lunes, 31 de diciembre de 2012

Una cultura del perdón


(Si quieres ser feliz un instante, véngate; si quieres ser feliz toda la vida, perdona)

Una cultura del perdón

Para que la sociedad sea más habitable, humana y menos endurecida es preciso que se instaure una “cultura del perdón”. Esto significa que el perdón sea una práctica frecuente y no excepcional. El perdón entendido como impedimento al resentimiento por las ofensas que penetran en el ser humano y también como capacidad para querer y saber disculpar al otro en sus actitudes y comportamientos. Para ello es preciso estar dispuesto a ver lo mejor del corazón del otro y llegar a poder decirle “sé que no eres así, sé que eres mucho mejor y te perdono”, queriendo lo mejor para quien nos ha ofendido y se ha equivocado (Julio Lorenzo Rego).


La Psicología descubre el poder del perdón
(Entrevista a Robert Enright realizada por Zenit)

El mensaje evangélico del perdón ha llevado a la fundación de un instituto psicológico, que demuestra su eficacia para la curación personal y la paz en el mundo.
Robert Enright, psicólogo, creó el Instituto Internacional del Perdón en 1994 con el fin de aplicar años de investigación en la práctica del perdón. Es coautor de «Helping Clients Forgive: An Empirical Guide for Resolving Anger and Restoring Hope» (Ayudar a los clientes a perdonar: Guía empírica para Resolver el Odio y Restaurar la Esperanza”), publicado por American Psychological Association Books, 2000. 

En esta entrevista, el doctor Enright comparte con Zenit sus conclusiones.

--¿Qué efectividad ha tenido el perdón como terapia? 
--Enright: Ha sido muy variada. Algunos grupos de investigación obtuvieron excelentes resultados científicos con la terapia del perdón, mientras que otros no. Como afirma Richard Fitzgibbons en nuestro libro, una causa de los diferentes resultados es el tiempo y el cuidado que el terapeuta dedica al paciente. Perdonar a otro por una profunda injusticia lleva su tiempo. Los instrumentos de cura a menudo insisten en la terapia «breve», la cual no da suficiente tiempo al cliente para recorrer el itinerario doloroso y terapéutico del perdón.
Uno de nuestros proyectos de investigación, con Suzanne Freedman, de la Universidad de Northern Iowa, era con sobrevivientes de incestos. Estas valientes mujeres necesitaron mucho tiempo, en torno a un año, para perdonar a quienes habían abusado de ellas. Valió la pena el esfuerzo.
Cuando comparamos el grupo experimental, que ha recibido terapia del perdón, con un grupo de control que no la ha recibido, en el primero se reduce de manera significativa la ansiedad y la depresión. Después de que el grupo de control iniciara y completara la terapia del perdón, ambos mostraron una mejora significativa en sus síntomas de ansiedad y depresión.
Aunque un año parece mucho tiempo, deberíamos darnos cuenta de que algunas de las mujeres sufrían desórdenes emocionales desde hacía 20 ó 30 años antes de perdonar.
Vemos resultados similares con otros grupos: hombres y mujeres en comunidades de rehabilitación de drogas; pacientes terminales de cáncer; matrimonios a punto de divorciarse; adolescentes presos; pacientes cardíacos y otros.
(véase entrevista completa)


La venganza y el perdón (Enrique Rojas Marcos)

 El perdón es un gran acto de amor. No se trata de pedirlo por una pequeñez: un pisotón, un golpe inesperado o una cosa trivial. Hablo de perdonar cuando se ha cometido una humillación, una herida en el corazón de otra persona, un desprecio, una injusticia flagrante, un maltrato físico o psicológico, sabiendo muy bien lo que se hacía. Pienso ahora, mientras escribo estas líneas, en tantas situaciones terribles por las que pasa el ser humano: por ejemplo, los dramas de matrimonios rotos en donde la dureza, la tortura psicológica y el despecho sistemático hicieron estragos y llevó las mejores ilusiones. El análisis está erizado de dificultades. Serpentean en estas masas de pensamientos por los que me abro paso, trampas y vericuetos pantanosos.

El inventario de sufrimientos que puede padecer una persona llega a formar un mosaico diverso y frondoso, en donde se hospeda una serie de conductas de sinsabores, tristezas y desencantos, unas veces de forma clara, otras camufladas, que constituyen un mapa de dolor físico y psicológico de valles y quebradas. Esa lista es el cuento de nunca acabar y, al mismo tiempo, todo está descrito y tipificado.

El escándalo del sufrimiento por el que puede transitar el ser humano es kafkiano, increíble, impensado, una caja de sorpresas para la que se debe estar preparado teniendo unos cimientos sólidos, fuertes, resistentes y una visión de la vida natural y sobrenatural, física y metafísica, inmanente y trascendente.

El sufrimiento no superado puede volver a esa persona agria, amargada, resentida, dolida, echada a perder. El mismo sufrimiento que a unos los hunde y los sumerge en el odio, a otros los purifica y los hace más humanos y con más capacidad de amor. El tema es saber darle la vuelta al argumento y saber pasar las páginas de esas experiencias negativas, superándolas y mirar hacia delante.

El principal problema que se plantea aquí es quedarse instalado en el rencor. Que significa: sentirse dolido y no olvidar. Y entonces, puede suceder que unos motores principales de esa vida sean la revancha y el odio. Son dos caras de una misma moneda. En la revancha rige esta fórmula: el que la hace la paga y hay que buscar el momento oportuno para devolver el golpe; hay desquite y actitud de venganza. Mientras que el odio es el deseo de destruir al otro o hacerle todo el daño posible, de palabra y de obra; hay aversión clara hacia esa persona, esperando que le suceda algún mal de importancia.

Son dos actitudes complementarias que funcionan como una tierra seca y requemada, donde se oyen los alaridos de los chacales y el crascitar de los buitres oteando la presa. Se mueven por esos pasadizos cautelosos de hacerle daño, descalificarlo y no perder la ocasión de hacer algo contra él. El paisaje mental se puebla de estas sombras de enemistad, que se deslizan sembrando frutos de destrucción, tentados por la astucia sutil de buscar los momentos más oportunos para tener la maquinaria dura de la venganza y el odio bien engrasada.

Frente a las heridas no resueltas, éstas regresan a nuestra intimidad por la puerta de atrás. Y se cuelan como un ladrón, robando la paz y la tranquilidad interior. El perdón tiene dos notas: una inmediata y otra mediata, cercana y lejana. Te perdono, me perdonas. Y después, otra fase que necesita tiempo: luchar por olvidar. Porque el perdón consiste en renunciar a la venganza y al odio. De este modo, la persona no se endurece y de ahí brotará una nueva forma de entender la vida. Insisto: renunciar a las represalias, al ajuste de cuentas, al correctivo, a la ley del talión... sólo puede hacerlo una persona superior en calidad humana, en donde la reivindicación justiciera no va a tener cabida, tras un esfuerzo por superar las heridas y atropellos recibidos.

¿Puede una madre perdonar al asesino de su hijo? ¿Pueden los padres de una joven violada perdonar al agresor así porque sí? ¿Puede una mujer maltratada por su marido, del que se ha separado traumáticamente y que no le pasa una pensión digna perdonarle? ¿Es posible el perdón tras saber que un sujeto ha buscado el golpe seco en la vida de otra persona, en el sitio que más le duele, en el talón de Aquiles... por lo que va a tardar en recuperarse de ello unos cuantos años? ¿Se puede pasar las páginas y olvidar, tras ser difamado, ofendido, ultrajado y casi destruido? Hablamos de un daño objetivo, claro, contundente, que se puede pesar y medir.

