miércoles, 26 de septiembre de 2012

Globalización y educación de la conciencia



GLOBALIZACIÓN Y EDUCACIÓN DE LA CONCIENCIA
Agustín de la Herrán

I. Al desarrollo de la globalización en la educación es a lo que se ha denominado con sentido del humor educación macdonalizada (superficial, exteriorizante, economicista, eficientista e inminentista), que también podría interpretarse como una forma de educación egotizada, inmadura, con conciencia inhibida. El progreso humano necesita a la educación como instrumento.

II. Macdonalización y pretensión eficientista van unidas, y esta combinación permea sus regiones menores y expresiones: enseñanza, formación de profesores, investigación, difusión y vida cotidiana. El planteamiento eficacista-eficientista queda esencialmente definido por los siguientes rasgos: Obsesión por los resultados, búsqueda de buena imagen, idealización de la competitividad, personalización de las instituciones, revalorización de la empresa y valor de la propaganda (M. Á. Santos Guerra, 1999, p. 87, adaptado). Este autor conceptúa el discurso de la eficiencia como peligroso, tanto más en tanto que lógico, pragmático, oficialista, obvio y fulminante (p. 86, adaptado). Es profundamente criticable, en la medida en que sustituye los valores humanos por el productismo, porque:

Lo que predomina en la sociedad, lo que se valora, es el hecho de ser eficaz, de alcanzar unos logros, de conseguir unos resultados. No se analiza tanto el esfuerzo, el proceso, la honestidad, el dinamismo... Si no se han conseguido los resultados, se ha fracasado (p. 89).

Además, es posible que los objetivos pudieron estar fijados de forma pobre o deshonesta, que para alcanzar los objetivos quizá haya que renunciar a la ética, que esos objetivos pueden ser accesibles sólo para unos privilegiados sociales, y que una vez alcanzados pueden ser referente de un mal uso (M. Á. Santos Guerra, 1999, p. 89, adaptado).

III. Este esquema no se corresponde con la verdadera educación, universal y profunda. ¿Podría identificarse algún factor (variable) causal, que por un lado explique el deterioro educativo y que por tanto anide la esperanza? Científicamente, “Comer mal atonta” (J.M. Bourre), refiriéndose también a las hamburguesas. Y pareciera como si tanta y tanta carne picada informativa nos hubiera afectado a la capacidad de reflexión y a la conciencia. Quizá por esto se ha optado por un filósofo como Jurgen Habermas, como epicentro de la racionalidad didáctica, y no por verdaderos gigantes como Eucken, Teilhard de Chardin, Krishnamurti, Panikkar, Dürckheim, Blay, etc. Pero las condiciones y los elementos de entrada o de ingesta del ambiente egocéntrico y psicodinerario imperante no invitan a ello.

IV. Para la educación, el triángulo anterior no sólo actúa como el más determinista de los currícula cerrados, sino que contribuye a alimentar la ilusión de apertura, basada en la superficialidad y en la uniformización. Éste ha sido el regalo promocional por la compra de la obligada globalización capitalista, inventada por quienes en su casa cosechan tantos éxitos bolsistas como fracasos educativos; fracasos tan grandes que el mismo D. Mann (1999), expresaba que el sistema educativo de EE.UU. ya no respondía a los intentos de mejora, porque casi se había inmunizado a las reformas educativas. Casi está inmunizado contra las dietas, los bienestares, la sensibilidad social altruista, la empatía internacional, y otras virtudes aplicadas más allá del ego. He ahí la paradoja bien denunciada por la pedagogía crítica flotante de quienes tienen más motivos y conocimientos para criticar: Latinoamérica, el principal cuarto trastero de EE.UU., y, dentro de ella, los países en proceso de fagocitación “dolorosa”.

V. Como posibles sujetos respondientes a esta actitud crítica, se suele hablar de tres clases de mentalidad: la conservadora, que no cambia, la idealista-ingenua, que lo hace compulsivamente, y la realista, que así mismo puede optar por alguna clase de movimiento consecuente. A mi juicio, estas tres mentalidades receptoras están definidas por las dos dimensiones sistémicas que definen el plano en que se inscribe el triángulo anterior. O dicho de otro modo, constituyen la representación bidimensional fotográfica de una realidad mucho más rica y esperanzadora. Y esa realidad es de nuevo la conciencia, entendida como la capacidad en la que cabe radicar la interiorización educadora, tanto personal como colectivamente comprendida.

VI. Éste podría ser un buen momento para comenzar a hablar, sin reparos, de otra clase de mentalidad no excluyente con las tres anteriores: la consciente o evolucionista cuya molécula constituyente no sería la información objetal sino el conocimiento, entendido como tejido bien ahormado de la madurez personal y social. Si nosotros no lo hacemos, otros lo harán, porque, aunque en este discurso se lleva muchísimo retraso, la evolución desde el ego a la conciencia es un proceso imparable en el que la educación personal y colectiva, escolar y social tiene todo que decir porque aún balbucea.

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