sábado, 22 de septiembre de 2012

ESCUELA DE SUMMERHILL





Summerhill, la escuela donde se cultiva la felicidad









En el libro Summerhill, Alexander Sutherland Neill, expone el funcionamiento de la escuela progresista que él fundó y fue conocida en todo el mundo por el nombre de Summerhill; simultáneamente, presenta los principios que han inspirado este atrevido modelo educativo. La escuela, defiende Neill, tiene como función primera curar la infelicidad de los niños; Summerhill es el lugar donde los niños son criados pensando en la felicidad.
En el primer capítulo del libro, Neill hace una descripción global de la vida cotidiana en la escuela; en los restantes, trata aspectos concretos como por ejemplo la necesidad de libertad, el juego, la obediencia y la disciplina, su punto de vista sobre la sexualidad, la moral, los problemas de los padres, etc.

En Summerhill se cultiva radicalmente la libertad. Eso quiere decir que las clases son de asistencia libre, que se otorga gran importancia al juego, que en muchos momentos cada cual hace lo que quiere. El gran acontecimiento de la casa es la asamblea general de los sábados donde, con igualdad de voto alumnos y profesores, se toman decisiones importantes para la buena convivencia. Acabada la asamblea es hace un baile.
En Summerhill no hay notas, ni ningún tipo de calificación; premios y distinciones son rechazados porque desvían el desarrollo normal de la personalidad. Neill está convencido que el niño es innatamente juicioso y realista; por naturaleza, el niño es un ser bueno, justamente con capacidad de autocontrol. El niño tiene suficientes recursos para hacerse él mismo plenamente persona, las interferencias de los adultos no son positivas.


LA ESCUELA DE SUMMERHILL



INTRODUCCIÓN
Uno de los grandes principios de la democracia es la libertad del individuo. Este desde que nace hasta que muere tiene derecho a vivir en libertad, el individuo ha de tener los mismos derechos sea rico o pobre, blanco o negro, sea hombre o mujer, niño o niña, y en este caso ha de tener derecho a ser educado, obligatoriamente, tanto si su familia se lo puede permitir como si no.
Por tanto, si un niño tiene derecho a recibir educación y a aprender los valores de la libertad, ¿por qué en muchas escuelas, hasta hace poco, aún se trataba al niño como si fuera un delincuente y se le castigaba y maltrataba, educándole con regla y disciplina?
Encontrar un caso de estos en una escuela de hoy sería un poco difícil, pero seguro que todavía encontraríamos alguno.
En Inglaterra, hace ya algunas décadas, en 1.921, un pedagogo de origen escocés llamado Alexander Sutherland Neill, decidió poner fin a la educación de aquella época, basada en la disciplina.
Neill, en una granja al lado de la costa Sur, en el pueblo de Leinston en Suffolk, decidió abrir una escuela internado a la cual bautizó como Summerhill.
En esta escuela Neill puso en práctica un sistema de enseñanza totalmente revolucionario para la época, basado en muchas de las ideas sobre la psicología que había proclamado Freud. El principio fundamental de la escuela era, y aún sigue siéndolo, la libertad y que lo que educa no es el aula, sino todo el ambiente que se respira y envuelve a los alumnos.
Este sistema de educación rompió todas las reglas de la época y Neill recibió un montón de críticas sobre su escuela y su sistema de educación, pero, por otra parte, también recibió el apoyo de fuerzas pedagógicas.
Neill no consiguió que su sistema revolucionario de enseñanza se aplicara a la mayoría de las escuelas, pero seguro que contribuyó para que las escuelas se volvieran más libres y diesen más importancia a la naturaleza curiosa de los niños/as, y menos a la educación basándose en disciplina y castigos