¿Qué quiere decir perdonar? Significa aceptar los hechos e intentar comprender esa conducta y tratar de que el tema se aleje del escenario mental cada vez más. Y considerar a esa persona como digna de compasión. Sin un profundo sentido espiritual no es posible el verdadero perdón.

viernes, 28 de diciembre de 2012

La red de Triángulos en la Educación





TRIÁNGULOS 
 Nº 182                                                                                                                                      Diciembre 2012


LA RED PLANETARIA

La red planetaria de luz, amor y servicio está transformando el clima mental del planeta, reorientando a la humanidad hacia las actitudes y valores espirituales. Los grupos y actividades en el Boletín reflejan diferentes aspectos de la red.


La red de Triángulos en la Educación se puso en marcha en 1994 después de varios años de trabajo experimental en varios países. La red es un proyecto educativo que surgió del trabajo de Triángulos. Se ha descrito como "una red de personas que evoluciona orgánicamente, vinculadas en grupos de a tres y trabajando - a través del pensamiento y la acción invocadora - para llevar las energías del alma al campo de la educación."

Uno de sus principales objetivos es "servir como un instrumento de focalización consciente de las energías iluminadas del alma, la transmisión de esas energías en el campo de la actividad educativa... facilitando la creación de una civilización y una cultura más iluminada".

Desde el Festival de Wesak de 2000, la red de Triángulos en la Educación ha pasado de ser un sistema basado en las relaciones entre los individuos a un sistema en el que las personas vinculadas representan el trabajo de sus respectivas organizaciones o grupos. De esta manera, cada grupo es "un centro independiente, dinámico de la Luz educativa que contribuye poderosamente a la cualidad de la expresión energética del servicio enfocada a través de Triángulos en la Educación". Además, desde el año 2000, la red ha puesto en marcha un proyecto de 25 años que involucró el grupo de investigación en "el uso de la energía del Alma para potenciar y facilitar la aparición de una humanidad solar, iluminada y espiritual".

Entre 2000-2005, Triángulos en la Educación jugó un papel decisivo en la organización de varias conferencias  y simposios internacionales sobre la educación del alma en Findhorn (Escocia), Hungría, Sudáfrica, Hawai (EE.UU.), Colorado (EE.UU.) y Australia. Simposios y conferencias relacionados se llevaron a cabo también en el Reino Unido, los Países Bajos, Italia, Canadá y México. Entre otras cosas, de estas reuniones mundiales surgió "Las Ruedas del Alma en la Educación", un libro que es "el trabajo de muchas personas alrededor del mundo que han organizado conferencias y simposios dedicados a discutir el lugar del alma en la educación". Algunos de los temas tratados en el libro incluyen: "Aprender sin Tiempo", "El Trabajo del Nuevo Grupo de Educadores del Alma", "La Ética como Lenguaje del Alma", "La Creatividad como Trabajo del Alma", y "Comunicarse con otros de Alma a Alma".

En la introducción a su libro, Isabella Colalillo Kates escribe: "Las ruedas del alma en la educación  giran y dan vueltas con cada educador que, trabajando desde la dimensión interior de sí mismo, aporta nuevos conocimientos y prácticas al campo. En estos tiempos turbulentos, pero profundamente desafiantes, hay una gran necesidad de nutrir el alma junto con el intelecto de los jóvenes. El alma es la fuente de la salud, la integridad y la cualidad de la compasión necesaria en esta época de realineamiento y posibilidades. "

El focalizador de esta iniciativa, Clarence Harvey, ahora está trabajando como director interino de la Academia Steiner de Hereford, que es la primera escuela financiada con fondos públicos en Inglaterra para ofrecer educación Steiner. En una comunicación reciente, Clarence comentó: "La mayor parte de este trabajo es subjetivo y fuera de la vista del público - no es menos eficaz debido a esto, como un medio para crear el puente entre el reino de la vida del alma y el reino cotidiano de la práctica educativa humana. Tengo la esperanza de que el período 2012-2013 verá una intensificación del trabajo consciente en los niveles subjetivos para conectar estos reinos...".

Triángulos en la Educación
98 Queensway,
Hereford, HR1 1HG
Reino Unido
E: trianglesineducation@virginmedia.com

jueves, 27 de diciembre de 2012

Música y poesía en la educación de la sensibilidad


MÚSICA Y POESÍA en la educación de la sensibilidad



Música y poesía nacieron una al lado de la otra, permaneciendo unidas como dos amantes, con sus desencuentros e incomprensiones. Por eso, uno de los debates, en la estética musical, ha sido las relaciones entre la poesía (o el texto) y la música. Son muchos los poetas que han sentido un gran atractivo por la música, y no sólo los poetas cantores. “A veces la música se adueña de mi como un mar. Ha sido -esa música- uno de los grandes deleites de mi vida”, escribió Baudelaire, y Ronsard cantó: “No es digno de ver la suave luz del sol, aquel que no hace honor a la música”. Alguien dijo que los poetas y los músicos son los hijos sagrados de las musas. Pensemos también en el vigor y el ardor con que la canción popular (música y poesía) ha impregnado el espíritu y la cultura de todos los pueblos. “La poesía, la música y otras formas del arte son, con mucho, los medios más adecuados para describir la experiencia humana”, dice E. Fromm.
En la educación de la sensibilidad, la música y la poesía ocupan un lugar destacado. El niño y el adolescente, en contacto con estas dos artes, aprenden a desarrollar ese campo fundamental de la educación, que denominamos de la sensibilidad y la creatividad, esenciales en toda educación integral. Todo sistema educativo, que se precie de ser integral, ha de poner al niño, desde su tierna infancia, en contacto con la música y la poesía.
Poesía y música están presentes hoy, y han estado siempre, en la pluma del poeta leonés, Ángel Fierro. Toda su poesía es la expresión de una profunda y espontánea inspiración, acompañada de un ritmo musical interno que, al leerla, uno tiene la sensación de estar escuchando, a la vez, las dos artes ensambladas. Ello se debe a la musicalidad innata de este poeta y a su conocimiento y amor por ambas artes. Por este motivo, abrimos, hoy, esta entrada del Blog sobre la educación de la sensibilidad, con una publicación del Diario de León sobre el poeta.


«Mi poesía tiene vocación existencial» ( Diario de León - 18/12/2012 )

jueves, 20 de diciembre de 2012

¿La religión fuera de la escuela?



¿La religión fuera de la escuela?

Esta pregunta -así hecha- está viciada de origen, pues supongamos que hacemos esta otra pregunta: ¿Las matemáticas o  la geografía (o cualquier otra materia educativa) fuera de la escuela? Diríamos que se trata de una pregunta absurda, debido a su evidente respuesta. Pero lo grave es que si esa pregunta se hace habitualmente, tratándose de la religión, es porque se dan unas condiciones muy especiales, y en particular en nuestro país, en relación con esta materia, que analizaremos enseguida. En primer lugar, si esa pregunta la hacemos tratándose de matemáticas, geografía o lengua, a nadie se le ocurriría que, en una clase de matemáticas, sólo íbamos a enseñar, geometría, pero no aritmética ni álgebra; o en la clase de geografía, sólo íbamos a hablar de geografía de Europa, pero no de África, por ejemplo; o en la de lengua, que no se iba a tratar de la sintaxis, sino sólo de la ortografía. En estos tres casos, entendemos, por sentido común y pedagógico, que los únicos límites impuestos, en la enseñanza de estas materias, vendrían señalados principalmente por los diferentes niveles de educación, pero nunca por la materia en sí.

