tiene razón, los derechos y el saber son exclusivos de los mayores, los menores sólo tienen obligaciones y son ignorantes; educa para la obediencia irracional y la sumisión, no para la libertad y la responsabilidad, etc. P. Freire, en “Pedagogía del oprimido”, define así esta educación: “El educador es quien sabe; los educandos, los que no saben; el educador es quien piensa, los educandos son los objetos pensados, etc.”
“¿Por qué nuestros colegios tienen la costumbre rutinaria de castigar y limitar a los jóvenes? Tal vez porque la escuela, tal como la conocemos, fue diseñada antes de que se tuviera la menor comprensión del cerebro humano, y para una sociedad que hace mucho tiempo que dejó de existir” [2], dice M. Ferguson.
Este sistema educativo ha sembrado de crueldad, de represión y de miedos el mundo de los niños, y cuyas consecuencias han sido, por un lado, el rechazo a ese sistema, y por otro, los trastornos emocionales y mentales generados en el mundo infantil. B. Russell, que estaba en contra del sistema educativo convencional, dedicó una buena parte de su vida, con su mujer Dora, a la educación de sus hijos, e insistió en la importancia de erradicar esas lacras de la niñez. “En casi todos los casos -dice- el miedo es la fuente psicológica de las doctrinas crueles; por eso he insistido tanto en extirpar el miedo de la niñez”, y termina así su libro “Sobre educación”: “Mil temores viejos obstruyen el camino hacia la dicha y la libertad. Pero el amor puede vencer al miedo, y si amamos a nuestros hijos, nada puede hacernos rechazar el gran don que está en nuestras manos conceder”.
“La letra con sangre entra” era el lema dominante en las escuelas a las que asistieron H. Hesse o C. G. Jung, entre otros muchos. Ambos recuerdan el miedo y el terror sufridos, durante la niñez, en algunas clases de las que fueron expulsados por inadaptación. Einstein se fugaba de clase y sus profesores pensaban que era un holgazán; quizás por eso, recuerda que la escuela utiliza fundamentalmente el miedo, la fuerza y la autoridad artificial. “Este tratamiento -dice- destruye los sentimientos sólidos, la sinceridad y la confianza del alumno en sí mismo. Crea un ser sumiso”.
El pedagogo libertario, Ferrer y Guardia, también se queja de la escuela de su niñez; por eso, dice: “Educar equivale a domar, adiestrar, domesticar. Para hacer las bases de la Escuela Moderna, no tengo más que hacer lo contrario de lo que viví en mi infancia”. En su obra defiende la ausencia de premios y castigos, así como de exámenes, todo se efectúa en beneficio del estudiante; las asignaturas se basan en la experiencia y la experimentación y se llevan a cabo dentro y fuera de la escuela. Ferrer y Guardia fue un pedagogo visionario que se adelantó casi un siglo a las corrientes actuales de la educación.
En cuanto al humanista y psicólogo, E. Fromm, habla de los métodos educativos hoy en uso que no permiten ejercer el pensamiento propio y original del niño, sino que le atiborran de hechos aislados e inconexos. Se trata de un aprendizaje puramente memorístico, teórico y pasivo, en que materias como Geografía, Historia o Literatura, se hacen generalmente tediosas y aburridas. En cambio, con una nueva pedagogía más activa y práctica, los viajes, los cuentos, las representaciones de teatro, los textos debidamente seleccionados, se convierten en materias agradables cuyo contenido deleita a niños y adolescentes.
En la pedagogía del antiguo lema, el niño, el alumno, el menor, es considerado siempre como un adulto pequeñito, por lo que la educación consiste en que aprenda lo antes posible los conocimientos de los mayores, y viva y se comporte como ellos. Lo cual obliga al niño, al menor, a sentirse frustrado como tal ser “inferior”, a no encontrarse a sí mismo, a renunciar a su libertad interior, a no sentirse responsable. ¿Cómo puede, pues, sorprendernos a los mayores que esos niños y esos adolescentes estén aburridos y decepcionados en las escuelas? ¿Cómo no van a fracasar en sus estudios? No les importa, a una mayoría de ellos, ni el fondo ni la forma de esta pedagogía, ni los contenidos ni los procedimientos ni los objetivos. ¿Cuándo, los mayores, tomarán nota de ello? La crisis educativa es lo suficientemente grave como para que todos los mayores (padres, educadores, administraciones educativas y medios de comunicación) reflexionen muy seriamente, porque su responsabilidad es enorme, y las consecuencias sociales, muy dolorosas.
