El
rendimiento global de los estudiantes de la escuela finlandesa ha hecho
ganarse una reputación en todo el mundo, y ha demostrado que el sistema
educativo del país es un éxito. Los expertos apuntan que la formación
del profesorado es fundamental para lograr ese prestigio.
Madrid | Marzo 2010 | Cortijo Enríquez
Una
buena coordinación entre la familia, la escuela y las instituciones
sociales logran uno de los sistemas educativos más eficaces del mundo en
Finlandia que tiene un fracaso escolar de menos del 1%. Es la envidia
de Europa en Educación. Cada año encabeza la lista del informe PISA, que
mide el rendimiento educativo de los países de la OCDE, y es que los
alumnos finlandeses son los más aventajados de Europa,
en una población que no supera los seis millones de habitantes y que
coloca a Finlandia como un país ejemplar. Existe una fuerte inversión en
Educación (6% del PIB en Finlandia, sin contar investigación, frente al
4,8 de España). El sistema educativo finlandés es público y gratuito
desde que un niño nace hasta que hace el doctorado en la universidad.
Pero además, es obligatorio desde los siete (un año más tarde que los
niños españoles) a los 16 años. En esta etapa todos estudian lo mismo y
el Gobierno pretende, además, que lo hagan en el mismo edificio, o lo
más cerca posible, para garantizar un seguimiento continuado del alumno.
«En
Finlandia no hay grandes riquezas naturales, por eso creo que sus
habitantes son muy conscientes de que la gran riqueza del país es su
gente. Los finlandeses valoran mucho la formación y la educación, pero no sólo durante la juventud, sino que lo llevan a cabo de forma continua», afirma Eva Hannikainen, agregada de Cultura y Prensa de la Embajada de Finlandia en España.
A
pesar de comenzar más tarde la escolaridad y la lectura, los niños y
niñas finlandeses están por encima de todas las puntuaciones de los
demás países. «Creo que influyen varios factores. –según Eva
Hannikainen-. Por un lado, algo de verdad debe de haber en lo que dicen
los expertos en Finlandia, que nos gusta dejar que los niños sigan
siendo niños mientras puedan y que jueguen el máximo tiempo posible.
Esto va unido, a mi entender, a la idea de que alrededor de los 7 años
los niños llegan a una madurez intelectual que les permite asimilar y
comprender la información que van recibiendo. Si añadimos a esto el
hecho de que la formación del profesorado es muy exigente
y que además se pone gran énfasis en los primeros años de la
escolarización, hay buenas probabilidades de encaminar adecuadamente al
niño. Se da mucha importancia a los maestros de los primeros años
escolares y en cuanto se percibe que un niño tiene dificultades de algún
tipo con el aprendizaje, hay un sistema de apoyos y tutorías
con los que se procura atajar el problema enseguida. Todo esto corre a
cargo de la escuela. El profesor es muy apreciado en Finlandia, y se
respeta su opinión como experto que es. Creo que habría que mencionar,
por último, que en Finlandia tradicionalmente se lee mucho.
Los hijos siguen el ejemplo de los padres, en ese aspecto, porque en
las familias se lee. Finlandia tiene un sistema de bibliotecas muy bueno
y las bibliotecas son muy frecuentadas».
Para
ser profesor hay que tener una titulación universitaria superior. Por
ejemplo, ser maestro de Primaria requiere seis años de carrera (en
España son tres). Su formación está dirigida a que, además de perfectos
conocedores de la materia que imparten, sean auténticos expertos en
Pedagogía. De ahí lo extenso que resulta su paso por la
Universidad. Aunque los profesores creen que su salario podría ser algo
más elevado al mes, sin embargo, están contentos con las 13 semanas
largas de vacaciones al año (los españoles tienen algo más de 16). La
jornada semanal es de 37 horas aunque no todas sean de enseñanza en
clase. Si se les pregunta, no dudan: son maestros por vocación y están
motivados. Quizá porque gozan de valoración social y prestigio en la
sociedad. Trabajan codo con codo con las familias, con las que mantienen
una relación fluida.