¿Por qué, pues, se da esa confusión, incluso esa lucha, cuando se trata de religión? ¿Por qué, si se trata de las otras materias aludidas, hay acuerdo, y no lo hay al tratarse de religión? Probablemente porque “con la iglesia hemos topado”, y dicho en su sentido literal y auténtico. A lo largo de nuestra historia, cuando hablaba la iglesia, la respuesta ha sido: “amén”, es decir, hay que creer con una fe ciega lo que dice, porque “habla en nombre de Dios”, “con una autoridad divina”. No merece la pena entrar aquí en la actitud y el análisis de estas palabras, muy reveladoras por otra parte, sobre todo desde el punto de vista de un psicoanálisis profundo.

Queremos decir que, como hemos consentido que la palabra religión sea un campo exclusivo de las iglesias, y en este caso, de la católica, no ha de sorprender que por religión sólo se entienda “religión católica”, como si no existe otra religión; en cambio, si volvemos a las matemáticas, la geografía o la lengua, entendemos que la materia de estudio es entera en cada una de ellas. La ciencia y todas las demás manifestaciones del saber humano, en este contexto católico español, con mucha frecuencia se han inhibido de todo asunto religioso y han consentido el empleo de la palabra religión en ese sentido único, y no en su sentido original (de religare = unir), referida a todas las manifestaciones religiosas que han tenido lugar en el mundo, de las que la religión católica es sólo una más.

Aquí podría estar el quid de la cuestión, y cuyas consecuencias son enormes y mucho más graves de lo que parece a primera vista. Ese campo de la religión, en manos exclusivas de la iglesia católica, ha sido desvirtuado, como casi todo lo que ha tocado esta institución, a lo largo de siglos; de ahí, la necesidad, y por otra parte la dificultad, de desmontar muchos de esos hábitos. Hasta el punto de que, incluso aquellos que hablan de “la religión fuera de la escuela”, han caído en esta trampa, dando por supuesto que religión es sinónimo de “religión católica”. La confusión que se ha generado no permite hacer un análisis fácil, fehaciente y honesto de los hechos, debido a que partimos de supuestos erróneos. Bastaría con superar estos errores, para comprender y aceptar que la pregunta inicial está viciada y es improcedente.

Llegados a este punto, debemos hacernos estas otras preguntas: ¿Se debe impartir el hecho religioso en la escuela pública, es decir, una breve historia de las religiones? ¿Se debe enseñar únicamente religión católica en dicha escuela? La respuesta a estas preguntas seguramente ha de ser muy dispar. A la primera, toda persona de bien debería dar una respuesta afirmativa, porque el hecho religioso es una de las realidades más profundas de la vida, como tantas otras; no es “el opio del pueblo” (esta afirmación sólo tiene su origen en la oposición a la religión institucionalizada). La carencia de una auténtica formación religiosa tiene graves consecuencias, en la vida humana, como la carencia de una formación humanística, científica o artística, incluso probablemente más graves.

El socialista francés, Jean Jaurès, en una carta a su hijo que le pedía que le eximiera de cursar la religión, le contesta: “Cuando tengas la edad suficiente para juzgar, serás completamente libre, pero tengo empeño decidido en que tu instrucción y tu educación sean completas, y no lo serían sin un estudio serio de la religión”. Sin duda, Jaurès pensaba en la enseñanza del hecho religioso en la humanidad, no de una religión en exclusiva. Y el psicólogo y filósofo americano, Williams James, en su obra “Variedades de la experiencia religiosa”, ha tratado el hecho religioso en profundidad y con un gran respeto y admiración. En ella dice que la religión, sea lo que sea, es una reacción total del hombre ante la vida.

Otra cosa es responder a la segunda pregunta, donde ya no se conseguiría la respuesta unánime de toda persona de bien, pues se trataría, entonces, de una religión privilegiada, lo que es contrario a todo principio de independencia de poderes, y a los principios mismos que inspiraron el Concilio Vaticano II. Todo poder (eclesiástico, político, económico, etc.) utiliza siempre la argucia de llevar el agua a su molino: “En la materia de religión, enseñamos valores, actitudes y comportamientos éticos y humanos”, dirán algunos defensores de la enseñanza de la religión católica en la escuela pública. A lo que hay responder: Evidentemente, como debe ser en toda materia educativa, pero ese hecho, en sí mismo, no justifica su implantación en la escuela.

Otros afirmarán: “La religión católica es la religión de la mayoría del pueblo español”.  Ante afirmaciones como éstas, me duele utilizar la palabra “hipocresía”, pero no encuentro otra para expresar la pura y evidente realidad: Todo eso es una disculpa para adoctrinar en la religión católica, para disponer de poder, desvirtuando el verdadero contenido religioso.  W. James dice a este respecto: “De las bajezas que comúnmente se atribuyen a la religión, casi ninguna de ellas es atribuible, en absoluto, a la propia religión, sino más bien al perverso compañero práctico de la religión, el espíritu de dominio dogmático”. Se refiere, evidentemente, al espíritu clerical, el de las iglesias institucionalizadas, convertidas en auténticos poderes fácticos.

Ese espíritu, y sólo ese, está detrás de la jerarquía católica en su defensa de la implantación de la “religión católica” en la escuela pública. ¿Qué necesidad tiene, si nadie le niega el derecho y la posibilidad de llevarlo a cabo en sus iglesias y sus centros? Por otra parte, en esa posible materia de la historia de las religiones, los alumnos recibirían las enseñanzas elementales de la religión católica; pero una religión dogmática y autoritaria no admite ser tratada como una religión más, sino en exclusiva.

Toda religión institucionalizada, es decir, que defiende y persigue el poder temporal y material, como la jerarquía y la iglesia católica, queda automáticamente vaciada de su verdadero contenido interno: la religión del amor. Es un hecho bien conocido, al ser evidente. Recurrimos a diversos textos de eminentes personalidades. Jung, ese gran conocedor del hombre, afirma: “Allí donde reina el poder, no hay amor, y allí donde reina el amor, no se necesita poder”. Por su parte, Thomas Paine, un promotor del liberalismo y de la democracia, lo deja claro, en los “Derechos del hombre”, al tratar de la iglesia establecida por la ley. Así, afirma: “Suprimid la implantación de las leyes y todas las religiones recuperan su original benignidad… Si consideramos también este asunto desde un punto de vista temporal, observaremos los perniciosos efectos que ha tenido en la prosperidad de las naciones. La unión de la Iglesia y del Estado ha empobrecido a España”. Y el físico Paul Davies afirma: “Desde que la religión se institucionalizó, se ha preocupado más del poder y la política que del bien y del mal”.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

El educador y el médico


El educador y el médico (1)

Existe, sin duda, una estrecha relación entre la educación y  la salud; sin embargo, hay diferencias sociales profundas entre los médicos y los educadores. La mayor consideración social del médico que del educador, radica probablemente en que esta humanidad -debido a su nivel de evolución- se ha  identificado más con su cuerpo que con su mente y su espíritu. En nuestra mentalidad actual, el médico se ocupa de nuestro cuerpo físico, atiende a nuestra salud externa, mientras el educador tiene encomendada la tarea de nuestro desarrollo mental y emocional. Pero esto es debido a esa división cartesiana y mecanicista del hombre en cuerpo y mente, como dos realidades totalmente diferentes, hoy superada por la ciencia moderna.