Y, sin embargo, ¿es posible “educar deleitando”? Pregúntenselo a los educadores holísticos, a los alumnos de las escuelas Waldorf y Robert Muller, a los Colegios del Mundo Unidos (United World Colleges), o a otros muchos centros diversos en que se ha abandonado esa antigua pedagogía de “la letra con sangre entra” y se ha adoptado esa otra de “educar deleitando”. Evidentemente no se trata, en esta pedagogía, de caer en lo fácil y lo placentero, en hacer sin más lo que uno quiera (si este querer viene de nuestro yo inferior, es decir, de nuestros instintos y deseos más bajos). Muy al contrario, se trata de desarrollar las diversas facultades de la mente, y en este caso concreto, la voluntad, a la vez que se ha de comprender la importancia del esfuerzo personal y la necesidad de una disciplina racional, que -si bien no deleitan en un principio- llevan a un equilibrio de la personalidad. En efecto, sin un control de la propia voluntad, sin el esfuerzo personal y una disciplina que no sea impositiva e irracional, no hay libertad de decisión, sino más bien caprichos, antojos, ligerezas y fantasías.
Así pues, “educar deleitando” sólo tiene sentido cuando se educa para desarrollar todos los aspectos de la personalidad, cuando se trata de satisfacer las verdaderas necesidades del hombre, conforme a su propia naturaleza y con el fin de realizarse como tal ser humano, y no simplemente satisfacer sus caprichos y su irracionalidad. Es entonces, cuando “aprender es interesante y no un aburrimiento”, cuando el niño se divierte haciendo lo que siente y necesita en ese momento determinado, no lo que le ordenan desde el exterior al margen de él. Entonces, el niño toma conciencia de que aprender es divertido, porque es consciente de que lo que hace, le colma y le da felicidad. En cambio, la simple satisfacción de un capricho le hace aparentemente feliz por un momento, pero le lleva cada vez a más caprichos, y al final al hastío y el aburrimiento.
Y todo ello ha de realizarse con alegría y amor, porque -según Goethe- “alegría y amor son las dos alas para las grandes empresas”, y ¿hay mayor empresa que la educación de los niños? La alegría es la puerta por la que entra lo que viene del exterior y sale lo que hay en el interior; es la comunicación entre el niño y el mundo. La alegría está en la propia naturaleza, todo lo que viene al mundo manifiesta su alegría, sólo hace falta ver a los niños, los animalitos, las flores y las plantas, el agua de las fuentes. En cambio, a medida, que uno se adentra en el mundo de los mayores, se pierde generalmente esa alegría. Quizás tenga mucho que ver en ello la educación recibida. Por eso, se podría afirmar que, cuando vemos un niño triste es que el mundo que le rodea está enfermo.
Maslow relaciona la capacidad de disfrutar y vivir del niño con un desarrollo saludable. “Los niños que crecen saludablemente -dice-, no viven con la mirada puesta en objetivos remotos o en un futuro distante; se encuentran demasiado ocupados disfrutando y viviendo el presente de forma inmediata. Están viviendo, no preparándose para vivir”. Defiende Maslow que si al niño sano se le da realmente la posibilidad de elegir, escogerá la mayoría de las veces lo que es bueno para su desarrollo, y lo hará porque produce bienestar, placer y deleite. “Todo esto implica -dice Maslow- que él sabe mejor que nadie lo que le conviene”.
También R. Gallegos Nava defiende la idea de que los niños pueden aprender por sí mismos, y se opone a considerarlos “seres pasivos, deficientes y dependientes”, como en la educación mecanicista. Por todo lo cual, podemos afirmar que, cuando los procesos educativos son entendidos desde la nueva visión del mundo, desde una educación integral y holística, “el aprendizaje adquiere un gran sentido: es agradable y espontáneo, porque es una expresión natural de la alegría de vivir”, dice Gallegos Nava. Otro experto en sistemas educativos, Richard Gerver, piensa que la clave de una Nueva Educación está en devolver la pasión por la enseñanza a los profesores y en fomentar el placer del aprendizaje a los alumnos.
Lo cierto es que “educar deleitando” es posible, pero en un contexto social muy diferente, con una visión del mundo distinta, en que el conjunto de la humanidad, es decir, el hombre en sí mismo -y el niño, por supuesto- sean el centro de todas nuestras preocupaciones, sin olvidar que el hombre es un ser dual en esencia, formado de espíritu y materia. Este principio educativo y esta pedagogía llevan pronto a la pregunta ¿puede el ser humano ser feliz?
Según el principio “la letra con sangre entra”, parece que no; según “educar deleitando”, parece que sí, o al menos se aproxima más a la felicidad. Dejando de lado el difícil problema de la felicidad, el hombre que vive más de acuerdo a su propia naturaleza, que se conoce mejor a sí mismo, que se ha liberado de las trabas y los miedos que le aquejan, y se ha convertido en el dueño de su propia vida, que sabe diferenciar los medios y el fin (objetivos, todos ellos, de la Nueva Educación), tiene más posibilidades de acercarse a esa felicidad a la que tiende como algo dictado por su propia naturaleza, que aquel que hace de los medios un fin, que vive engañado y enajenado, guiado por los falsos dioses del poder político, económico o religioso, adonde lleva la educación convencional.
