lunes, 14 de diciembre de 2020

¡Pobre España (y 2)!

¡Pobre España (y 2)! 

JULIO FERRERAS, EDUCADOR

El pasado 13 de agosto aparecía, en este mismo periódico, el título ¡Pobre España!, escrito por un servidor, debido a los graves escándalos que se conocían, por entonces, en la corona de España, de parte del anterior Jefe del Estado, Juan Carlos I de Borbón, y de los que hoy sabemos más que entonces, para agravar, todavía más, la actitud autoritaria e incomprensible durante una buena parte de su reinado.

Hoy, el motivo de ¡Pobre España (y 2)! es, tristemente, de sobra conocido: el envío de una carta al actual Jefe del Estado, Felipe VI, de parte de 73 altos mandos de las Fuerzas Armadas retirados, acusando —en términos inaceptables— al actual gobierno de coalición, elegido democráticamente, de ser un gobierno «social-comunista, apoyado por filoetarras e independentistas» y de amenazar la «unidad nacional». En dicha carta  muestran su apoyo y lealtad al Rey «en estos momentos difíciles para la Patria», y —según algunos medios— asumen el discurso y la terminología que empleó Vox en su reciente moción de censura contra el gobierno. En efecto, parece real la complicidad de este partido con los citados militares, así la diputada de Vox en el Congreso ha dicho recientemente de ellos: «Por supuesto que es nuestra gente».

Estos hechos son de una gravedad sin precedentes para nuestra democracia. ¿Y no son una consecuencia de la estrategia de los partidos de la oposición de tildar de ilegítimo al actual Gobierno de coalición, y de alentar a su caída por los medios que sean, incluso antidemocráticos? Esta falta de aceptación de los resultados de las urnas se dice, con razón, que es semejante a la actitud actual de Trump en EE UU. ¿Qué está ocurriendo, en esta pobre España, que 40 años después de una dictadura, no hemos conseguido vivir en paz y respeto mutuo, y aceptar el juego democrático con todas sus consecuencias? Una de las causas ha podido ser, en buena medida, el hecho de que los diversos gobiernos, desde la transición democrática, no han sabido medir el peligro real, en la sociedad civil, y en especial, en algunos sectores de las fuerzas armadas, de un intento de golpe de estado de parte de los nostálgicos antidemócratas.

Miremos, a este respecto, el ejemplo de los países en nuestro entorno, donde, lo mismo que en nuestra pobre España, ha habido regímenes semejantes, como en Italia con Mussolini, en Alemania con Hitler, en Francia con Pétain, o en nuestro vecino y querido Portugal con Salazar. En estos países, es imposible imaginar, hoy, una intentona golpista militar al estilo español, porque ellos han sabido poner los medios adecuados, democráticamente y sin venganzas, para borrar todo resto de aquellos dictadores, lo que nuestra querida España no ha logrado, ni siquiera 40 años después.

Y volviendo a la carta de los militares al rey Felipe VI, ¿qué decir de su silencio, al menos hasta ahora, él que es el jefe de los tres ejércitos? Creo recordar que fue mucho más solícito para reprochar a los catalanes la declaración unilateral de independencia de Cataluña  (la DUI). ¿No es una incongruencia y una imparcialidad? Pero ahondemos en lo que se puede considerar una falta de madurez política y social de nuestra democracia, trayendo a colación las diversas referencias públicas al general Franco, en nuestro país, como son calles, plazas y avenidas dedicadas al «Caudillo», fotos en algunos despachos públicos y centros militares, las reacciones a favor de Franco con motivo de la exhumación de los restos, etc. Pero lo más sorprendente e inexplicable quizás sea la existencia de la Fundación Francisco Franco, como una fundación normal que ha recibido, incluso, subvenciones públicas. Es un hecho insólito, incomprensible en Italia, Alemania, Francia o Portugal con sus dictadores. ¿Obedece acaso a la tolerancia ideológica de nuestra democracia española, o más bien, a una debilidad y una falta de suficiente experiencia política y social?

No se trata, en ningún caso, de una persecución ideológica desde el poder, sino de una elemental sensatez y una necesaria cautela, ante aquellos seres humanos (sí, nuestros compatriotas), pero en los que anidan aún restos de un pasado primitivo y cruel de la raza humana, como son ciertos instintos de salvajismo y brutalidad, de dominio y caudillaje, de rencor y de odio, etc. Y todo ello debido, en buena medida, a una falta de educación, desde la niñez, en los principios de humanidad y solidaridad, de respeto y comprensión, de fraternidad y de armonía, lo comúnmente llamados «derechos humanos».

En conclusión, si verdaderamente deseamos tener un futuro próspero y de paz, como pueblo, es preciso que asumamos juntos —la sociedad y los gobernantes— todos los hechos históricos con la mayor objetividad posible, y por supuesto, sin ningún resto de venganza por ninguna de las partes. Asumir los hechos es recordar lo que supuso para nuestro país la guerra civil y sus consecuencias durante 40 años; yo los sufrí enteros, por tanto, nadie podría darme lecciones al respecto. Sin embargo, siempre he optado, en mi condición de educador, por aprender del pasado y enseñar a niños, adolescentes y adultos que la tolerancia y el perdón son preferibles a la intolerancia y la venganza; el amor y la amistad, al odio y al rencor; la comprensión y la concordia, a la incomprensión y al enfrentamiento. En una palabra, los pueblos solo pueden vivir felices si han superado los restos de nuestro pasado animal, y aprenden a vivir como verdaderos seres humanos, en el respeto mutuo, la fraternidad, la armonía y la unidad. Hay pueblos que viven así, ¿Por qué nosotros, no?


JULIO FERRERAS, EDUCADOR