No obstante, el verdadero médico no ha actuado nunca exclusivamente sobre el cuerpo físico, sino también sobre la mente y el espíritu, porque ha habido siempre un conocimiento consciente o inconsciente de que el cuerpo y la mente pertenecen al mismo ser y son totalmente interdependientes. Hoy es un hecho confirmado por la ciencia moderna, por lo que tanto el médico como el educador han de ocuparse de la persona integral. A pesar de ello, de aquel viejo lema “mens sana in corpore sano”, podríamos decir que, hoy en nuestro mundo, el educador se ocupa más bien de la mens sana, y el médico, del corpore sano.

Ha llegado, pues, el momento en que la consideración social del educador se acreciente, sin que disminuya la del médico, pues ambas profesiones son las más necesarias e imprescindibles si deseamos vivir en una sociedad sana, libre y responsable, como pretendemos aquí. Son dos profesiones a las que no debiera acceder cualquier persona, ya que exigen unas capacidades y unas disposiciones determinadas, que podemos llamar vocación, inclinación o de otra manera, pero que se caracterizan -ante todo- por haber descubierto una dirección llena de sentido. Ese es el sentimiento de la vocación, según M. Ferguson.

Aquí vemos, nuevamente, una mayor marginación social del educador que del médico, pues, mientras para ser médico se requieren unas ciertas dotes o capacidades (reflejadas desgraciadamente sólo en unas calificaciones altas), para ser educador, se cree que sirve cualquiera que haya superado la calificación más baja. Así ha sido en casi todos los países de Europa hasta época reciente, en que se ha incrementado -en algunos de ellos- la consideración social del educador.

Veamos un ejemplo bien clarificador de cuanto exponemos. Para ser médico -de niños o de mayores- hay que pasar necesariamente, con toda lógica, por la facultad de medicina y ser licenciado; para ser educador, si es de niños, basta con ser diplomado. Así ha sido, hasta hace poco tiempo, en casi toda Europa, y en España se comienza, todavía ahora, a corregir este craso error educativo y social de consecuencias tan nefastas.

Los métodos utilizados por el médico y el educador convencionales han sido semejantes. El médico ha tratado con enfermedades, no con enfermos. El educador ha tratado con grupos de alumnos, sin descender a cada uno en particular. La nueva medicina y la nueva educación se dirigen, en cambio, a la persona humana en particular y en su totalidad. En ellas, toda terapia y toda educación tienen como objetivo fundamental el conocimiento del individuo, sus características individuales, sus potencialidades. Lo cual exige un cambio profundo en la metodología del terapeuta y del educador.

“El punto decisivo -dice Jung- es que yo, como hombre, me enfrento a otro hombre”. Se trata, en ambos casos, de penetrar en el horizonte del alma humana, para lo cual se requiere una formación muy amplia, más allá de los estudios oficiales y específicos de la medicina o de la educación, y ante todo un buen conocimiento de sí mismo. En este sentido, tanto el terapeuta como el educador no terminan nunca su formación porque están aprendiendo, cada día, con su experiencia directa, pero el sentido de responsabilidad, la entrega y el amor al ser humano individual les llevan a curar y a educar por simpatía aunque su formación no se haya completado.

Por eso, Jung, ese hábil y profundo psicólogo y psicoterapeuta, afirma: “El psicoterapeuta no debe comprender sólo al paciente; es igualmente importante que se comprenda a sí mismo”, y más adelante cuenta que, en cierta ocasión, se le presenta un joven médico que quería ser psicoanalista, y Jung le dice: “¿Sabe usted lo que significa esto? Significa que debe primero conocerse a sí mismo. El instrumento es usted mismo. Si usted no está bien, ¿cómo podrá ponerse bien el paciente? Si usted no está convencido, ¿cómo podrá convencerles? Usted mismo es la auténtica materia prima”.

Una verdadera lección de praxis médica, que puede aplicarse al pie de la letra a la educación y al educador. Jung vivía plenamente su profesión de psiquiatra, de psicólogo y psicoterapeuta, pues lo era todo a la vez. Llegó a decir que sus pacientes le situaron tan cerca de la realidad de la vida humana, que no hubiera podido encontrar nada más esencial en sus experiencias. Al médico y al educador que no puedan afirmar lo mismo que Jung (que la experiencia con sus pacientes y con sus alumnos no les lleve a una mejor comprensión de la vida y del propio ser humano), les ha servido para muy poco sus respetadas profesiones. Podría ser interesante hacer esta pregunta con frecuencia tanto al médico como al educador: ¿Toma usted siempre en serio a sus pacientes, a sus alumnos?

 Otro aspecto característico del médico y del educador es que ambos necesitan ser, en buena medida, psicólogos, porque tratan con seres humanos, cuya mente y cuya alma son sus constituyentes esenciales. Seguimos con Jung, que dice: “Donde el paciente sufre es en el alma y, todavía más en concreto, en las funciones más elevadas y complejas de ella, que uno apenas se atreve a seguir adscribiendo al campo de la medicina. El médico tiene que ser, en este caso, también un psicólogo, es decir, un conocedor del alma humana”. Y en otro lugar, afirma: “Los médicos que no tienen ninguna experiencia de la práctica médica en psicología, experimentan dificultades para comprender lo que ocurre tan pronto como la psicología deja de ser una búsqueda perseguida por el sabio, en la tranquilidad del laboratorio, y participa activamente en la aventura de la vida real”.

Siguiendo con las diferencias sociales entre médico y educador, diremos que mientras se puede considerar a los médicos como los únicos o al menos los principales responsables de la situación de la salud, debido a su poder de control y de decisión, ya que ellos se consideran “los únicos capacitados para determinar lo que constituye una enfermedad y para escoger la terapia adecuada”, como dice F. Capra; los educadores, por su parte, tienen muy poco poder de decisión en materia educativa, y por tanto, no se sienten ni los únicos ni los principales responsables de la situación de la educación actual.

Resulta sorprendente y paradójico lo que dice Capra sobre la salud y otras patologías sociales de los médicos de hoy: “Tienen una actitud -afirma- y un modo de vida que resultan muy perjudiciales para su salud y generan una gran cantidad de enfermedades”, y dice que su esperanza de vida es entre diez y quince años menos que la del promedio de la población, y que el índice de alcoholismo, abuso de drogas y suicidios es muy elevado entre los médicos. Quizás no se pueda decir, felizmente, lo mismo de los educadores, salvo que el índice actual de baja laboral es de los más elevados debido a la conflictividad de los centros. Todo lo cual no deja de ser una señal clara de los fallos y las crisis de estas dos profesiones tan fundamentales en la sociedad.

Otra diferencia significativa entre el médico y el educador, que muestra un mayor prestigio profesional y social para el médico (o mejor, un desprestigio del educador), es la siguiente: El médico, después de sus estudios generales de medicina que le otorgan el título de licenciado, debe prepararse durante al menos dos años para desempeñar una especialidad; en cambio al educador, después de obtener su licenciatura, le basta un cursillo de unos meses vaciado de contenido pedagógico. Así ha sido, en España, hasta este momento en que se pretende llevar a cabo una preparación más eficiente para los profesores de Secundaria, mediante la realización de un Máster de Formación. Una vez más, para esta sociedad materialista, el cuidado del cuerpo ha tenido un mayor interés que el desarrollo de la mente y del alma. Sin embargo, la salud mental de una sociedad bien puede medirse por este termómetro: la situación profesional y social tanto del educador como del médico.