E.H.: «Finlandia es un país, que valora la
educación; es un valor fundamental tradicional de la sociedad
finlandesa. Un título académico es muy respetado. La educación continua,
de todos los finlandeses, tiene ya una larga historia en Finlandia. La
formación es para todos y para toda la vida. En ese contexto, es
coherente que se exija mucho al profesorado, en cuyas manos está el
garantizar ese valor tradicional de la sociedad finlandesa. Para que
funcione un sistema educativo es imprescindible que esté en manos de
expertos, y una vez logrado eso, hay que dejarles que hagan su trabajo.
Los colegios y los profesores tienen mucha autonomía en su gestión y no
se discute su autoridad. Muchos jóvenes intentan acceder a una de las 15
facultades de educación que existen y menos del 10% lo consigue cada
año. Muchos lo intentan varias veces. Ser profesor tiene su atractivo y
su recompensa, y los jóvenes finlandeses dan prueba de ello al seguir
tenazmente presentándose a las exigentes pruebas de acceso, en las que
se evalúan sus cualidades humanas, además de las académicas. No todo el
mundo sirve para profesor por buenas que sean sus notas».
En
momentos como los actuales, de nuevo cambio normativo, es bueno tener
modelos a los que echar mano. El problema de los ejemplos de referencia
es que te gustan partes del mismo, pero no quieres copiar otros aspectos
del modelo que parecen francamente evitables. Es evidente que no
podemos hablar de educación sin hablar de sociedad. A la pregunta de ¿qué educación queremos?,
deberíamos anteponer la de ¿qué sociedad queremos? Habría que hablar de
Finlandia como referente, no sólo educativo, sino también social. Los
principios de la educación finlandesa son claros: igualdad de oportunidades educativas para todos sin distinción alguna; no separación de sexos; gratuidad absoluta; ninguna separación por niveles en ningún eslabón educativo; gran peso de los gobiernos locales en la gestión educativa; fuerte proceso de cooperación entre niveles educativos y otros agentes sociales; apoyo individualizado
educativo y social a los alumnos con dificultades de aprendizaje; una
evaluación pensada en términos de desarrollo personal, que no incluye ni
clasificaciones de alumnos, ni test para seleccionar; profesores con gran autonomía (pero también gran responsabilidad) y permanentemente en formación;
y una aproximación socioconstructivista a la tarea de enseñar. Las
escuelas primarias son propiedad y responsabilidad de los municipios en
un 99%. Las escuelas secundarias también lo son en un 91%. La educación
especial y la formación profesional está también en manos de los
municipios o de la federación de municipios en un 78%. Esto no quiere
decir que sea un sistema sin problemas. Allí también es difícil mantener
la atención por igual de alumnos muy diversos. También tienen la
sensación de que les faltan recursos. Y es habitual que los problemas de
las familias, del trabajo, del barrio, lleguen a los centros y generen
dificultades en las aulas.
Otro de los factores que benefician al éxito escolar es su descentralización política, y
sobre todo derivan de un país que ha entendido que la mejora de
educación no es un problema exclusivo de las autoridades, sino de toda
la sociedad. El Estado marca un 75% de enseñanzas comunes y el resto lo
organiza el colegio con la participación activa de estudiantes y
familias. La libertad para diseñar el día a día escolar es amplia, por
tanto, no es fácil hablar del sistema de forma general. Pero hay algunos
aspectos comunes.
Es evidente que Finlandia no tiene todas las
respuestas. Los expertos en educación aseguran que el éxito en el
sistema educativo de Finlandia es el resultado de la última reforma
educativa, de mediados de los años 70. «Una reforma tiene que hacerse de
forma rápida y no estar tocando y modificando las bases del plan, ya
que de esta forma lo que ocurre es que se confunde al profesorado y la
reforma no tiene los resultados esperados. En Finlandia lo que prima es
la dedicación personal con los niños que se quedan atrasados, las
tutorías para que todos los alumnos tengan el mismo nivel», declara E. Hannikainen. Los intercambios entre estudiantes finlandeses y españoles son muy importantes. Cada vez hay más interés por conocer ambos países, sus culturas y formas de vida.
Finlandia
no sea probablemente un modelo al que seguir ciegamente, pero sí puede
ser una guía para el resto de los países que consideran que su sistema
educativo tiene que mejorar para construir una sociedad más justa y
cohesionada.
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