martes, 15 de enero de 2013

La educación a través de la ciencia


LA EDUCACIÓN A TRAVÉS DE LA CIENCIA

         Siento admiración y respeto por la ciencia, en especial por la ciencia moderna más avanzada (la física, la biología, la astronomía, la neurociencia, la psicología, etc.), porque estas ciencias están consiguiendo superar las contradicciones y callejones sin salida a que llegó la ciencia clásica, y situarse en la avanzadilla del progreso humano, con el descubrimiento de universos, galaxias y un más profundo conocimiento de la realidad física y del propio ser humano. Todo ello augura un futuro apasionante, prometedor y lleno de esperanza (no exento de sorpresas y sobresaltos), y a la vez conlleva una nueva visión del mundo y una nueva conciencia, que están dando lugar al nacimiento de una nueva humanidad y de un nuevo orden mundial.
¿Para qué ha servido la ciencia? Ha servido para que el hombre camine un poco más seguro por la senda del progreso y la evolución, huyendo tanto de la ignorancia y el sometimiento, como de la especulación y el fanatismo. La crítica más común que la ciencia ha recibido, ha sido probablemente que no ha aportada nada, o muy poco, al aspecto interno y espiritual de la vida. Se puede responder a esto, que la ciencia -sobre todo la ciencia clásica- ha trabajado en el aspecto externo, en la manifestación de la materia, porque ha sido lo más asequible y aquello para lo que la ciencia disponía de conocimientos y de medios. Lo cual ha llevado a la humanidad a un progreso material y social desconocido, que la ha beneficiado en muchos aspectos, aunque la ha dejado paralizada, en otros, que no nos interesa mencionar, en este momento.
Por su parte, la ciencia moderna, y en especial la física de la relatividad y la física cuántica, han trascendido los límites de la materia y nos están llevando a mundos que la propia ciencia clásica no podía imaginar. Ésta vivió en la conciencia de los pares de opuestos (materia/espíritu, alma/cuerpo), de la materia de las partes separadas para un mejor análisis, y así conquistó cotas de progreso humano hasta entonces desconocidas. Pero la ciencia moderna ha dado un paso más, ha superado los pares de opuestos, al considerar que materia y espíritu, alma y cuerpo, son energía, y ha avanzado hacia la conciliación de los opuestos y hacia la conciencia de unidad.
Los grandes científicos del s. XX, como Einstein, Schrödinger, Pauli, Teilhard de Chardin, Bohm, Bohr, Capra, etc., han defendido, de una u otra manera, la idea de la unidad del universo y de la naturaleza humana. Asimismo, la reconciliación de los opuestos, como entre ciencia y religión, la encontramos en la mente de estos científicos, y en general en la ciencia moderna más avanzada, la cual vive hoy en la vanguardia del progreso humano en todos los campos del conocimiento, tanto de la materia como de la mente y el espíritu.
Por tanto, la crítica a la ciencia de que no ha aportado nada al aspecto interno y espiritual del ser humano, es injusta, hoy. En primer lugar, esta tarea habría que exigírsela, más bien, a la religión antes que a la ciencia, e incluso a la filosofía y al arte a la vez que a la propia ciencia. Ésta, en su primera etapa, la ciencia clásica, ha cumplido grandes objetivos, como es sacar a una buena parte de la humanidad de la miseria material y social en que ha vivido, y librarla del dogmatismo y la intransigencia de las iglesias. Y hoy, la ciencia moderna más avanzada está indicando el camino hacia la unidad de género humano, como no lo han hecho ni la religión ni la filosofía ni el arte.  Se podría afirmar, incluso, que la ciencia, hoy, está siendo el mejor guía espiritual de la humanidad, y hay quien afirma que podría constituirse en la nueva religión del mundo, entendiendo por ello algo completamente nuevo y mucho más auténtico de lo que las diferentes confesiones religiosas nos han mostrado hasta el momento.
En lo que se refiere al campo de la psicología, las investigaciones sobre la mente y el alma humanas, llevadas a cabo por la psicología profunda de Jung y su escuela, y por algunas de las corrientes más avanzadas de la psicología actual, han aportado un profundo conocimiento del ser humano, que hoy está presente, de alguna manera, en las escuelas más avanzadas de educación, aunque todavía no en los sistemas  educativos oficiales.
Por lo que respecta a la neurociencia, el conocimiento del sistema nervioso y del cerebro al que están llegando las más recientes investigaciones en este campo, están asombrando a la humanidad y, en la esfera específica de la educación, están  revolucionando todas las técnicas educativas.