La necesidad, pues, de un cambio de paradigma en la salud y en la educación es necesaria y urgente. Nada hay más parecido a esta medicina convencional que esta educación convencional, pues ambas provienen del sistema patriarcal y de la visión mecanicista y materialista del mundo y del hombre.
(1) Se permite  el uso y la difusión de este documento citando su procedencia. Reservado por derechos de autor

La salud y la educación, pilares básicos de la sociedad


La salud y la educación, pilares básicos de la sociedad (1)

La salud y la educación caminan siempre juntas y han de ser los objetivos principales en cualquier sociedad que desee el progreso y el bienestar verdaderos de sus ciudadanos. La salud y la educación, si son auténticas e integrales, ayudan a desarrollar las potencialidades que laten en el interior de todo ser humano, y le llevan a un mejor conocimiento de sí mismo. Por eso, el físico F. Capra afirma que el proceso terapéutico moderno ya no se concibe como el tratamiento de una enfermedad, sino como una aventura en la exploración de uno mismo.

No podemos hablar de una sociedad avanzada y adulta, si sus miembros no gozan de buena salud y no poseen una educación que les haga independientes y responsables. Hoy todo el mundo sabe que los servicios básicos de cualquier sociedad son la salud y la educación. Dos aspectos que no parece que estén, en todos los países, entre las preocupaciones fundamentales de los gobernantes actuales. Según un informe de Amnistía Internacional, un tercio de los países del mundo invierten más recursos en las fuerzas armadas que en los servicios de salud. Parece que algunos de los gobernantes, de talento más bien totalitario y dogmático, incluso en sociedades democráticas, tienen miedo a esos ciudadanos sanos, cultos y responsables,  probablemente debido a que son más difíciles de controlar y de dirigir. Y no debemos olvidar que el miedo es un componente significativo tanto de la falta de equilibrio psicológico como de la ignorancia.

Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que los países más avanzados son aquellos que tienen, entre sus prioridades fundamentales, la salud y la educación, y para ello han firmado pactos de gobierno entre los principales partidos políticos, considerando que ambas constituyen -salud y educación- la base social sobre la que se asienta una sociedad sana, próspera y equilibrada. El hecho de que cada partido en el gobierno imponga su particular visión en la salud y la educación, es un índice de que esa sociedad es más totalitaria que democrática.

Así pues, los fallos que se observan -como vamos a ver- en las sociedades occidentales, tanto en la salud como en la educación, son semejantes al ser estructurales y conceptuales. F. Capra, en su libro “El punto crucial”, hace una detallada exposición de la situación de la salud en el mundo occidental, y a él nos remitimos con frecuencia en el presente capítulo en lo referente a la salud. Dice, por ejemplo, que hoy estamos asistiendo a una profunda crisis de la asistencia médica en Europa y Norteamérica, a pesar de los grandes adelantos de la medicina, pues “no parece -afirma- que la salud de la población haya mejorado de manera significativa”. Podemos asegurar que la salud pública ha mejorado más en cantidad que en calidad.

“La esperanza de vida es una estadística útil, pero no basta para medir la salud de una sociedad. Para tener una imagen más exacta hemos de prestar más atención a la calidad que a la cantidad”, dice el mismo Capra. En efecto, lo importante no es llenar la vida de años, sino los años de vida. La calidad y la cantidad forman una dualidad, y en toda dualidad nuestra sociedad se halla polarizada en el extremo más visible; por eso, prefiere la cantidad (años) a la calidad (vida). Pero, como  vemos en otras partes del libro, eso es una ilusión, un engaño, ya que en toda dualidad hay que buscar la unión de los opuestos, encontrar el equilibrio entre ambos; de lo contrario, surge el desequilibrio.

En 1946, la Organización Mundial de la Salud (OMS) conceptualizó la salud como "un completo estado de bienestar físico, mental y social y no meramente la ausencia de enfermedad o incapacidad". Esta definición de la salud recuerda la Declaración Universal de los Derechos Humanos, referente a la educación, que dice: “La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana”. No faltan textos legales que avalan la necesidad de procurar una salud y una educación integrales, como un derecho fundamental de todo ser humano; así, se reconoce que la salud y la educación son la base esencial para que los pueblos puedan salir de la pobreza. En cambio, faltan los medios  y la concienciación suficientes para cumplir con esos derechos.

Se debería investigar más sobre las relaciones entre la salud y la educación, sobre el cambio necesario de actitud que debe realizarse en todos los sectores sociales con respecto a estas dos bases fundamentales de la sociedad. Ambas han sido víctimas -quizás aún más la educación que la salud- del sistema patriarcal dominante, de la visión mecanicista y fragmentaria del mundo, de su totalitarismo y su dogmatismo, y de la falta de consideración del alma individual del paciente y del educando. En una encuesta llevada a cabo por M. Ferguson, acerca de su libro “La Conspiración de Acuario”, las personas relacionadas con la educación estaban todas de acuerdo en que la educación es una de las instituciones menos dinámicas, muy por detrás de la medicina, la psicología, la política, etc. 

El verdadero educador sabe que la Nueva Educación pone todo su empeño -lo mismo que el verdadero terapeuta y el verdadero sanador- en la importancia de cada ser humano individual. Sólo se puede educar y sanar adentrándose en el interior del ser humano, en su propia alma. Por eso, dice Jung: “Yo trato a cada paciente lo más individualmente posible, pues la solución del problema es siempre personal”. Esto se aplica lo mismo al médico, que al psicólogo y al educador. Sin embargo, tanto la salud como la educación convencionales rara vez toman en consideración los problemas personales de los individuos, desoyendo el dicho hipocrático “no hay enfermedades, sino enfermos”.

La relación entre la salud y la educación está presente en las consideraciones de transformación social de diversos autores, porque son los dos pilares fundamentales de cualquier sociedad, y en ese sentido es una responsabilidad de todos. Así, el científico social, W. Harman, hablando de la necesidad de una transformación social, dice: “La educación… sería función de todas y cada una de las instituciones de la sociedad”, y un poco más adelante, añade: “La nueva sociedad tendría una definición más amplia de la salud como integridad del ser. Como en el caso de la educación, la responsabilidad sería compartida por muchas instituciones”.

La salud forma parte de las necesidades básicas del ser humano, que se dice que son tres: el alimento, el vestido y la salud. Inmediatamente después, viene la educación. De ahí, la importancia social de la salud y de la educación, como necesidades vitales para la realización de todo ser humano. Pero ambas sufren una profunda crisis social. En cuanto a la asistencia sanitaria, esa crisis se debe, en gran parte, al haber adoptado el modelo biomédico, el cual trata de evitar -como veremos enseguida- todo aquello que no cuadra con sus estrechos límites del cuerpo y la materia, como son la muerte y los problemas psicológicos y existenciales del ser humano. Todo lo reduce a lo orgánico, a lo que palpan nuestras manos y ven nuestros ojos. Una visión tan limitada y mediocre del ser humano sólo puede llevar a la humanidad a la profunda crisis que sufre, hoy, ya que los problemas y las enfermedades del hombre actual no se pueden analizar ni comprender a la luz de ese modelo médico.