El niño -como el adolescente y el hombre en general- tiende, por su propia naturaleza, a aprender, desea superarse tanto en su aspecto físico como mental. ¿Cómo es, pues, posible que el aprender se convierta en una pesadilla, se rechace y se repudie? Todo depende de lo que entendamos por aprender y de cómo se presente ese aprendizaje. Ahí puede radicar la diferencia entre el rechazo o la aceptación. Hasta los manjares más deliciosos pueden convertirse en algo repelente en condiciones no adecuadas. Y no debe sorprender que la educación convencional, tal como se ha desarrollado, sea desdeñada y no ilusione ni deleite generalmente a los niños y adolescentes de hoy.
Todo ello es debido, en gran parte, a una falta de investigación educativa. En este campo parece que vivimos aún en las catacumbas. Se intenta educar en medio de un gran desconocimiento de lo que es el niño, de una falta de pedagogía y psicología escolares, sin el debido prestigio y consideración del educador y de su acción educativa. Y sin embargo, o precisamente por eso, una de las cosas más urgentes, en la sociedad de hoy, es aprender a educar deleitando.
Este principio y esta pedagogía han estado y están presentes en la vida y la obra de los grandes pedagogos y educadores. Según el método Montessori, el aprendizaje del niño debe ser una experiencia gozosa y recompensable, de forma que la iniciativa parta en lo posible de los propios niños. Uno de los principios de la educación Montessori es el interés: “El niño aprende mejor cuando está interesado en lo que está aprendiendo. Ayuda a la comprensión y la concentración”. Y B. Russel dice: “Antiguamente se creía que a los niños no les interesaba aprender y que sólo se decidían a estudiar atemorizándolos. Hoy se ha averiguado que la culpa no era de los niños, sino de los pedagogos”, y añade poco después: “El deseo espontáneo de aprender que todo niño normal posee, como lo demuestran al andar y al hablar, debiera ser la fuerza directriz educativa”, y afirma más adelante: “A los niños les gusta aprender cosas, siempre que sean convenientes y enseñadas adecuadamente”.
B. Russell trató la cuestión de hasta qué punto es posible hacer interesante toda la instrucción. Dice que, según el antiguo punto de vista, la mayor parte de la instrucción debía ser aburrida y que el único procedimiento para lograr que el promedio de los niños persistiera, era el de una enérgica autoridad, y que el promedio de las niñas estaba condenado a la ignorancia. El punto de vista moderno -señala- es que la instrucción puede hacerse agradable constantemente. Russell defiende que uno de los secretos para que la educación deje de ser un tormento y se convierta en una bendición, está en que el estudiante sea más bien activo que pasivo.
Este principio y esta pedagogía de “educar deleitando” están también presentes en diversas obras literarias, entre ellas “El Quijote”. Esta obra maestra de la humanidad ha sido considerada como un libro educativo, que divierte y enseña a niños y mayores. C. Brandariz, en “Cervantes descodificado”, escribe: “Posiblemente D. Quijote se proyecta como un romance en la línea del instruir deleitando, oído en los jesuitas de Monterrey”, y añade más adelante: “Inicialmente concebido -según le habían enseñado sus preceptores de niñez- como un relato para instruir deleitando acaba resultando una grandiosa amalgama de sus capacidades de observación, recreación, enmascaramiento…”.
El poeta, pedagogo y polifacético, R. Tagore, soñaba en crear una escuela en que enseñar fuera una diversión, porque pensaba que los niños nacen con una curiosidad natural que, guiada convenientemente, hace que la experiencia de aprender sea un placer. Por eso, Einstein dice: “He conocido niños que preferían la escuela a las vacaciones”. Y John Ruskin escribió: “La meta final de la verdadera educación es no sólo hacer que la gente haga lo que es correcto, sino que disfrute haciéndolo”.
La Pedagogía Waldorf, a la que hemos hecho referencia, sostiene: “En pedagogía existen tres vías posibles para motivar al niño ante el aprendizaje: el miedo, la ambición o el amor. En esta pedagogía se renuncia a las dos vías citadas en primer lugar, y se intenta despertar en el niño el amor a las cosas que ha de conocer. Los niños deben interesarse por las materias escolares y la escuela misma por amor, no a consecuencia de calificaciones o ventajas personales… No es la obligación externa, sino el entusiasmo por un tema lo que debe ser determinante para el aprendizaje”.
La neuróloga Levi-Montalcini se interesó también por la educación, en especial la del niño, y defiende la necesidad de revisar por completo los sistemas educativos y didácticos de la infancia, los cuales -dice- no deben adoctrinar al niño… sino incentivar sus facultades. Por su parte, el psiquiatra y psicólogo transpersonal, R. Assagioli, sostiene: “Los niños no deben ser nunca reprimidos o desanimados, jamás ridiculizados; no debe dárseles un nada, nada, por respuesta, porque deducen e intuyen mucho más de lo que creemos”.