A pesar de todo lo dicho, es justo reprochar a algunos científicos actuales (probablemente más seudo-científicos que científicos verdaderos) su defensa acérrima de aquellos principios dogmáticos de la ciencia clásica, caducos y ya superados, y sobre todo es preciso desaprobar a aquellos científicos modernos que se han puesto en manos de los intereses de las multinacionales y los ejércitos, cuya actividad va dirigida únicamente al beneficio de la élite mundial y en perjuicio de la humanidad en su conjunto, prostituyendo la propia ciencia. Esto, tengámoslo en cuenta, es la actitud de unos científicos ambiciosos, sin escrúpulos e irresponsables, e indignos de representar a la verdadera ciencia, en su auténtica consideración y excelencia, como una de las manifestaciones más elevadas del espíritu humano.
Los increíbles avances de la ciencia moderna nos acercan, cada vez más, a la creencia en una nueva dimensión de la naturaleza humana, no sólo en el sentido de un mayor desarrollo racional (más bien egocéntrico), sino, sobre todo, espiritual, es decir, de solidaridad y fraternidad, lo que ha de llevar a la creación de sociedades más armonizadas, pacíficas y tolerantes. A este respecto, podemos preguntarnos qué han descubierto las nuevas ciencias. Han descubierto un universo como síntesis, unión, totalidad (holismo), no sólo como análisis, partes fragmentadas (reduccionismo); lo cual ha de conformar, tarde o temprano, unos cambios profundos en todos los aspectos de la vida humana. Es más, esos cambios ya se están produciendo; de ahí la grave crisis mundial que estamos padeciendo, con el derrumbe de las antiguas estructuras mentales y sociales, y el nacimiento de unas nuevas. El antiguo paradigma, basado en los principios autoritarios del patriarcado y de la ciencia clásica mecanicista, está viniéndose abajo y está surgiendo, a la vez, un nuevo paradigma, nacido de las nuevas investigaciones de la ciencia moderna y de un mundo cada vez más global y más acorde con el conocimiento y las necesidades de la naturaleza humana, en su conjunto.
Cada vez que se produce la caída de un sistema y el nacimiento de otro, ello genera graves crisis y profundos enfrentamientos y conflictos, y a la vez una gran confusión y desorientación, entre lo que se va y lo que aparece. Este es el momento que ha correspondido vivir a la humanidad actual, y en especial a nuestros niños y adolescentes. Por eso, los padres y los educadores tienen, hoy, una responsabilidad especial, para orientarles en estos momentos de tanta confusión. Pero lo más grave es que, en algunos aspectos, muchos de esos padres y educadores se encuentran más desorientados aún que los propios niños. De ahí la grave crisis educativa.
¿Qué se puede y se debe hacer en estos momentos? Por lo que a la ciencia se refiere, sería necesario que todo educador estuviera al corriente de ese cambio de paradigma, al que hemos hecho referencia, como consecuencia de los nuevos descubrimientos científicos; y más en concreto, en cuanto a la psicología y la neurociencia, los educadores deberían tener conocimiento, al menos, de las aportaciones más trascendentales en esos dos campos, ya que exigen cambios fundamentales en el sistema educativo; no se puede enseñar ni educar conforme a los sistemas tradicionales, ya que están desfasados y la prueba más evidente es esta crisis educativa que sufrimos.
Pero la solución no parece fácil, tal es la gravedad del momento en que vivimos. Uno de los primeros pasos, quizás, podría ser la toma de conciencia de todas esas novedades y asumirlas, no ignorarlas. Sabemos que el conocimiento de una enfermedad es el primer paso para su curación. Y esa toma de conciencia  llevaría, automáticamente, a la búsqueda de soluciones. Pero es triste reconocer que este primer paso no se ha efectuado en la sociedad española. Sin dar este primer paso, no se puede acceder al siguiente, que sería unirse a los pocos padres y educadores que son conscientes de esa grave crisis educativa, y sobre todo escuchar y dar crédito a aquellos educadores que han demostrado su conocimiento de lo que es la verdadera educación; por cierto, todos ellos -o casi todos- marginados de los puestos de responsabilidad de las administraciones educativas.
De esta forma, la sociedad española tendrá que esperar aún, no sé si poco o mucho tiempo, para encontrar la solución a la crisis educativa, con todo lo que ello supone respecto al deterioro social de los jóvenes y de la sociedad en general. No es culpa de la ciencia ni de la educación, en sí mismas, sino del retraso mental y social de nuestra sociedad.

Julio Ferreras, excatedrático de IES, educador

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