 Por eso, la crisis de la salud -como la de la educación- no es de fácil solución, ya que las verdaderas causas de ambas se enlazan con la crisis profunda de la civilización humana actual, de forma que su solución requiere un cambio de visión del mundo, un cambio de paradigma ya presente en el mundo actual, pero que se resiste a avanzar, debido a la enorme presión ejercida aún por las anteriores estructuras dominantes que siguen en el poder. Si bien es cierto que tanto la salud como la educación sufren una profunda crisis, en el campo de la salud se ha investigado mucho más que en el de la educación. Hoy contamos ya con una nueva medicina, una medicina alternativa, que si no es suficientemente conocida es porque la medicina oficial trata de impedirlo; en cambio, no contamos aún con una nueva educación, si no es en esferas muy reducidas.
(1) Se permite  el uso y la difusión de este documento citando su procedencia. Reservado por derechos de autor



¿Qué son las Naciones Unidas?

Las Naciones Unidas[1]
 (Julio Ferreras)

Entre las organizaciones internacionales, nacidas en la segunda mitad del pasado siglo, la más importante y la de mayor alcance mundial es, con toda evidencia, la Organización de las Naciones Unidas, creada en 1948 a raíz de la segunda guerra mundial para “preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra”, como debuta su Carta Institucional. El público mundial suele confundir generalmente la Asamblea General de las N. U., e incluso las propias Naciones Unidas, con el Consejo de Seguridad, el órgano más conocido de la organización, probablemente por ser el único órgano esencialmente político y el que más trabas está poniendo para el cumplimiento de los objetivos de la Carta Institucional, y en especial los cinco miembros permanentes de dicho Consejo con derecho a veto. Las Naciones Unidas no han sido suficientemente conocidas, debido esencialmente a que las grandes potencias las han utilizado más bien en su provecho, que en bien de toda la humanidad para el que fueron creadas.
El Dr. Robert Muller, uno de los que mejor ha conocido esta organización mundial y más ha trabajado en su favor, escribió el mejor alegato a favor de las Naciones Unidas, titulado “Mi profesión de fe en las Naciones Unidas”, que -como su nombre indica- expresa una profunda confianza en esa organización por “el progreso humano que representan a pesar de sus límites, sus fallos y su errores”, dice. Llega a considerar a las Naciones Unidas como “una organización que será considerada algún día por los historiadores como el paradigma del tercer milenio”, y como “la conciencia y el corazón precursores de una humanidad que defiende lo que es bueno y rechaza lo que es malo, que alienta y defiende la comprensión, la cooperación y la ayuda humanitaria, en lugar de la división, la lucha y la indiferencia entre las naciones”. En efecto, las Naciones Unidas son la síntesis y la fusión de los ideales de fraternidad, justicia y paz de todos los pueblos de la tierra. Todas sus misiones sobre el planeta son y deben ser de paz, y no de guerra, porque la Carta de las N.U. se creó precisamente para que la humanidad pudiera vivir en paz.
Einstein, ese científico que se caracterizó por su gran sentido humanitario, escribió al representante alemán en la Sociedad de Naciones (el organismo internacional anterior a la ONU): “Estoy dedicando todos mis esfuerzos a la creación de una organización supranacional que pueda actuar como árbitro y órgano regulador de los asuntos internacionales”. En otro discurso, en 1948, afirma: “Hay un único camino hacia la paz y la seguridad: el camino de la organización supranacional”.
Einstein tenía claro que esto sólo se podía conseguir, a partir de un acuerdo sobre el desarme y la renuncia a una parte de la soberanía nacional de los diversos gobiernos. Por eso, escribió: “Quien no se encuentre dispuesto a poner el futuro de su país en manos de una organización internacional que actúe de árbitro, en caso de reyertas, no está verdaderamente decidido a evitar las guerras… Quien quiera abolir de veras toda guerra, tendrá que aceptar que su propio estado renuncia a parte de su soberanía en beneficio de las organizaciones internacionales”. Esta idea se repite constantemente en todos sus mensajes, anticipándose en muchos decenios a la época que le tocó vivir.
Esto exige una toma de conciencia de la necesidad y de la importancia de la unión entre los pueblos, y a la vez un buen ejercicio de humildad y de fuerza moral. Para ello, es preciso una reforma de las Naciones Unidas, y sobre todo del Consejo de Seguridad, de los cinco países que tienen el derecho de veto (una especie de secuestro de las Naciones Unidas, debido al egoísmo y la ambición), para que este órgano deje de ser puramente político en manos de las grandes potencias y se convierta en un órgano realmente democrático y representativo de la Asamblea General o desaparezca. Hoy, el Consejo de Seguridad tiene un mayor poder de decisión sobre los problemas mundiales, que la propia Asamblea General.
En efecto, ¿cuándo dejaron de guerrear las razas, los pueblos y las naciones del mundo que hoy viven en paz? Cuando cedieron parte de su soberanía a una entidad superior que las englobaba a todas; es decir, a partir de su unión, bien sea entre los distintos estados, pueblos o etnias de una misma nación, o entre diversas naciones vecinas. Eso ocurrió entre los estados federados de América del Norte (los EEUU) y en la Unión Europea, como asimismo en el Reino Unido, España, Francia, etc. Por eso, hoy se cuentan entre los pueblos y las naciones más avanzados del planeta. En cambio, esas partes del mundo donde los pueblos viven enfrentados, deseando imponer cada uno su soberanía a los demás, se desgarran en guerras fratricidas, como ocurre sobre todo en África y Oriente Medio.
Según R. Muller, las Naciones Unidas “son un mecanismo internacional listo para ser utilizado en el momento preciso en que la humanidad esté llegando a ser una unidad compleja e interdependiente desde todos los puntos de vista. Esta será su mayor oportunidad histórica de éxito y de utilidad para la raza humana”. Ese momento parece que ha llegado ya y, por tanto, las Naciones Unidas deben ser ese mecanismo -de que habla Muller- que integre a todas las naciones del mundo.
La debilidad que se achaca con frecuencia a las Naciones Unidas no es sino la debilidad y la falta de visión de futuro de la propia humanidad en su conjunto y el deseo de algunas naciones de suplantar a las N.U. en sus negociaciones ambiciosas y egoístas. Eso es lo que representan el G8, el G20 y todos los demás organismos que actúan por encima o al margen de la Asamblea General. A medida que los ciudadanos del mundo vayan desarrollando su independencia y alcanzando su etapa adulta, veremos unas N.U. más fuertes y libres, y no habrá ningún grupo que actúe al margen de las propias N.U., siempre que se trate de asuntos que incumben a toda o la mayoría de la humanidad y del planeta.
A medida que las naciones aprendan que la mayor fuerza y seguridad está en la unidad del conjunto, y no en la actuación por separado, las N.U. se fortalecerán y habrá un mayor equilibrio, orden, paz y seguridad en todo el mundo. Ninguna de las partes ha de ser nunca superior al todo, al conjunto, ni debe actuar en solitario cuando se trata del bien común. Esto deben aprenderlo bien los ciudadanos y las naciones si desean un futuro en una convivencia justa y pacífica.