Si bien es cierto que, en la Nueva Educación, han de cambiar -en buena medida- los programas y los contenidos de la educación convencional, es mucho más importante y necesario el cambio de metodología. El problema fundamental, dice Russell, es hacer que el trabajo sea interesante sin que sea demasiado fácil, y agrega: “El gran estímulo en la educación está en creer que la realización es posible. Los conocimientos que nos parecen aburridos son ineficaces, pero los que se asimilan con avidez se convierten en una posesión permanente”.




[1] Se permite  el uso y la difusión de este documento citando su procedencia. Reservado por derechos de autor


[2] Para Ferguson (autora de “La revolución del cerebro”) resulta incomprensible que los conocimientos sobre el cerebro hayan estado ausentes desde hace tanto tiempo del trabajo de curso en la mayoría de las facultades de educación. “Los descubrimientos -dice- sobre la especialización de los hemisferios cerebrales derecho e izquierdo, aun simplificándolos mucho, han ofrecido a la educación una nueva metáfora provocativa del aprendizaje”.

Lugar de la música en la educación general

Lugar de la música en la educación general[1]        
(Julio Ferreras)

            Conociendo el lugar que la música ha ocupado en la vida humana, comprenderemos el lugar que debe ocupar la educación musical en la vida de los niños y de todo ser humano. Los pitagóricos daban una gran importancia a la educación, cuyo objeto era conseguir la moderación y el dominio de uno mismo, imitando el orden y la armonía del universo, y la mejor forma de conseguirlo era a través de la música.
Romain Rolland, hablando de Goethe, recuerda la importancia pedagógica que atribuía éste a la música, considerándola como la base de la enseñanza (“Goethe y Beethoven”),  y el pedagogo y filósofo,  R. Steiner, hablando de la educación del niño en los siete primeros años y el desarrollo del sentido estético, dice: “El niño privado en esta época del cultivo beneficioso del sentido musical, se verá empobrecido para toda su vida ulterior”, y reitera más adelante: “Del cultivo del auténtico sentido estético emanan… el goce de vivir, el amor a la existencia, la energía para trabajar”, y dice que el niño “gracias a su sentido estético siente lo bueno como bello, y lo malo como feo”.
Esta alegría de vivir, en los niños, en su contacto con la música, es uno de los motivos para iniciar muy pronto  la educación musical, a la edad de tres o cuatro años, dice Willems, o en la cuna, dice K. Pahlen. Al contacto con la música -dice Jaques-Dalcroze- el niño experimenta una alegría profunda, de naturaleza superior, que es un nuevo factor de progreso moral, un nuevo instigador de la voluntad. Esta alegría -según Dalcroze- se diferencia del placer en que aquélla “se convierte en un estado permanente del ser; no depende del tiempo que hace ni de los acontecimientos que se producen; forma parte integrante de nuestro organismo… florece en las regiones escondidas de nuestro yo, en el jardín misterioso del alma”. Por eso, dice Descartes que la alegría es una agradable emoción del alma, y Platón defiende que la música da alegría y vida a todo.
El mundo de la música es probablemente la mayor fuente de alegría y de felicidad de que dispone la humanidad; de ahí su importancia en la educación y en la vida humana. “No creo que se pueda regalar nada mejor que música”, dice el Dr. B. Jensen. Por eso, quizás no sea exagerado afirmar que, pasar por la vida sin un contacto íntimo con la música, es una de las mayores carencias de lo humano. Entre otras razones, podríamos aludir al hecho de que la música, junto al amor y la naturaleza, es un medio idóneo para evocar en nosotros la parte más elevada y profunda de nuestro ser esencial y para adentrarnos en él, lo mismo que las sensaciones nos acercan al cuerpo físico o las emociones a nuestra naturaleza emocional. Otra razón podría ser las múltiples manifestaciones a favor de la música, a lo largo de la historia, de parte de artistas, filósofos, científicos, etc.
Volviendo a E. Willems, como buen educador, quiere dejar bien clara, desde el principio, la diferencia entre la educación musical y la instrucción o la enseñanza. “Aquélla -dice- es, por naturaleza, humana en esencia y sirve para despertar y desarrollar las facultades humanas”, y hace esta clara diferenciación: “Mediante la instrucción se informa, con la enseñanza se imparten conocimientos, con la educación se forma”. Señala también que el concepto de educación es más o menos moderno, por lo que hasta ahora lo que ha predominado es la instrucción o la enseñanza, y recuerda que ésta siempre viene de fuera, mientras la educación surge en nuestro interior.