La idea de Summerhill
Summerhill fue fundada en 1921, en el pueblo de Leiston, Suffolk, a unos 160 km de Londres. Era una escuela en la cual había 35 niños y 35 niñas agrupados por sexos y diferencias de edad (5-7, 8-10, 11-15 y los mayores individualmente o en pequeños grupos).
Tienen un gran porcentaje de alumnos extranjeros. Cada grupo duerme en diferentes lugares. En habitaciones de 3 ó 4 personas. Los alumnos viven en libertad, no están obligados a nada.
Neill opina que las escuelas que obligan a los niños a sentarse en pupitres, solo son buenas para aquellos que quieren niños dóciles sin espíritu creador y que encajan en una sociedad que tiene como objetivo el dinero.
Summerhill empezó como una escuela experimental, actualmente es la demostración que la libertad es viable. Neill pensaba que una escuela tiene que estar en función de la voluntad del niño y no al revés; por eso fundó Summerhill.
Neill se baso en su teoría: “El niño es bueno por naturaleza y no al contrario”. En los cuarenta años que estuvo en Summerhill nunca lo dudó, sólo le dio más fe.
Según Neill, el niño es inmediatamente realista, si tiene libertad. Sin que los adultos se lo sugieran, se desarrolla hasta donde sea capaz. Si un niño tiene ganas de aprender, aprenderá, lo enseñes de la manera que lo enseñes.
Los niños que van a Summerhill desde el parvulario no dudan en ir a clase, pero los que proceden de otros centros tardan más tiempo en desarrollarse. El tiempo de recuperación es proporcional a la adversidad que se le aplica. El record lo tiene una niña que procedía de un convento que tardó tres años en entrar a clase.
En Summerhill no hay exámenes finales, los conocimientos adquiridos dependen de la voluntad de los alumnos. En Summerhill cuando el alumno asiste a clase, no le dejan de enseñar las asignaturas básicas, ya que si el alumno quiere pasar a la universidad tiene que superar los exámenes (eso si el alumno quiere), por tanto es esclavo de los exámenes de las universidades. Los alumnos de Summerhill no están oprimidos, por tanto generan menos odio y más amor. Eso es bueno porque el odio genera odio, y el amor genera más amor. El amor genera consentimiento, cosa muy importante para la escuela porque los alumnos no necesitan que les riñan.
En Summerhill todo el mundo es igual, tanto los profesores, como los alumnos, como el director, y lo demuestran en la asamblea general; cada persona tiene un voto igual que el otro. Así el alumno no tiene miedo del profesor y eso es bueno porque no se siente inferior, lo cual crea confianza en uno mismo.
Neill cree que la función del niño es vivir su propia vida, no la vida que los padres piensan que ha de vivir, ni una vida de acuerdo con el educador. Todas estas interferencias y orientaciones de parte de los adultos no pueden producir sino una generación de autómatas. Si se hace aprender al niño a la fuerza, lo convertiréis en un individuo dócil, que se adaptara a un horario pero que no será plenamente feliz. El niño no será nada más que uno de los hombrecitos conformistas en que la sociedad está basada.

La educación de Summerhill ante la educación corriente
Neill piensa que el objetivo de la vida es conseguir la felicidad, y que el fin de la escuela es preparar para la vida. Entonces, la educación corriente no ha tenido nunca éxito en este sentido. La política y la economía actual conducen a la guerra; los medicamentos nunca han vencido a las enfermedades, la religión nunca ha vencido a los robos. Nos amenazan nuevas guerras porque la conciencia social del mundo se encuentra en un estado primitivo.
La mayor parte del trabajo escolar que hacen los adolescentes es perder el tiempo, la energía y la paciencia. Roban a la juventud el derecho de jugar, jugar y jugar. Desconocemos la cantidad de espíritu creador que se pierde en las aulas a causa de la importancia otorgada a los estudios.
En las escuelas hay estudiantes indiferentes y que, a fuerza de disciplina y con dificultades, pasan a los estudios universitarios, para llegar a ser profesores sin imaginación, médicos mediocres, que podrían haber sido buenos mecánicos.
La educación superior y los grados universitarios no sirven de gran cosa en la lucha de los males de la sociedad. No hay ninguna diferencia entre un neurótico instruido y otro ignorante.
En todos los países capitalistas, comunistas o socialistas, se construyen escuelas complejas para educar a los niños. Todos estos edificios no tienen ningún sentido porque no ayudan a los niños y adolescentes a vencer males emocionales y sociales engendrados por la presión que ponen los padres y profesores.






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