[1] Se permite  el uso y la difusión de este documento citando su procedencia. Reservado por derechos de autor


miércoles, 5 de diciembre de 2012

Los poderes lo pueden todo… si nosotros se lo permitimos"


Andrés Rábago, ‘El Roto’: “Los poderes lo pueden todo… si nosotros se lo permitimos"
El último Premio Nacional de Ilustración acaba de publicar 'Camarón que se duerme (se lo lleva la corriente de opinión)', una crítica aguda al papel actual de los 'mass media', mientras prepara dos libros sobre Sanidad y Educación.
 Desde sus inicios en 1968 en las míticas revistas Hermano Lobo y La Codorniz hasta sus actuales viñetas en El País, el aguijón certero de Andrés Rábago, El Roto (Madrid, 1947), se ha convertido en un imprescindible de las mañanas. Su reflexión aguda sobre la condición humana inmersa en un mundo en permanente conflicto le ha hecho merecedor del Premio Nacional de Ilustración 2012. Tras el incontestable Viñetas para una crisis (Mondadori), acaba de publicar Camarón que se duerme (se lo lleva la corriente de opinión), una selección de trabajos en relación al denostado papel actual de los medios de comunicación. Mientras, prepara dos nuevos volúmenes, sobre Sanidad y Educación, "lo que más preocupa ahora a la gente", afirma.

Sus dibujos plasman, ahora más que nunca, una realidad poco alentadora. ¿Paren el mundo que yo me bajo?
Yo creo que al contrario. Lo que mis viñetas pretenden mostrar no es tanto una postura desesperada, sino una indicación de los errores cometidos y, por lo tanto, la posibilidad de enmendarlos. Es verdad que la sátira tiene unas funciones muy determinadas y no se puede esperar que haga elogios. Por eso trato de dar cuenta de los problemas que hay y, en ocasiones, apunto a vías de salida.
¿Qué es la sátira social?
Una tradición muy antigua que viene del momento en el que el hombre se dio cuenta de que podía expresar su disconformidad con lo que veía y reflejarlo a través de una imagen.
Como en la fábula del Rey desnudo.
Quizá la sátira lo que dibuja no es un retrato oficial sino que mira debajo de los ropajes. Aunque el cuento narra que el Rey iba desnudo por fuera, creo que el poder va revestido pero debajo está desnudo. Entonces mirar por debajo de los ropajes es la labor de la sátira.
¿Y a quién hay que desenmascarar hoy?
El poder siempre es una forma de máscara. Partiendo de que todos somos iguales, todo aquello que nos sitúe en una posición de superioridad frente al otro es una máscara.
¿Por ejemplo?
Hay mucho enmascarado. También en el lado de los que pretendidamente son solidarios y críticos.
No personaliza, como en sus viñetas.
No me interesan tanto los individuos concretos como aquello que representan. Como personas, las respeto. Pero en sus funciones, no.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Primer Seminario Internacional de Neuroeducación



Aporte a la calidad de la educación (Anna Lucía Campos)

"La transformación de la educación comienza con la de tu cerebro", es el enfoque que se le dará al Primer Seminario Internacional de Neuroeducación realizado en Chile. Para esta especialista brasileña, directora general del Centro Iberoamericano de Neurociencias, Educación y Desarrollo Humano, es buena oportunidad para conversar sobre la contribución de las neurociencias a la educación. 
 (Véase texto completo)

La Neuropedagogía y el aprendizaje



Neuropedagogía HOY



¿Cómo aprende el ser humano?
 (Dra. Silvia Pérez Fonticiella, Consultora en Neurociencias)

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Ésta es sin duda una pregunta compleja que diferentes enfoques disciplinarios han tratado de responder desde la filosofía, la biología, la psicología, entre otras. A finales de los años 90, encontramos recién corrientes de pensamiento que hacen hincapié en la importancia de los factores socioculturales y emocionales en el proceso de aprendizaje. A partir del año 2000, a medida que se fueron conociendo los resultados de múltiples investigaciones sobre el funcionamiento del cerebro, se reconoció la importancia de la base neural en las ciencias del aprendizaje y la importancia de conocer cómo, el cerebro humano, procesa la información que le llega a través de su input sensorial y así, poder diseñar modelos educativos y estrategias de enseñanza-aprendizaje a la medida de las posibilidades de los aprendices, acordes a las posibilidades y etapa de la vida de los mismos. Una conclusión importante de todas estas investigaciones, fue que no importa la edad, siempre es posible aprender si se enseña de acuerdo a las posibilidades de cada cerebro. De este modo, surgieron nuevas interrogantes: ¿cómo y sobre todo, cuándo, podemos aprender mejor y más rápido?; ¿hay períodos más propicios para el desarrollo del cerebro?; ¿Qué papel juegan las emociones, la motivación y la autoestima en el aprendizaje?; ¿qué peso tienen las condiciones ambientales , el entorno o contexto en que se imparten las clases, para que la persona logre un adecuado aprendizaje?; ¿Cuáles son las causas orgánicas, que dificultan la adquisición de habilidades matemáticas o para la lectura? Todo esto se va develando a medida que avanzan los estudios en el área de la neurociencia, disciplina que se nutre de variadas disciplinas como la biología, la psicología, la química, la anatomía, la física y la informática.


domingo, 25 de noviembre de 2012

José Mújica, un político ejemplar

CARTA DE A. LINCOLN AL MAESTRO DE SU HIJO

CARTA DE ABRAHAM LINCOLN AL MAESTRO DE SU HIJO


Esta es una carta escrita por Abraham Lincoln a la dirección del colegio donde estudiaba su hijo. Contiene consejos, que siguen vigentes para dirigentes, trabajadores, maestros, padres y estudiantes. 

“Estimado profesor:
Él deberá aprender que no todos los hombres son justos ni veraces, pero dígale, por favor, que por cada villano hay un héroe, que por cada egoísta hay también un líder generoso.
Enséñele, por favor, que por cada enemigo habrá también un amigo, enséñele que más vale una moneda ganada que una moneda encontrada, enséñele a perder, pero también a saber gozar de la victoria. Apártelo de la envidia y dele a conocer la alegría profunda de la sonrisa silenciosa. Hágale maravillarse con los buenos libros, pero déjelo también entretenerse con los pájaros del cielo, las flores del campo, los montes y los valles.
En los juegos con los compañeros, explíquele que la derrota honrosa vale más que la victoria vergonzosa, enséñele a creer en sí mismo, aun cuando esté solo contra todos.
Enséñele a tener fe en sus propias ideas, aun cuando alguien le diga que está equivocado. Enséñele a ser amable con la gente amable y duro con los duros, enséñele a no dejarse llevar por la multitud simplemente porque otros también se dejaron.
Enséñele a escuchar a todos, pero, a la hora de la verdad, a decidir por sí mismo. 
Enséñele a reír cuando estuviese triste y explíquele que a veces los hombres también lloran.
Enséñele a ignorar el aullido de las multitudes que reclama sangre y a luchar solo contra todos, si él cree que tiene razón.
Trátelo bien pero no lo mime, porque sólo la prueba de fuego hace el buen acero.
Déjelo tener el coraje de ser impaciente y la paciencia de ser valeroso.
Transmítale una fe sublime en el Creador y fe también en sí mismo, pues sólo así podrá tener fe en los hombres.
Ya sé que estoy pidiendo mucho, pero vea lo que puede hacer, querido profesor.”

Abraham Lincoln (1830)

Educar para la honestidad en la política


Educar para la honestidad en la política

       La razón de emprender una educación para la honestidad en la política parece, hoy, más evidente y necesaria que nunca, debido al grave deterioro sufrido por la acción política de una buena parte de los políticos actuales. Este desprestigio de la política tiene muy graves consecuencias sociales. La primera, quizás sea esa idea -cada vez más consolidada- de que todos los que se meten en política lo hacen para enriquecerse y trepar, dando por entendido que la política es así. Y esto es un grave error, pues el hecho de que una parte de políticos ingresen en la política con esa finalidad, no justifica que la política sea así, es decir, algo corrupto de antemano. No, lo que significa es que esa sociedad, en la que se dan esos hechos, es una sociedad permisiva con la corrupción, pero de ello no se deduce que la Política -con mayúsculas- tenga que ser así. Sí es cierto que se trata de un campo presto a la corrupción, debido al inmenso poder que se llega a obtener y a la baja preparación de la mayoría de los que acceden a la política, pero no hay duda de que ha habido grandes políticos, a lo largo de la historia, grandes estadistas que han sabido hacer uso de ese poder para utilizarlo en beneficio de la sociedad a la que servían.