Insiste asimismo -Willems- en el hecho de que “la música no está fuera del hombre, sino en el hombre”. Dice que, en la educación, todos los elementos… son considerados no sólo desde el punto de vista artístico sino, sobre todo, desde el punto de vista humano.. Por eso, declara: “Pocos educadores dominan la música desde un punto de vista humano”. Esta referencia a la relación entre la educación, la música y lo humano, acerca a Willems a la tesis del musicólogo y director de orquesta, Ernest Ansermet, cuando dice éste que la música es una expresión del hombre en tanto que ser ético, y a C. Fregtman, quien defiende que el artista no es más que un hombre, un hombre que no es sino custodio de la conciencia humana.
Jaques-Dalcroze, el pedagogo de la música que resalta la importancia del ritmo corporal, afirma: “Comienzo a soñar en una educación musical en la que el cuerpo desempeñara él mismo la función de intermediario entre los sonidos y nuestro pensamiento”. Es un gran defensor de la educación musical en las escuelas, en el mismo nivel que la enseñanza científica y moral, y se queja de la baja estima que la educación musical ha tenido en la sociedad, como consecuencia del desconocimiento musical de las autoridades, y lamenta que sean esas mismas autoridades las que decidan sobre todo lo referente a la enseñanza de la música.
K. Pahlen afirma que todos los educadores están de acuerdo en que la música ha de ocupar un sitio importante en la formación del niño, y cita a Confucio, Platón, Goethe, Pestalozzi, etc. Para Pahlen la educación musical ha de dotar al niño de sensibilidad, desarrollar su facultad de expresarse mediante la música, modelar su alma sensible, formar en él una conciencia de lo que es y debe ser el arte, acercarlo a sus semejantes, etc. La música -defiende Pahlen- es el vehículo ideal de la mutua comprensión entre los hombres y los pueblos. Por lo cual, dice que es preciso conceder a la música un lugar de privilegio en la educación integral. “La música no es una materia, una asignatura. Es parte de la vida misma, es la base de toda educación”, sostiene Pahlen.
Al hablar de educación musical, nos referimos precisamente a esa educación general en las escuelas, porque ése es su lugar natural, no a la enseñanza especializada de los Conservatorios y Escuelas de música. “La música es tan innata en el ser humano como lo es hablar y caminar”, dice K. Pahlen, como defensor de la educación musical en las escuelas. Esta educación ha estado marginada, en Occidente, hasta mediados del siglo pasado aproximadamente (y en España todavía más), debido sobre todo al predominio del intelecto y de lo material sobre lo afectivo, lo sensible y lo espiritual, que es el mundo interior propio de la música.
Una consecuencia de ello, como señala Willems, ha sido que, mientras otras disciplinas (como el dibujo, la pintura, el lenguaje, el cálculo, etc.) están más relacionadas con el tacto y la vista, como medios para desarrollar el intelecto, la música -en cambio- se relaciona más con la vida interior, a través del canal auditivo. El oído es la puerta de acceso al alma, dice Willems, mientras que el ojo es la puerta de acceso al intelecto.
Probablemente por eso, la vista ha sido considerada, en la ciencia clásica, como el sentido más importante, el que nos pone en comunicación con el mundo exterior material, mientras que el oído nos pone en contacto con nuestro interior. A causa de ello -según Willems- se descuidó, en Occidente, la receptividad y la educación musical. Así lo expresa también C. Fregtman: “En nuestra civilización del Oeste, la música es habitualmente considerada como un elemento exterior de la vida diaria; los instrumentos se han convertido en ornamentos que se cuelgan y descuelgan a voluntad en un rincón cualquiera”. Y Jaques-Dalcroze afirma que, cuando se enseña la música, es su lado externo y no sus cualidades emotivas y verdaderamente educadoras.
En nuestro país, esa marginación de la enseñanza de la música ha sido mayor, pues sólo recientemente, y en medio de ciertas dificultades e incomprensiones, ha comenzado esa enseñanza en los centros de educación general. Esta ausencia de una educación musical ha generado muchos prejuicios en nuestra sociedad con sus consecuencias tan negativas. El más habitual es probablemente el del tipo “yo no canto, porque si no, llueve”, queriendo indicar que -por naturaleza- fulano no tiene oído ni facultades musicales.
Pero no es eso lo que afirman los pedagogos de la música, ni la experiencia de Abreu en Venezuela, como hemos visto.  K. Pahlen dice que la existencia de tanta gente no musical o amusical no prueba que la naturaleza haya dotado de sentido musical sólo a unos pocos elegidos; prueba únicamente -afirma- la ineficacia de la enseñanza musical , o que no ha habido -podríamos añadir- ninguna educación musical. Llega a sostener Pahlen, en su libro “El maravilloso mundo de la música”, que todos los niños vienen al mundo con oído y voz, luego son musicales…, y añade que, cuando un niño no puede cantar, la mayoría de las veces es porque nadie se ha tomado suficientemente la molestia de enseñarle. Jaques-Dalcroze y Willems afirman más o menos lo mismo.
