Summerhill, la escuela donde se cultiva la felicidad
LA
ESCUELA DE SUMMERHILL
(Véase artículo completo)
INTRODUCCIÓN
Uno de los grandes principios de la democracia es la
libertad del individuo. Este desde que nace hasta que muere tiene derecho a
vivir en libertad, el individuo ha de tener los mismos derechos sea rico o
pobre, blanco o negro, sea hombre o mujer, niño o niña, y en este caso ha de
tener derecho a ser educado, obligatoriamente, tanto si su familia se lo puede
permitir como si no.
Por tanto, si un niño tiene derecho a recibir educación y
a aprender los valores de la libertad, ¿por qué en muchas escuelas, hasta hace
poco, aún se trataba al niño como si fuera un delincuente y se le castigaba y
maltrataba, educándole con regla y disciplina?
Encontrar un caso de estos en una escuela de hoy sería un
poco difícil, pero seguro que todavía encontraríamos alguno.
En Inglaterra, hace ya algunas décadas, en 1.921, un
pedagogo de origen escocés llamado Alexander Sutherland Neill, decidió poner
fin a la educación de aquella época, basada en la disciplina.
Neill, en una granja al lado de la costa Sur, en el
pueblo de Leinston en Suffolk, decidió abrir una escuela internado a la cual
bautizó como Summerhill.
En esta escuela Neill puso en práctica un sistema de
enseñanza totalmente revolucionario para la época, basado en muchas de las
ideas sobre la psicología que había proclamado Freud. El principio fundamental
de la escuela era, y aún sigue siéndolo, la libertad y que lo que educa no es
el aula, sino todo el ambiente que se respira y envuelve a los alumnos.
Este sistema de educación rompió todas las reglas de la
época y Neill recibió un montón de críticas sobre su escuela y su sistema de
educación, pero, por otra parte, también recibió el apoyo de fuerzas
pedagógicas.
Neill no consiguió que su sistema revolucionario de
enseñanza se aplicara a la mayoría de las escuelas, pero seguro que contribuyó
para que las escuelas se volvieran más libres y diesen más importancia a la naturaleza
curiosa de los niños/as, y menos a la educación basándose en disciplina y
castigos
La
idea de Summerhill
Summerhill
fue fundada en 1921, en el pueblo de Leiston, Suffolk, a unos 160 km de
Londres. Era una escuela en la cual había 35 niños y 35 niñas agrupados por
sexos y diferencias de edad (5-7, 8-10, 11-15 y los mayores individualmente o
en pequeños grupos).
Tienen
un gran porcentaje de alumnos extranjeros. Cada grupo duerme en diferentes
lugares. En habitaciones de 3 ó 4 personas. Los alumnos viven en libertad, no
están obligados a nada.
Neill
opina que las escuelas que obligan a los niños a sentarse en pupitres, solo son
buenas para aquellos que quieren niños dóciles sin espíritu creador y que
encajan en una sociedad que tiene como objetivo el dinero.
Summerhill
empezó como una escuela experimental, actualmente es la demostración que la
libertad es viable. Neill pensaba que una escuela tiene que estar en función de
la voluntad del niño y no al revés; por eso fundó Summerhill.
Neill
se baso en su teoría: “El niño es bueno por naturaleza y no al contrario”. En
los cuarenta años que estuvo en Summerhill nunca lo dudó, sólo le dio más fe.
Según
Neill, el niño es inmediatamente realista, si tiene libertad. Sin que los
adultos se lo sugieran, se desarrolla hasta donde sea capaz. Si un niño tiene
ganas de aprender, aprenderá, lo enseñes de la manera que lo enseñes.
Los
niños que van a Summerhill desde el parvulario no dudan en ir a clase, pero los
que proceden de otros centros tardan más tiempo en desarrollarse. El tiempo de
recuperación es proporcional a la adversidad que se le aplica. El record lo
tiene una niña que procedía de un convento que tardó tres años en entrar a
clase.
En
Summerhill no hay exámenes finales, los conocimientos adquiridos dependen de la
voluntad de los alumnos. En Summerhill cuando el alumno asiste a clase, no le
dejan de enseñar las asignaturas básicas, ya que si el alumno quiere pasar a la
universidad tiene que superar los exámenes (eso si el alumno quiere), por tanto
es esclavo de los exámenes de las universidades. Los alumnos de Summerhill no
están oprimidos, por tanto generan menos odio y más amor. Eso es bueno porque
el odio genera odio, y el amor genera más amor. El amor genera consentimiento,
cosa muy importante para la escuela porque los alumnos no necesitan que les
riñan.
En
Summerhill todo el mundo es igual, tanto los profesores, como los alumnos, como
el director, y lo demuestran en la asamblea general; cada persona tiene un voto
igual que el otro. Así el alumno no tiene miedo del profesor y eso es bueno
porque no se siente inferior, lo cual crea confianza en uno mismo.
Neill
cree que la función del niño es vivir su propia vida, no la vida que los padres
piensan que ha de vivir, ni una vida de acuerdo con el educador. Todas estas
interferencias y orientaciones de parte de los adultos no pueden producir sino
una generación de autómatas. Si se hace aprender al niño a la fuerza, lo
convertiréis en un individuo dócil, que se adaptara a un horario pero que no
será plenamente feliz. El niño no será nada más que uno de los hombrecitos conformistas
en que la sociedad está basada.
La educación de Summerhill ante la
educación corriente
Neill piensa que el objetivo de la vida es conseguir la
felicidad, y que el fin de la escuela es preparar para la vida. Entonces, la
educación corriente no ha tenido nunca éxito en este sentido. La política y la
economía actual conducen a la guerra; los medicamentos nunca han vencido a las
enfermedades, la religión nunca ha vencido a los robos. Nos amenazan nuevas
guerras porque la conciencia social del mundo se encuentra en un estado
primitivo.
La mayor parte del trabajo escolar que hacen los
adolescentes es perder el tiempo, la energía y la paciencia. Roban a la
juventud el derecho de jugar, jugar y jugar. Desconocemos la cantidad de
espíritu creador que se pierde en las aulas a causa de la importancia otorgada
a los estudios.
En las escuelas hay estudiantes indiferentes y que, a
fuerza de disciplina y con dificultades, pasan a los estudios universitarios,
para llegar a ser profesores sin imaginación, médicos mediocres, que podrían
haber sido buenos mecánicos.
La educación superior y los grados universitarios no
sirven de gran cosa en la lucha de los males de la sociedad. No hay ninguna
diferencia entre un neurótico instruido y otro ignorante.
En todos los países capitalistas, comunistas o
socialistas, se construyen escuelas complejas para educar a los niños. Todos
estos edificios no tienen ningún sentido porque no ayudan a los niños y
adolescentes a vencer males emocionales y sociales engendrados por la presión
que ponen los padres y profesores.
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