       La Política -con mayúsculas- es aquélla de la que habla Platón en La República, donde expresa sabiamente que el poder sólo debería concederse a los hombres que no lo adoran. Es decir, aquellos que han alcanzado un grado elevado de autorrealización, que han superado las etapas egoicas, son libres (liberados de las miserias humanas) y capaces de trabajar pensando en el bien común antes que en lo personal. Por eso, la Política sólo debería ser ejercida por las personas que han conseguido desarrollar todas -o al menos la mayoría- de sus potencialidades, que no están dominadas por el egoísmo, la ambición o la envidia, sino que están imbuidas del sentimiento de unidad, de fraternidad y de entrega a los demás. Son los grandes servidores del bien común. Esta clase de Política ha de interesar a todo el mundo, porque nos afecta muy directamente. Pero una señal de que las sociedades en que vivimos están mentalmente enfermas, es que a la profesión de político puede acceder prácticamente cualquier persona, con las consecuencias que todos conocemos: la corrupción, el servilismo y la falta de responsabilidad.

       Desgraciadamente no debe sorprendernos, pues los políticos -en cualquier sociedad y más aún en las sociedades democráticas- no son más que el reflejo de esa misma sociedad. Así, sería imposible encontrar políticos incultos, serviles, deshonestos e irresponsables, en una sociedad culta, libre, honesta y responsable. Por lo tanto, si queremos caminar hacia este tipo de sociedad, el objetivo de todo proyecto político -en las sociedades democráticas- ha de ser liberar al pueblo del sufrimiento y la ignorancia, y hacer a los hombres libres, como en la leyenda del rey Arturo. ¿Los políticos de hoy están a la altura necesaria para llevar a cabo este proyecto político? Hay demasiadas personas que ansían el poder, y en especial en la política -con minúsculas-, como un intento de compensación a su frustración personal, a su falta de autorrealización.

En consecuencia, es conveniente y necesario que los niños, los adolescentes y los jóvenes oigan hablar, en la familia y sobre todo en los centros educativos, de la Política con mayúsculas, para acabar con esos dichos como "a mí la política no me interesa", que sólo expresan la política con minúsculas, es decir, la mala política; ésa, es cierto que no debe interesar a nadie.  

miércoles, 21 de noviembre de 2012

La educación y los medios de comunicación


La educación y los medios de comunicación

Nada ha logrado probablemente cambiar tanto la vida humana sobre este planeta, como la revolución tecnológica de los medios. Hay quien defiende que supone una revolución mayor que la revolución industrial y la revolución neolítica, e incluso que el paso de los homínidos al ser humano actual. Es incalculable el poder de la radio, la prensa, y en especial los audiovisuales, para influir en el pensamiento, la actitud y el comportamiento de los seres humanos. La humanidad no había tenido a su alcance unos medios tan poderosos de intervención y de control sobre los ciudadanos. De ahí, la lucha llevada a cabo por su control, y a la vez, la inmensa responsabilidad social que pesa sobre ellos.
Ese inmenso poder, hoy en sus manos, es probablemente la causa de su perversión y sus abusos. Hasta ahora, ha sido imposible hacer un uso de esos medios en favor de un mundo más justo y solidario, de unos ideales culturales, sociales, morales y éticos que favorezcan el bien común. Sólo sirven a “sus señores”, en medio de una lucha feroz por el poder y los privilegios de siempre, sea el poder político, económico o religioso. Día tras día, vemos un enorme control de la información en los medios, una falta de veracidad y de objetividad, una ausencia de principios y valores humanos y universales. El “todo vale”, con tal de acceder al poder y controlar la mayor cantidad posible de información, parece que es el principio fundamental y el objetivo esencial.
Por otra parte, los temas que se reponen, uno tras otro, son casi siempre los mismos: la moda, los socialmente famosos y poderosos, y las noticias sobre todo tipo de desgracias ocurridos cada día en el mundo, los actos violentos, la degradación, la inmoralidad, la corrupción, etc. Parece que no hay otras noticias en el mundo, se olvidan casi siempre de tantos actos de solidaridad, de sacrificio y entrega hacia los demás realizados por grupos y personas individuales, del lento pero irremisible caminar de la humanidad hacia la unidad y la integración, de la belleza de la vida y del arte, del mundo inocente y limpio de los niños, y de  tantas y tantas cosas buenas y positivas que hay en la vida diaria.
 Todo esto no son noticias que atraigan a la mayoría, parecen sólo dirigidas a los más ingenuos; el mundo de los mayores ha de estar lleno de crueldad y dureza, de horror y de barbarie, de abusos de poder, de falta de fe en el hombre y la vida. Es con lo que vibran la mayoría de los medios de comunicación, fieles a las estructuras de poder patriarcales y totalitarias. Por eso, se oyen noticias recientemente como ésta: “Las grandes multinacionales ganan poder y lo pierden los gobiernos”.
Este hecho es muy revelador, porque no debemos olvidar ese principio elemental de la vida humana de que cada uno atrae hacia sí aquello con lo que vibra, presente en dichos como “cada oveja con su pareja”, “Dios los cría y ellos se juntan”,  o que nuestras acciones proceden de nuestros pensamientos. Y estamos pensando tanto en los Medios como en los propios ciudadanos que se dejan arrastrar por toda esa información (en buena parte, una deformación) que traen, con frecuencia, esos Medios.
El catedrático Ervin Laszlo, escritor y presidente del Club de Budapest, dice -de los medios de comunicación- que podrían actuar de forma más responsable y que nosotros tenemos el poder de obligarles a que lo hagan. “Podemos elegir -dice- los programas de radio o televisión, los sitios de Internet, los periódicos, las revistas y los libros que proporcionan noticias fidedignas y constructivas… Las organizaciones privadas no gubernamentales publican un buen número de boletines y reportajes de buenas noticias alternativas. También existe un periódico dedicado por completo a estos asuntos, el Positive News, publicado en Inglaterra”.
A este periódico, se puede añadir “el Christian Science Monitor, un moderno periódico… que elimina las descripciones de delitos y suicidios, y resume los procesos y cualquier otro tipo de acentuación de los aspectos negativos o denigrantes de la vida”, dice el psiquiatra Roberto Assagioli. Asimismo, se pueden encontrar Noticias Positivas, a través de Internet, en diversas emisoras de radio y otras páginas. Sólo se precisa la voluntad  y el suficiente juicio crítico para buscarlas.
Por tanto, es necesario que, en las escuelas y los centros educativos, se ayude a los niños y los adolescentes a desarrollar el juicio crítico ante los medios de comunicación, para que cambien esa actitud pasiva ante todo lo que llega a nosotros a través de esos Medios, por una actitud activa y responsable que no se deje llevar por lo primero que se oye o se ve. Así lograremos formar y educar a ciudadanos libres y responsables, que influirán decisivamente en el desarrollo de una sociedad más justa, activa, libre y responsable.