“Es el momento propicio para que la educación musical ocupe el lugar que le corresponde en todos los niveles de la enseñanza… Se necesita una mentalidad nueva… comprender que espíritu y materia forman una sola unidad, y el arte musical está en óptimas condiciones de demostrarlo”, afirmaba Willems hace más de treinta años, como verdadero precursor de la educación musical. Es necesario, pues, llevar a cabo una educación musical acorde con los conocimientos de la pedagogía musical moderna, desde Kodaly a Orff, y de Jaques-Dalcroze a Willems, cuya metodología reposa en el principio de que el estudio de la teoría sigue a la práctica.
Esta pedagogía tiene en cuenta, por un lado, la importancia de los elementos esenciales de la música, y en especial la melodía (el canto) y el ritmo; y por otro, la necesidad  de llevar a cabo una formación integral de la personalidad, lo que implica que la educación musical ha de educar no sólo el cuerpo físico y el oído (dado que la música es esencialmente sonoridad y movimiento), sino también las emociones, el temperamento y el carácter, y por supuesto, la vida mental y espiritual.




[1] Se permite  el uso y la difusión de este documento citando su procedencia. Reservado por derechos de autor





La música en la cultura y la civilización de los pueblos


La música en la cultura y la civilización de los pueblos[1]
    (Julio Ferreras)
       
En las antiguas civilizaciones orientales de China e India, así como en la Grecia clásica, la música era considerada como un valor humano de primer orden, como recuerda el pedagogo y educador, E. Willems. Allí -dice- la educación musical ocupaba un lugar en el desarrollo y en la conducción de los pueblos. Este pedagogo trata de investigar por qué la música perdió esta prerrogativa, y afirma que entonces la afectividad (tan unida siempre al arte y, en especial, a la música) “predominaba mientras que, en nuestra época, la primacía corresponde al intelecto”.
Hace mucho tiempo que la música perdió este privilegio, sobre todo en los últimos siglos dominados por un puro intelectualismo, bajo el imperio del racionalismo y el materialismo. Pero es preciso reconocer que, en los últimos decenios, ha comenzado un renacimiento de la música, especialmente en los países más avanzados de Occidente, por el cual comienza a ser nuevamente considerada como un elemento fundamental en la vida, la cultura y la educación de los pueblos. Quizás sea, por un lado, el efecto de los grandes pedagogos que, desde Comenius en el siglo XVII, hasta Pestalozzi, Mª Montessori, Willems, Jaques-Dalcroze, etc., en el XX, han sabido valorar la importancia de la música y de la educación musical.
Por otro lado, es preciso considerar los efectos y las consecuencias de la nueva visión del mundo nacida de la nueva ciencia y la nueva psicología, en que lo mental y lo sentimental, el cerebro y el corazón ya no se oponen, sino que comienzan a estar unidos. Ahí es, en la unidad y la integración, donde la música cobra su verdadero protagonismo y su sentido en la vida humana.
Se cree que fue Pitágoras (s. VI a. d. Cristo) el primero en considerar la importancia de la educación musical en los niños y en la sociedad. Después, en la obra de Platón, se encuentran muchas alusiones a la importancia de la música en la educación de los ciudadanos. Willems habla del carácter profundamente humano de la educación musical entre los griegos, cuyo fin -según Pitágoras, Damón, Sócrates y Platón- era la formación de la inteligencia y del carácter. Defiende que Grecia ofreció un ejemplo maravilloso de educación musical, y que posteriormente la música tomó un cariz intelectual, por lo que su valor educativo perdió terreno a favor de una enseñanza y una instrucción más racional.
En la Edad Media, la música -considerada como un arte y a la vez una ciencia matemática- formaba parte del Quadrivium, junto a la geometría, la aritmética y la astronomía. Estas cuatro ciencias formaban las bases de la educación medieval, y también se las llamaba las cuatro artes matemáticas. Por eso, probablemente, Willems afirma que en la música se reúnen la ciencia matemática y la sensibilidad emotiva.
Goethe, en el s. XVIII-XIX, a pesar del predominio de la razón y del intelecto en la sociedad que le correspondió vivir, supo valorar la importancia de la música en la vida humana. Willems alude a una obra de Goethe, en la que éste -en su búsqueda de la verdad pedagógica- habla de una provincia denominada “provincia pedagógica”, donde toda la educación está basada en la música, y deduce que allí está la verdad y la hace suya al escribir: “Entre nosotros el canto se encuentra en el primer estadio de la cultura… Con este fin elegimos, entre lo imaginable, la música como elemento de cultura porque de ella parten, en todas las direcciones, caminos idénticos”.
Los grandes pedagogos y educadores de la música, como Jaques-Dalcroze, Kodaly, Willems, Orff, K. Pahlen, etc., han traído, a lo largo del siglo XX, una nueva pedagogía y una nueva educación musical. Jaques-Dalcroze escribe en 1915: “Me parece que en nuestras escuelas se descuida la educación de la sensibilidad. Esto es mucho más lamentable teniendo en cuenta que esta laguna tiene consecuencias desastrosas para el desarrollo del carácter”. La formación de la sensibilidad a través de la música podría -como dice Jaques-Dalcroze- “formar nuevas generaciones, cuyo espíritu sería más flexible, la voluntad más firme, la inteligencia menos seca y menos exclusiva, los instintos más refinados, la vida más rica, la comprensión de lo bello más completa y más profunda”.
En Hungría, el músico y pedagogo, Z. Kodály, supo asimismo reconocer la importancia de la educación musical y logró implantarla en el sistema educativo de su país, a través de uno de los métodos más avanzados de educación musical, el que lleva su nombre. Lo mismo hizo, en Alemania, Carl Orff, cuya Obra Didáctica contiene la pedagogía musical más avanzada, sobre todo, en el uso de los instrumentos musicales. La influencia de ambos se ha extendido a otros países.
Pero, en estos comienzos de siglo, ha sido en Venezuela, donde la música ha vuelto a ser considerada como un valor de primer orden para la transformación social, a través del llamado “Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela”, llevado a cabo por José Antonio Abreu, cuya experiencia ha roto con algunos de los prejuicios en el estudio y la práctica de la música. Ha roto con el elitismo que ha caracterizado a la música clásica, asociada casi siempre a los sectores privilegiados de la sociedad. Abreu está consiguiendo llevar la música a los sectores más desfavorecidos de Venezuela, y sacarlos de la marginación social, mediante la creación de pequeñas orquestas y coros infantiles y juveniles. Con ello, ha acabado también con la creencia de que la práctica de la música clásica es sólo para profesionales.
Y lo sorprendente es que este educador y pedagogo musical ha llevado la música hasta el mundo de los discapacitados, mediante un programa especial dirigido a los que tienen dificultades de aprendizaje, a los ciegos y -lo que es más sorprendente aún- los sordos (como el Coro de Manos Blancas, compuesto por niños sordos), y también al mundo de los reclusos, obteniendo resultados extraordinarios. Con ello, Abreu ha roto también con otro prejuicio: que es preciso tener un oído especial para la práctica de la música, y ha transformado la vida de cerca de trescientos mil niños y jóvenes, creando más de 120 orquestas juveniles y 60 infantiles. Para él, estas orquestas y coros son -dice- mucho más que estructuras artísticas, son modelos y escuelas de vida social, y forman parte del proyecto "Música para la acción social". Esta experiencia de Abreu se rige por el principio de que la música es un instrumento irremplazable para unir a las personas, y llega a hacer esta afirmación: “La pobreza material será vencida por la riqueza espiritual generada por la música”. Hoy se conoce este trabajo de Abreu como “el milagro musical de Venezuela”.
Acerca de la importancia de la música en la cultura y la civilización de los pueblos, dice el Dr. B. Jensen: “En mis viajes por todo el mundo, he comprobado que la música forma parte integrante de la cultura de la mayor parte de los países. Ninguna celebración es completa sin música y baile. La música se utiliza para aportar alegría, júbilo, felicidad, un humor festivo” (“Color, música y vibración”).



[1] Se permite  el uso y la difusión de este documento citando su procedencia. Reservado por derechos de autor


lunes, 26 de marzo de 2012

La Nueva Educación, una educación integral y holística

La Nueva Educación, una educación integral y holística[1]
  (Julio Ferreras)

Entendemos por Nueva Educación aquella que se basa en los principios y valores, así como en los objetivos, que exponemos en otros apartados. En la Nueva Educación predominan la integración y la síntesis, la universalidad y la impersonalidad (o ausencia de lo puramente personal y egoísta). Por eso, decimos de ella que es esencialmente una educación integral y holística. Esta Nueva Educación se puede sintetizar en la Declaración de Chicago sobre Educación, que se denomina a sí misma Educación 2000: Una perspectiva holística. De acuerdo con su contenido (al que nos adherimos en su totalidad), se trata de una educación integral y holística para el siglo XXI.
La verdadera educación integral es aquella que no queda aprisionada en una ideología concreta, ignorando las otras, sino que permanece totalmente libre y abierta a cualquier conocimiento y a la realización completa del ser humano en todas sus facetas. Por eso, se aleja de todo sectarismo, fanatismo e intransigencia, y cultiva la unidad y la fraternidad. Huye de cualquier proselitismo y dogmatismo, practicando la libertad, la tolerancia y el respeto. Evita todo tipo de superstición y de fe ciega, y fomenta la tolerancia y el respeto. Impide cualquier sumisión, esclavitud o sometimiento, y desarrolla la reflexión, el discernimiento y el libre albedrío.
La educación integral trata de desarrollar no sólo el intelecto (como suele hacer la educación convencional), sino todas las facultades mentales, todas las dimensiones del hombre: instintiva, física, emocional, mental y espiritual, todas sus capacidades motrices, emocionales, intelectuales, creativas, etc. Trata, asimismo, de dotarle de principios y valores éticos, de actitudes y comportamientos de respeto y solidaridad, etc. R. Steiner decía que los sistemas educativos integrales no puede dictarlos el intelecto, sino toda la naturaleza, que experimenta en su interior los misterios del universo, y el psicólogo Robert Roeser defiende que la educación ha de abarcar cuerpo, mente y conciencia. Esta educación integral estaba ya presente, en la España del primer tercio del siglo XX, en la Institución Libre de Enseñanza, una de las instituciones más avanzadas de su tiempo, en la educación.
La Nueva Educación es también una educación holística. Holismo y holístico u holista (del griego holos = todo, entero, total), son términos relativamente recientes, pero están ya presentes en la ciencia moderna y en otros campos del saber humano, donde ha penetrado ya la nueva visión del mundo nacida de la nueva ciencia, a lo largo del pasado siglo. De ahí los términos medicina holística, educación holística, ciencia holística, etc. En la citada Declaración de Chicago, se dice que “el holismo tiene sus raíces en la proposición de que el universo es una totalidad integrada en el cual todo está conectado”, idea defendida por la ciencia moderna.
La educación holística, al ser una educación integral e integradora, comprende los cuatro campos de formación del ser humano: cuerpo, emociones, mente y espíritu, y es una educación basada en los conceptos de totalidad, integridad y unidad. En este sentido, trasciende y complementa la educación convencional, basada en los principios de la ciencia mecanicista y reduccionista. La educación holística no se limita a las escuelas y los colegios, sino que es un viaje a lo largo de toda la vida, aunque la educación de las primeras etapas es la que más condiciona posteriormente al ser humano en su vida adulta. 
La educación integral y holística trata de abrir todas las ventanas por donde pueda entrar el saber humano, venga de donde venga, con tal de que traiga algo de luz que inspire la búsqueda incansable del ser humano en pos de la verdad y el conocimiento. Todo educador holístico sabe que los niños de hoy son el germen de una nueva humanidad que está emergiendo con una conciencia de unidad. La Nueva Educación, consciente de esa realidad, defiende la educación holística, tan diferente -en sus principios y objetivos- a la educación convencional. Esta educación integral y holística está presente en los libros del catedrático R. Yus Ramos Educación integral (una educación holística para el s. XXI).
Pero esta educación está presente, sobre todo, en la extensa obra de uno de los educadores holísticos más prestigiosos del mundo, el mexicano R. Gallegos Nava, que dice: “La educación holista es un camino de sabiduría, amor y compasión, es el arte de hacernos conscientes de nuestra verdadera naturaleza”. Uno de sus libros más conocidos es “Educación holista, Pedagogía del amor universal”; en él podemos leer: “La educación holista es un proceso de hacerse consciente de que el mundo es una unidad, una totalidad interdependiente, se basa en una profunda devoción por la vida y el potencial inherente de la naturaleza humana”.
Esta educación integral y holística forma parte de algunas de las escuelas de mayor prestigio en la educación actual. Por ejemplo, en las Escuelas Waldorf (cuya pedagogía, basada en las enseñanzas de R. Steiner, es una de las más avanzadas del momento), con más de 80 años de experiencia y extendidas por todos los continentes, en  más de 60 países, entre ellos España. Esta educación está también presente en la Escuela Robert Muller, con cerca de treinta escuelas alrededor del mundo. R. Muller trata de implantar un Plan de Estudios de Educación Mundial, por lo que es reconocido como el padre de la educación global.
Igualmente están impartiendo esta Nueva Educación las escuelas que siguen los principios del Método Montessori, así como aquellas que se sustentan en las enseñanzas de los grandes pedagogos, y en especial, las Escuelas Krishnamurti (extendidas -mayormente- por la India y países anglosajones). Lo mismo podríamos afirmar de la también llamada Nueva Educación (una propuesta para la escuela del siglo XXI), de Richard Gerver, un experto en sistemas educativos mundialmente conocido, así como de otros asesores educativos, Marc Prensky, Ken Robinson o Kurtis Johnson, también de renombre mundial. Todos ellos están dando un nuevo giro a la educación convencional, cada uno en su esfera particular. En España, la Movilización Educativa, de J. A. Marina (un movimiento valioso y necesario hoy en la educación), también forma parte -creemos- de lo que entendemos aquí por una Nueva Educación.
De todas formas, cuando hablamos de una Nueva Educación, no olvidamos lo que dice la autora de "La Conspiración de Acuario", Marilyn Ferguson, al hablar del mundo nuevo que se intenta construir: “El mundo nuevo es el viejo… transformado”, ni tampoco olvidamos aquello de que “no  hay nada nuevo bajo el sol”.
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